Publicidad

Barro Negro: cómo sobrevivir 33 años haciendo teatro en un ómnibus y las veces que un actor temió por su vida

Unos 200.000 espectadores vieron la obra dirigida por Marcelino Duffau, y por su elenco pasaron 120 actores. Aborda la violencia de género y su mensaje transgresor está más vigente que en el estreno.

Compartir esta noticia
Los actores de Barro Negro junto Joaquín, el chofer de Cutcsa asignado para la función del sábado pasado, en la puerta de la Ciudadela, lugar donde termina el recorrido y la obra.
Los actores de Barro Negro junto Joaquín, el chofer de Cutcsa asignado para la función del sábado, en la puerta de la Ciudadela, donde termina el recorrido y la obra.
Foto: Juan Manuel Ramos

El paisaje montevideano se ve alterado cada sábado desde hace 33 años por la presencia de un ómnibus que se acopló al Centro y la Ciudad Vieja y pasó a ser parte de la escenografía del lugar. El que circula entre las 20:00 y las 23:30 -las noches de doble función- no es un vehículo más de Cutcsa: pertenece a la flota social de la empresa y no transporta pasajeros, sino a 13 actores y una veintena de espectadores que se suben al coche de teatro Barro Negro en la explanada del Teatro Solís, se acomodan en un asiento disponible, y esperan que el guarda les corte el boleto -con esas máquinas obsoletas que remiten a otra época- para disfrutar de la originalidad de una hora y media de actuación sobre ruedas.

El sábado pasado se llegó al boleto 154.498, que equivale a la cantidad de espectadores que han visto la obra, aunque en realidad esa cifra supera los 200.000, dado que los primeros tres años no se contabilizó y se hacían 11 funciones por semana. “Con Sergio Armand Ugón (actor), que es un obsesivo con los números, hemos logrado saber cuántas funciones hubo hasta los 30 años: llegamos con 5.400 y ahora estamos en las 5.800”, comenta Jorge Arena, actor de Barro Negro desde 2021 y este año también productor de la obra junto a Janaina Lasalvia.

Se estrenó el 8 de julio de 1991, y es junto a Brujas -con Moria Casán a la cabeza-, la obra con más representaciones en Sudamérica: no hay ninguna otra con 33 temporadas. Su director, Marcelino Duffau, recuerda que la noche del debut llovía a rabiar y hacía “un frío de novela”, así que pensó ‘no va a venir nadie’. Pero llegó el ómnibus, estacionó en la puerta del Solís y de repente empezó a caer más y más gente, y se completó el coche para la función.

Marcelino es el responsable de que este elenco por el que pasaron más de 120 actores siga funcionando, aunque la magistral idea de convertir un ómnibus en una sala de teatro y actuar en movimiento no fue suya, sino del venezolano José Gabriel Núñez. El dramaturgo de 87 años escribió Fango Negro (título original) en 1985; tiempo después el libreto llegó a manos de Marcelino a través de la crítica teatral Gloria Levy, y se dio una seguidilla de casualidades para que pudiera llevarla a cabo.

La realidad es que el hallazgo fue de Marcelino y valen los aplausos por haberse tirado al agua y por haber hecho un suceso. La obra pasó de 11 funciones en los años dorados a dos por semana en la actualidad: sábados a las 20:00 y las 22:00 -las entradas se reservan por WhatsApp al 093 652613-. En el ínterin, Barro Negro fue declara de Interés Departamental por la División Género de la Intendencia de Montevideo, y de Interés Cultural por el Ministerio de Turismo.

Si bien su director está acostumbrado a que le pregunten cuál es la fórmula del éxito, no ha conseguido explicarlo en 33 años: “Hay gente que dice que el éxito se debe a la obra, al ómnibus, al elenco, al tipo de montaje. Hay un poco de todo. No tengo la respuesta a eso. Fue la primera y única vez que se hizo una obra arriba de un ómnibus”, asegura Marcelino a Domingo. Y más adelante reflexiona: “El público es el hacedor de la obra, es el responsable de que permanezca en cartel”.

