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El camino al escenario: así funciona la Escuela Nacional de Danza

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La formación en la Escuela Nacional de Danza es de ocho años
ESTEFANIA_LEAL

CULTURA 

Para ser bailarín la formación es indispensable. En la división ballet de la Escuela Nacional de Danza hay 160 chicos preparándose para ser profesionales; 148 son mujeres y 12, varones.

El escenario estaba vacío mientras Jorge Ferreira, bailarín uruguayo del Ballet Nacional del Sodre(BNS), respiraba profundo y rápido, como si la piel de su pecho estuviese hecha de pequeños espasmos y sobresaltos. Con una malla celeste y sosteniendo la mano de Careliz Povea, bailarina, hizo una reverencia con la cabeza parado al frente del escenario del Auditorio Adela Reta mientras el público, que era poco por el protocolo sanitario pero parecía mucho por la intensidad, aplaudía su presentación. Jorge acababa de bailar Adagietto, una creación del coreógrafo argentino Oscar Araiz en el marco de la Gran Gala de Ballet que el BNS realizó entre el 19 de septiembre y el 4 de octubre.

Jorge Ferreira es uno de los bailarines y las bailarinas que forman (o formaron) parte del BNS y que son egresados de la Escuela Nacional de Danza: María Noel Riccetto, Marina Sánchez, Nelson López, Nadia Mara, Rosina Gil o Vanessa Fleita, por nombrar solo algunos.

Para ser un bailarín profesional se necesitan muchas cosas: aptitudes físicas, talento, compromiso, trabajo, pasión y también una formación sólida. Desde hace 45 años la Escuela Nacional de Danza ha formado a generaciones de bailarines que hicieron su carrera en el BNS, en el exterior o que decidieron seguir su camino de otra manera.

Para ser un bailarín profesional se necesitan muchas cosas. Pero sobre todo se necesita recorrer un camino que empieza temprano y es largo. La Escuela Nacional de Danza, que tiene el objetivo de formar a bailarines profesionales e integrales que tengan el nivel y las herramientas para integrarse a una compañía, es el lugar indicado para recorrer ese camino en Uruguay.

Desde comienzos de este año la división ballet de la escuela la tiene a María Noel Riccetto como coordinadora académica. Para ella estar en ese lugar es volver a donde todo empezó. “El volver a este lugar para mí significó muchísimo, fue como ponerme los zapatos grandes. Una de las cosas que me propuse desde que dije que sí fue que la formación fuese desde el amor. Sí con disciplina y rigurosidad pero con corazón”. 

La formación

En la Escuela Nacional de Danza hay 12 varones actualmente
En la Escuela Nacional de Danza hay 12 varones actualmente. Foto: Sodre

Wilson Ferreira Aldunate 1345, primer piso, Edificio Lapido. Por fuera —paredes negras bajo la fachada de un edificio gris— no hay nada que indique que en ese lugar hay gente aprendiendo a bailar. Al atravesar la puerta hay que caminar unos pasos hasta llegar a una escalera de mármol en tonos del gris, del negro y del color de la arena que hay que subir en dos tramos y que en la mitad tiene la primera indicación: sobre una pared del mismo mármol hay una placa que dice, en letras plateadas, Escuelas de Formación Artística del Sodre. Y entonces, sí, después de las escaleras se escucha un piano: allí hay gente aprendiendo a bailar.

Las Escuelas de Formación Artística del Sodre tienen dos partes: la Escuela Nacional de Arte Lírico y la Escuela Nacional de Danza, que a su vez tiene una formación en Danza Clásica, en Danza Contemporánea, en Tango y en Folclore. Además tienen dos sedes: la de Wilson Ferreira Aldunate y una en Julio Herrera y Obes y Uruguay.

La división ballet de la escuela tiene, actualmente, 160 chicos: 148 son mujeres y 12 son varones. En todas las otras formaciones de danza hay una diferencia entre el número de mujeres y el de varones (en Folclore hay 79 mujeres y 32 hombres, en Danza Contemporánea hay 52 mujeres y 17 hombres; en Tango hay 32 mujeres y 17 hombres).