Mario Ferreira protagonizó Barro Negro en el debut (ver recuadro) y olfateó el furor: “Fue la primera vez que acerté en un pronóstico de que una obra podía llegar a ser exitosa. Estuve dos años y cuando me iba le dije a Marcelino ‘mientras haya ómnibus va a haber obra’, porque sentía que era un espectáculo que estaba instalándose para quedarse”, expresa el actor de la Comedia Nacional.

Jorge está convencido de que el ómnibus en circulación y la ciudad como escenografía son cruciales. Se suma la violencia de género presente en la trama, hoy más vigente que cuando se estrenó: “Fue revolucionario hace 33 años porque se mostraba una faceta que la sociedad aún escondía; hoy se muestra algo de lo que se habla y es sanador que el teatro lo haga porque va de la mano de la construcción del mensaje social”, opina. Y aclara: “No es un alegato contra la violencia de género, es una obra donde se visualizan situaciones de violencia de género”.

Para ejemplificar lo removedor del mensaje, El Cuí Vázquez, chofer de Cutcsa que manejó el bus de Barro Negro durante 14 años, cuenta una anécdota: “Una noche, tres espectadoras se bajan del ómnibus al terminar la función y a una la abrazaban, la contenían y lloraba como una magdalena. Me bajé a preguntarle si le había pasado algo y una de ellas me dice ‘la trajimos porque sufre violencia doméstica, para que vea lo que es’. Esas cosas te mueven”.

Cuando Mario Ferreira temió por su vida

Mario Ferreira tiene vívido el recuerdo de aquella primera reunión con Marcelino Duffau en el bar del teatro del Anglo donde lo citó para hablarle de Barro Negro y le propuso ser el primer Manuel: “Le dije de inmediato que sí, me pareció que era un proyecto interesante, un desafío, pensando precisamente en la novedad”. El hoy miembro de la Comedia Nacional la define como una experiencia increíble y asegura que nunca más volvió a tener una exigencia vocal de esa magnitud: “Tenías que llegar a todo el ómnibus, competías con el ruido del motor. Los semáforos eran un alivio grande porque eran unos segundos que uno podía hacer fluir la voz con otra comodidad”, expresa a Domingo.

Recuerda, además, que el público a veces buscaba ser más centro que los actores e interrumpía todo el tiempo: “Trataban de mostrar su gracia y era realmente una interferencia terrible para la historia”.

Atesora entrañables recuerdos -las 11 funciones semanales le permitieron independizarse- y otros complejos: en cierto momento temió por su vida. La obra, al igual que hoy, culminaba en la peatonal Sarandí con violenta escena entre Manuel y María (interpretada por Miriam Miller en esa época), y les tocó vivir tres episodios que fueron agravándose al punto que Mario pidió al director pasar a hacer el acto final arriba del ómnibus y no en la calle.

“Una vez, un hombre me quiso venir a pegar y rápidamente la gente de la producción lo detuvo. Otro hombre intentó sacar un arma y me empezó a generar miedo”, relata. La peor situación la vivió cuando un policía o militar vestido de particular le apuntó con un arma. “Fue un momento que no voy a olvidar nunca: por un segundo dije ‘¿qué está pasando acá? Esto dejó de ser ficción’. Recuerdo que el tipo gritaba ‘¿no ven que está armado?’ Logró entender que era una obra de teatro porque la producción corrió para detenerlo. Desde ese día decididamente con Miriam acordamos terminar la obra arriba del ómnibus”, confiesa.

Sin embargo, no se bajó del elenco en 1994 por esos sucesos sino porque temía que su carrera se estancara: “En aquel momento esperabas que te llamaran para actuar, y en la medida que te asociaran a un lugar que estabas cómodo no te convocaban. De hecho, me fui sin tener un proyecto pero creo que fue una decisión inteligente que Marcelino entendió”, afirma.

Causalidades

Marcelino Duffau (de campera azul) junto al elenco de "Barro Negro" en 2011.
Marcelino Duffau (de campera azul) junto al elenco de "Barro Negro" en 2011.

José Gabriel Núñez contó a La Diaria que escribió Fango Negro por encargo y que empezó como una versión de Woyzeck, de Georg Büchner, para representar en espacios no convencionales. Un día, antes de que robaran el ómnibus en el que viajaba, escuchó un diálogo entre dos soldados que inspiró la historia. Uno le decía al otro a los gritos: “Te tengo que decir una cosa pesada: ‘Sé que tu mujer está trabajando en un prostíbulo”’.

La obra estuvo cuatro años en cartel en Caracas y la principal característica era que el segundo acto se representaba en burdeles verdaderos.

Llegó a Uruguay porque alguien del elenco le sacó el libreto al autor y se lo entregó Gloria Levy en una muestra, aunque sin la primera página, y ella se lo pasó a Marcelino Duffau: “Me la encuentro un día en la calle y me dice 'traje una obra de Venezuela que solo un loco como vos la puede dirigir'. Fui a su oficina, fotocopié el libreto y le devolví el original. Lo tuve un año y pico durmiendo en un cajón, hasta que me decidí a hacerla y armé un elenco de mucho peso”, repasa el director. Entre los actores del debut estaban Mario Ferreira, Miriam Miller, María Trelles, Julio de León y Nelson Lence.

Marcelino no podía empezar a soñar con estrenarla sin un ómnibus. “Todo ha sido una sucesión de casualidades inesperadas. En ese momento yo iba a buscar a mi señora que era jurado de Carnaval y le comento a Walter Ottonello: ‘Tengo una obra que es imposible hacerla porque necesita un ómnibus y qué cooperativa te va a dar uno’. A los tres días viene y me dice ‘podés arrancar cuando quieras, ya tenés el ómnibus’. Desde entonces Cutcsa ha sido nuestra aliada y a raíz del éxito de Barro Negro arrancó el capítulo de coches sociales”, relata.

Una administrativa de la empresa coordina y designa a los choferes. Al día de hoy hay tres fijos (Jorge, Alejandro y Joaquín) y deben tener el recorrido aceitado y estar consustanciados para que funcione. El ómnibus, explica Jorge, es una pieza clave para que la magia suceda: “El timing es muy importante porque las situaciones tienen que pasar en determinados lugares y momentos; los actores se suben y bajan en ciertos puntos, y hay un montón de imponderables en el camino: los semáforos, un patrullero, una ambulancia, el tráfico, un choque”.

Chofer, uno más de la familia Barro Negro

José “Cui” Vázquez recuerda esos 14 años (de 1999 a 2013) que fue chofer de Barro Negro con enorme cariño. Cuando lo designaron desde Cutcsa no tenía idea de qué se trataba, pero de a poquito le agarró la mano y el gusto. Al principio, el que hacía de guarda le daba instrucciones —

“dale más rápido, andá más despacio”, le decía— para que se respetara el timing de la obra. “Me fui amoldando y aprendí, por ejemplo, que no podías ir rápido porque el ómnibus hacía ruido”, dice Cui a Domingo. Un día, el director le dijo que tenía que empezar a interactuar con el guarda (en esa época ya lo interpretaba Julio Icasuriaga) y aunque al principio dudó, de a poco y juntos afinaron ese diálogo inicial y dejó de sentir vergüenza. Lo que más disfrutó de esa época fue el grupo humano: “El primer domingo de febrero se festejaban los cumpleaños de enero después de la obra: uno llevaba una pizza, otro una pastafrola o un refresco. Siempre me hicieron sentir en familia. Hoy nos vemos y nos abrazamos”, evoca. Su ciclo en Barro Negro terminó por decisión de Cutcsa, pero él jamás se pierde un estreno: “Voy a cortar la cinta, como digo yo, para que salga el ómnibus. Me siento uno más. Estoy orgulloso de haberlo hecho, los llevo en el corazón”, cierra.

Amoldarse

El público subiendo al coche de Cutcsa que sale de la explanada del Teatro Solís desde el día uno.
El público subiendo al coche de Cutcsa que sale de la explanada del Teatro Solís desde el día uno.

Marcelino pidió autorización a José Gabriel para hacer la obra, y el autor, además de concedérsela, le envío esa famosa primera página que faltaba. Luego, el director armó una versión charrúa: “Lo primero que le adapté fue el habla”, asegura. También sumó el rol del guarda y le dio más protagonismo a personajes típicos de los buses capitalinos, como el vendedor.