Para estudiar ballet en la Escuela Nacional hay que dar una prueba de admisión. Para 2021 ya hay 389 inscriptos, de los cuales 38 son varones. Las inscripciones están abiertas hasta el 30 de noviembre. El año anterior fueron 436 inscripciones en total y el otro fueron 164.

“Este aumento entre 2019 y 2020 en el número de inscripciones tiene un único factor que lo explica y es la incorporación de María (Riccetto) al área de ballet de la escuela. Sin dudas su presencia atrae a quienes les interesa la danza”, dice Natalia Sobrera, directora ejecutiva interina de las Escuelas de Formación Artística del Sodre.

Pueden participar de la audición los niños y las niñas que tengan entre 10 y 12 años y no necesitan tener ningún conocimiento previo de ballet. Las niñas o niños más grandes que tengan nociones previas de ballet tienen que enviar un video por mail a la escuela. En el caso de los varones, dice Riccetto, son más permisivos y hay un curso intensivo solo para ellos para que puedan ingresar siendo más grandes. Los varones que bailan casi siempre son pocos.

Aumentar la edad para ingresar a la escuela fue una de las medidas que tomó Riccetto cuando asumió la coordinación. Antes se podía audicionar con 8 años. “A esa edad eran muy chiquitos y, de repente, egresaban con 15 años. Y para mí que salgan con 15 años y después tengan que esperar tres a tener la mayoría de edad para audicionar en una compañía privada es demasiado tiempo, pasa de todo en tres años. Ocurre en todos lados del mundo: terminás la escuela y entrás a la compañía o audicionás en otra, pero es enseguida”. 

La danza es una carrera que se elige (se tiene que elegir) temprano.

Para bailar de forma profesional se requieren algunos aspectos que son anatómicos: tener los brazos, las piernas y el cuello largo, una buena rotación de las piernas, buena flexibilidad, un pie con el empeine marcado, definido. Pero también se necesita personalidad.

La prueba de ingreso, explica María Riccetto, es física y se evalúan esos aspectos. Sin embargo, no tener esas aptitudes no quiere decir que un niño no pueda bailar.

“Hay un estándar o un estereotipo de bailarina que existe y que tiene esas proporciones en su cuerpo: lo ves en las bailarinas rusas o en las francesas que son todas como recortadas con tijera. Pero hay gente que, de repente, no tiene todas las condiciones. No sucede siempre que todas las bailarinas levanten la pierna o que todas tengan un empeine pronunciado”, dice Riccetto. “¿Qué pasa cuando un niño o una niña tiene toda la gracia y todo el amor pero ese instrumento físico no existe? Pueden llegar a bailar, pueden entrar a la escuela por personalidad, porque hay gente que entra al salón e ilumina todo. Lo que pasa es que lo que se busca en esa primera instancia es ese bailarín que tenga todo para salir después de la formación y entrar en una compañía profesional de danza clásica”.

María Noel Riccetto, coordinadora académica de la división ballet de la Escuela Nacional
María Noel Riccetto, coordinadora académica de la división ballet de la Escuela Nacional. Foto: E.Leal.

Eso no quiere decir que los otros niños no tengan talento para bailar. “Yo no quiero decir que esta niña o este niño no pueden bailar; bailar se puede siempre. Ahora, capaz que el lugar no es la Escuela Nacional, capaz que es otra escuela, con otro perfil. En la Escuela Nacional lo que busco es que el bailarín salga de ahí para entrar en una compañía profesional o que la mayoría pueda entrar en una compañía profesional”.  

La formación en la Escuela Nacional de Danza dura ocho años y, además de técnica clásica, tiene materias complementarias que se van sumando en el trayecto de la carrera: acondicionamiento físico, música, historia de la danza, carácter, flamenco, repertorio, pas de deux, taller coreográfico, o técnicas complementarias. Para dar esas materias la escuela tiene un plantel de 20 profesores.

Durante los ocho años que dura la carrera la carga horaria aumenta conforme el nivel. “En los últimos años están todo el día acá adentro: entran a las dos de la tarde y se van de acá a las ocho de la noche. Es toda una movida también a nivel personal”, dice Riccetto. Es que las exigencias son dobles: hay que rendir en la Escuela Nacional de Danza para no repetir el año o ser eliminado en el camino y también hay que rendir en la escuela o el liceo porque los alumnos o alumnas que no terminen el liceo no reciben diploma.

Desde hace dos años, cuenta Natalia Sobrera, en la escuela empezaron a trabajar con un grupo del Ministerio de Educación y Cultura en el reconocimiento a la formación artística de las escuelas del Sodre con una titulación terciaria.

“Es un gran debe que tenemos. Este año la Escuela del Sodre cumplió 45 años pero nunca se le dio un reconocimiento en relación a la educación formal, nunca se le reconoció como un espacio formativo en relación a un nivel educativo. Entonces se otorgaban títulos de egreso pero que a nivel formal no tenían ninguna comparación”.  

Este reconocimiento, dice Natalia, abre un mundo de posibilidades y le aporta un valor y un peso a la formación artística que hasta ahora no tiene. Y agrega: “Lo que formamos son intérpretes para que después tengan un ejercicio profesional de su carrera. El reconocimiento terciario implica entender que son profesionales”.

En el salón

El objetivo de la Escuela Nacional de Danza es formar profesionales integrales
El objetivo de la Escuela Nacional de Danza es formar profesionales integrales. Foto: Estefanía Leal.

Los brazos y las piernas largas, el cuello prolongado como si una fuerza lo sostuviera estirado hacia arriba, como si no tuviese final. La rotación de las piernas, que nace desde la cadera y llega hasta los pies. La flexibilidad, el salto, el empeine marcado y definido. La personalidad. El trabajo. El compromiso. El respeto. La pasión.

En uno de los salones de la sede de Wilson Ferreira Aldunate —piso gris, paredes blancas y techo negro, barras negras alrededor, espejo que cubre una pared entera— un grupo de 12 chicas escucha las indicaciones de la maestra, Soledad Vera. Las indicaciones dicen que se van a poner en la diagonal y que van a repetir la secuencia de pasos dos veces desde cada lado: sissone en puntas, sissone, sissone, passé relevé y piruetas desde la quinta posición.

Las chicas —quinto año, malla negra, medias cancán rosa pálido, zapatillas de puntas rosadas, pelo recogido en un rodete tirante que una colita roja les sostiene en la nuca— se paran en grupos de tres y Alejandro Migues, uno de los seis pianistas que trabajan en la escuela, empieza a tocar. Soledad las mira y les marca el ritmo con las palmas.

Las 12 chicas tienen entre 15 y 18 años, los brazos y las piernas largas, el cuello prolongado como si una fuerza lo sostuviera estirado hacia arriba, como si no tuviese final, la rotación de las piernas, que nace desde la cadera y llega hasta los pies, la flexibilidad, el salto, el empeine marcado y definido.

También tienen sueños: algunas dicen que quieren ser bailarinas del Royal Ballet de Londres, otras que quieren bailar en el American Ballet, la compañía de la que Riccetto fue solista por más de 10 años en Estados Unidos, otras en el Mariinsky Ballet y otras en el Ballet Nacional del Sodre.

En su generación, cuentan, entraron solo cuatro varones. Eso se repite año tras año, prueba tras prueba.

El spot que realizó el Sodre con Edinson Cavanipromoviendo el ballet quiso visibilizar en un extremo que los varones pueden bailar y que los bailarines también pueden jugar al fútbol, que todo lo demás son estructuras que nosotros mismos inventamos.

“Para cualquiera de las dos cosas se necesita una sensibilidad y la sensibilidad en el hombre está, lo que pasa es que algo sucedió con él para no dejarla aflorar. Todos los niños y las niñas pueden bailar”, dice Riccettosentada en una pieza de la escuela donde tiene un escritorio con un calendario y una computadora. Mientras, desde lejos se escucha un piano. Allí hay gente aprendiendo a bailar.