“Tengas auto o no, el 99% de los montevideanos tenemos cultura de ómnibus. Conozco muy pocas personas que no se han subido a uno en su vida. En el ómnibus pasa de todo y es lo que sucede en esta obra”, explica el director. Viaja una pituca, un borracho y durante los primeros años incluso se subían dos niñas huérfanas a pedir limosna.

La pieza también se representó en Costa Rica y Argentina -“hay un mito que se transmite de actor en actor en Barro Negro y es que una de las actrices del elenco argentino iba a ser Moria Casán”, revela Jorge- y aunque en algunas ciudades se hizo sin recorrido, Marcelino jamás se cuestionó que en Uruguay el bus tenía que estar en movimiento. Esa peculiaridad se transformó en un punto clave del encanto de Barro Negro. El espectador se ve envuelto por esa mística especial de ver transformado su medio de transporte diario en un escenario teatral, entonces ciertas escenas que en una sala convencional lo harían escandalizar, aquí se mitigan porque mientras escucha los parlamentos de la obra también oye el ruido del motor, mira por la ventana, se distrae con el tráfico y las escenas callejeras.

Sofía Vigo y Christian Lantes, actores protagonistas de Barro Negro.
Sofía Vigo y Christian Lantes, actores protagonistas de Barro Negro.

“Es muy curioso porque si este mismo libreto lo hacés en el escenario, vamos todos presos por brutos. Sin embargo, lo hacemos en su ambiente, que es arriba de un ómnibus, fue escrita para eso”, indica Marcelino. Aunque aclara que el texto ha sufrido algunos cambios en cuanto a referencias o dichos con miras a cuidar el mensaje que se da.

“Cosas que hacía si las hago ahora y me llevan preso. En una parte discute el protagonista con María, le pega al ómnibus y se siente un estruendo. Y yo siempre le decía ‘me vas a romper la unidad, pegale a ella’. Hace 10 años se daba vuelta alguno pero después se entraron a dar vuelta varios”, revela Julio Icasuriaga. Él salía en la Antimurga BCG, en 2004 lo invitaron a interpretar al guarda, llegó a Barro Negro sin tener idea de teatro, pensó que iba a durar seis meses y terminó quedándose 14 años. Retornó un par de años atrás, cuando Marcelino lo volvió a convocar y fue un regalo de la vida: “Estaba internado cuando me llamó y le digo ‘si es para ahora no’. ‘Es para el año que viene porque el que hace al guarda se va’. ‘Para el año que viene sí, calculo que voy a estar bien’. Me divierto mucho, es un escape”, resume Julio, que con el mondadientes en la boca es un auténtico guarda de antaño.

"Ponerle piel a María es muy movilizante"

Sofía Vigo nació 12 años después del estreno de Barro Negro y aún le cuesta caer que hoy es la protagonista de semejante éxito. Conocía la obra de nombre aunque nunca la había ido a ver, hasta que su amigo y hoy compañero de elenco, Pablo Palacios, le propuso sumarse, cuando la María anterior (Camila Arispe) se bajó. “Ponerle piel y cuerpo a esta María, que es la vida de muchas mujeres que han podido sobrevivir a la violencia de género y muchas que no, es muy movilizante”, asegura Sofía a Domingo. Su mayor temor era lograr estar a la altura del personaje y de una obra con tanta trayectoria y peso para la cultura uruguaya.

“Que hace 33 años se esté hablando de violencia de género es significativo, sobre todo para las mujeres. Es una oportunidad increíble para mí”, señala. Y remarca el sostén que sintió de parte del elenco desde el primer día: “Hay mucho cuidado y acompañamiento del equipo: si algo se te olvida, alguien te va a salvar”, dice. Cuenta, además, que habló con Camila Arispe y ella le aconsejó que disfrutara y construyera el personaje con su sello. “Una de las primeras cosas que me dijo Marcelino (Duffau) fue que todas las Marías y personajes habían sido diferentes en función de quienes lo interpretaron. Poder venir a un lugar donde se permite poner tu impronta a un texto que funciona, y poder investigar y crear un personaje que está inventado hace un montón está buenísimo”, destaca.