LA EXPERIENCIA DE CUATRO BAILARINES PROFESIONALES 
Nadia Mara, primera bailarina del Ballet Nacional del Sodre
Nadia Mara, primera bailarina del BNS

"La primera imagen que recuerdo de la Escuela Nacional de Danza es ir caminando por Julio Herrera y mirar para arriba y ver el escudo nacional y escuchar la música del piano. Yo no quería audicionar por miedo a no entrar. Me acuerdo de las escaleras, que me parecían eternas. Me acuerdo de los salones amplios con mucha luz. Yo entré a los 12 a la escuela y me recibí con 18. Me acuerdo de tener altibajos, de sentir que lo iba a lograr y a veces no tanto. Era muy exigente y uno cuando es joven se tiende a bajonear demasiado cuando las cosas no salen de la manera que uno las desea. A veces sentía que no iba a llegar. Pasé por todos los momentos. La escuela fue la que me completó al enseñanza de la danza y le debo muchísimo a ella. A un niño o niña que ahora quiere dedicarse a la danza le diría que si su sueño es realmente bailar no bajen los brazos, que a veces hay circunstancias en las que uno tiende a temblequear, por motivos del exterior, porque quizás no nos está yendo bien en las clases o porque no lo vemos como un futuro, pero si realmente los sueñan, más allá de que haya momentos difíciles, complicados y de frustración, sepan aprender de esos momentos porque te hacen más fuerte y son necesarios para afrontar la carrera como bailarín. Si no es el ballet que sea el contemporáneo y si no es el contemporáneo que sea el hip hop. Pero sigan, que nada los pare". 

Jorge Ferreira, bailarín
Jorge Ferreira, bailarín del BNS 

"El día que llegué para la audición de la Escuela Nacional de Danza, en la sede de Julio Herrera y Obes, subí las escaleras y recuerdo no entender nada, estaba con mi padre y había muchos chicos. Recuerdo a mis compañeros, a los que siguieron conmigo, con los que tengo una amistad hoy en día, pero también a los que fueron quedando por el camino. Yo llegué a la Escuela de Danza por casualidad y causalidad. Todos los nacemos y crecemos en el interior sabemos que si queremos seguir una carrera universitaria tenemos que migrar a la capital del país. Quizás hoy hay otras posibilidades que en 2008, cuando me vine, no habían. Yo no tenía pensado salir de Rivera. Yo ya bailaba allá en una academia y estaba feliz con lo que hacía. Y de repente un día una maestra de allá me dijo que había una audición para una escuela de Montevideo. Yo no sabía de qué se trataba, pero todo se fue dando y cuando quise ver ya me tenía que venir a Montevideo. Mi pasaje por la Escuela de Danza fue hermoso, soy absolutamente agradecido porque me dio todas las herramientas que uso hoy en día. Al venir del interior mis compañeros pasaron a ser mi familia, lo mismo que las familias de mis amigos, que me han apoyado siempre. Tengo recuerdos hermosos, obvio que uno pasa por altibajos, pero eso es mínimo al lado de todo lo hermoso que viví. La Escuela me enseñó en la vida y también mucho de la vida. "

Nelson López, bailarín del Ballet Nacional del Sodre
Nelson López, bailarín del Ballett Am Rhein de Alemania 

"Yo llegué a la Escuela Nacional de Danza siendo muy tímido y con mucho miedo. Había ido a anotarme a Folclore pero en el momento en que me preguntaron dije que me iba a anotar a ballet de forma impulsiva. En el momento de la prueba de ingreso eran varones mucho más grandes que yo, que tenía 12 y me acuerdo de tener mucha vergüenza y mucho miedo. Pero después cuando empecé el clima de la Escuela me pareció re lindo. Yo siempre digo que fue como un salvavidas para mí, porque venía de sufrir mucho bulliyng en la escuela primaria y en el liceo y la escuela de danza era un lugar mucho más respetuoso y diverso, más tolerante, había gente de diferentes clases sociales, orientaciones sexuales. Fue el primer lugar en mi vida en el que no sufrí que me acosaran por ser diferente, o porque se notara que era gay. Me sentí muy bien y muy respetado además tenía condiciones físicas y siempre los maestros me trataron bien. Hice muy buenos amigos, la pasamos muy bien, es mucho el tiempo que pasás en la escuela, a veces volvíamos a las 3 o 4 de la mañana de las giras que hacíamos en el interior y hasta dormíamos ahí. Lo más difícil de la escuela es estar cansado todo el tiempo, es una exigencia física muy grande y estás cansado y al otro día tenés que ir al liceo, pasaba todo el día fuera de casa". 

Rosina Gil
Rosina Gil, bailarina profesional 

Mis años en la escuela fueron muy intensos, aprendí muchísimo y lo di todo. Al principio tenía muy malas notas pero como siempre fui testaruda, muy trabajadora y así me fui superando. Mi familia me apoyó muchísimo mi madre, abuela y padrastro Gabriel, se turnaban para llevarme todos los días. Recuerdo estar muy cansada del liceo y la escuela de danza al mismo tiempo, de noche me dormía con los libros en el pecho. Y al otro día todo de vuelta. Recuerdo que mi madre alguna vez me dejó faltar a primera hora del liceo porque veía que mi cansancio era brutal, así también siempre me pusieron como condición terminar el liceo si quería seguir siendo bailarina.
Entré en la escuela en 1992 con 8 años y me recibí con 16. Lo más lindo fue prender siempre algo nuevo, agradeciendo que era la mejor educación en danza y era gratuita, eso ayudó mucho a mi familia. Me encantaban las funciones de los domingos al mediodía en la Nelly Gotiño. Teníamos la responsabilidad de los profesionales, pero éramos adolescentes de 13 años. Mientras mis amigas iban a matinés yo me acostaba temprano para estar 100 por ciento el domingo en la función. Ya desde chicos teníamos claras las prioridades. Lo más difícil, a cada trimestre pruebas eliminatorias y esperar el carnet. Muchos nervios ya que si no lo hacías bien se podía acabar tu sueño.
Es una carrera muy sacrificada, pero llena de amor. El salón de clase es un templo sagrado, donde no entran los problemas de afuera, donde podes perseguir tu sueño, y si lo haces con esfuerzo y mucho amor, podrás tener una vida llena de aventuras.

Cavani y un spot para sensibilizar 
Cavani promueve el ballet masculino del Sodre

“El fútbol y la danza se parecen mucho más de lo que el mundo imagina”, dice Edinson Cavani, futbolista, bajando unas de las tantas escaleras que tiene el Auditorio Nacional Adela Reta. Vestido con un traje y una camisa negra, explica que ambos empiezan como un juego o una diversión y se pueden transformar en una carrera profesional. Después, de calza negra y zapatillas, hace pasos de ballet con bailarines del Ballet Nacional del Sodre en el escenario. “Yo creo que lo que Cavani hizo fue mostrar en un extremo que un atleta puede llegar a ser artista”, dice Riccetto. Este año, a poco tiempo de haber abierto las inscripciones para la Escuela Nacional, ya hay 38 varones inscriptos.

Algunos proyectos

Un edificio para todas las disciplinas

Las Escuelas de Formación trabajan en algunos proyectos. Uno se trata de conseguir la titulación terciaria para la formación artística. En un primer paso, cuenta Natalia Sobrera, directora ejecutiva, se trabaja con la Escuela Nacional de Danza y, en el segundo, incluirán a la Escuela Nacional de Arte Lírico, al Coro Juvenil y a la Orquesta Juvenil. Además presentaron un proyecto a la Oficina de Planeamiento y Presupuesto para tener un nuevo edificio en el que reunir a todas las áreas de formación del Sodre.

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