Un clásico. El recorrido del ómnibus varía en función del lugar donde se ubique la sede de Barro Negro -este año salen de Arteatro, pero en el debut lo hicieron de Fuecys y durante mucho tiempo de SUA-, ya que esta funciona como burdel y es parada obligada para los espectadores en el segundo acto de la obra. Es más, en una época hasta se convidaba al público con bebida y sándwiches. Como sea, este ómnibus lleva 33 años circulando por el Centro y la Ciudad Vieja así que después de tanto tiempo ya es parte del paisaje de la ciudad y genera expectativa entre vecinos y negocios de la zona.

“En la calle Ciudadela hay una seguidilla de bares, y todos están esperando que pase Barro Negro: los mozos preparan a la gente que está afuera sentada tomando algo y saludan, miran, se sienten partícipes”, describe Jorge.

Las escenas en el bus también llaman la atención entre los peatones que observan desde la calle: “El sábado pasado los protagonistas iban discutiendo a la altura del Sodre, había una pareja en el semáforo y él quería cruzar pero ella quería ver qué pasaba. El loco le decía, 'vamos', y ella hasta que no vio qué pasaba no siguió”, cuenta Julio entre risas.

Hay un grupo de gente que espera con ansias las nuevas temporadas -van de febrero a diciembre-. “Cutcsa está esperando que llames para decir cuándo vuelve la obra, porque además la primera función es para los hijos de los funcionarios. La reserva funciona por Whatsapp y en enero la productora me está diciendo, 'mira que ya tenemos gente preguntando cuándo empieza'”, asegura Jorge.

También se destaca un club de espectadores que cada dos o tres años se da una vuelta para volver a ver la obra: traen hijos, nietos, sobrinos, amigos. Este año tienen una buena excusa: el boliche cambió de lugar y hay seis actores nuevos en el elenco.

Mucha gente recibe amigos del exterior y los lleva a ver Barro Negro, aunque no entiendan una palabra, solo para que sean testigos del folclórico paseo en ómnibus y conozcan la ciudad con arte de por medio. El sábado pasado la vieron cuatro españolas y un americano al que le iban traduciendo. “Cuando nos vinieron a saludar nos dijeron que era un director de teatro que estaba viendo algunas obras y que se iba emocionalmente impactado”, apunta Jorge.

Julio recuerda que una vez se le sentó alguien al lado, él le hacía chistes cortos y lo miraba sin entender. “Después me enteré que era holandés”, dice. Marcelino tiene muy presente a una pareja de suecos que no hablaba español y también la primera vez que viajó José Gabriel Núñez, a mediados de los noventa, para ver la versión charrúa de su obra: “No entendió nada por el lunfardo. La segunda vez ya agarró la onda y dijo que le gustó”, repasa. Y aunque lleva un lustro sin venir, el venezolano solía darse una vuelta por aquí para ver Barro Negro y de paso visitar a su amigo Marcelino cada dos o tres años.

El elenco 2024 de Barro Negro dentro del ómnibus transcurre la obra.
El elenco 2024 de Barro Negro dentro del ómnibus transcurre la obra.
Foto: Juan Manuel Ramos

Jorge se siente honrado de integrar este elenco al que siempre anheló sumarse porque implica ser parte de la historia del teatro montevideano.

Marcelino dice que todas las obras son como hijos para él, pero esta ya es un hijo de 33 años. Por esocuando se cumplieron 20 años escribió un libromotivado por los dueños de librería La Lupa. Esta recopilación de anécdotas que él define como auto homenaje se vendió como pan caliente: “Cuando me enteré que se había agotado no podía creerlo”, reconoce.

No sabe si habrá Barro Negro para rato porque no se hace esa pregunta con ninguna de sus obras: todo dependerá del público, y hasta ahora siempre lo ha respaldado. “Yo quiero que todas las obrasque haga estén mil años, que las vea el Uruguay entero pero eso no sucede siempre. Esta obra es un éxito”, concluye.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad