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La incertidumbre que trajo la pandemia continúa; sin embargo, 10 meses de experiencia trajeron cambios que hay que aprovechar para empezar el nuevo ciclo.
En el enero anterior, Romina y su familia aprovecharon sus vacaciones para hacer elritual de siempre: cortaron muchos papelitos en trozos pequeños, repartieron lápices y cada uno escribió sus deseos, metas, anhelos para el 2020. Doblaron los recortes por la mitad y los guardaron en una caja de cartón forrada con papel de regalo. Usan la misma caja todos los años, y cada vez que van a poner los deseos nuevos, releen sus papelitos anteriores para ver qué sí y qué no se cumplió de todo eso. No es que crean o no, simplemente se volvió una tradición. Esta vez, dice, todavía nadie se acordó de la caja, no cree que vayan a concretar el ritual. Primero, porque pasarán el verano separados por la pandemia. Segundo, porque la ilusión no parece ser la misma.
Es 3 de enero de 2021 y, contrario a lo que sucedía muchos años anteriores, el desánimo parece más común. Los “memes” de “fin al 2020” que afloraron en los últimos meses del año pasado, implorando que comenzara el 2021, ya no tienen tanta gracia: seguimos en pandemia y, a pesar de la vacuna a la vista, con tanta incertidumbre como un par de meses atrás.
“Si hay algo que quedó claro es que la pandemia nos afectó mucho a todos. A cada uno lo encontró en un momento distinto, pero nadie salió sin alguna clase de impacto emocional. Es el shock de algo inesperado, incierto, desconocido, que vino a poner en paréntesis y tuvimos que parar todo lo que recientemente habíamos proyectado. Eso de por sí es un golpe a nuestra psiquis, del que cada uno tuvo que poner en marcha sus recursos para poder adaptarse. Y desde ahí empezar a contar: el miedo de enfermar vos y los tuyos y también tu país, el mundo, la angustia, el dolor, quedarte sin trabajo, la muerte, de lo que uno perdió en distintas formas: la presencialidad, la falta de contacto con tu gente, el evento esperado, el proyecto que se esfuma, ver a tus seres queridos sufriendo”, dice Mercedes Méndez, psicóloga y coordinadora de Mindfulness en el Instituto de Neurología Cognitiva de Argentina (INECO).
Generar espacios para motivar
Para aquellos que conviven con adolescentes, quizá ellos sean un punto de preocupación más para este año que comienza. El 2020 ya no fue tarea sencilla, porque sus espacios de socialización, fundamentales para su desarrollo como personas, se vieron muchas veces coartados. Sobre este tema escribieron las psicólogas Karina López Vidal y Fani Alzugaray del Comité de Adolescencia de la Sociedad Uruguaya de Pediatría en un artículo publicado en mayo y titulado Adolescencia en tiempos de Covid-19: riesgos, recomendaciones y oportunidades de crecimiento.
Consultadas para esta nota, las psicólogas explicaron que con la perspectiva del 2021, pueden decir que “el transcurso de los meses nos mostró que muchos adolescentes sufrieron síntomas relacionados con ansiedad, depresión y desmotivación, además de problemas con el sueño, la alimentación y la capacidad para comunicarse. Otra de las grandes cuestiones que observamos con el correr de los meses fue el tema de la continuidad curricular, dado que los diversos escenarios que fuimos viendo hacían que este tema fuese para muchos un gran obstáculo, un gran factor generador de estrés y para otros una gran oportunidad de poder generar un espacio de salida. En el último tramo del año a partir de la flexibilización se jugaron en muchos de ellos componentes como el miedo, la inseguridad y en otros se reforzó el pensamiento mágico y omnipotente de que nada les puede suceder y nada les va a pasar”.
No está en discusión, para las psicólogas, que la responsabilidad de cuidarse a uno está atada a la de cuidar al otro. Sobre el año que empieza, esperan que se brinden “los espacios familiares que impulsan y promueven el trabajo colectivo, la creatividad, el diálogo. Los adolescentes sienten que perdieron momentos de su vida que no van a volver, pero va mas allá del festejo de un cumpleaños o la realización de un viaje, son momentos que los definen. Debemos reforzar el carácter temporal de esta situación transmitiendo optimismo. Por ello es tan importante el sostener espacios que habiliten a trabajar aspectos de la salud emocional tanto como la salud física. Como mencionábamos en nuestro artículo cómo sobrelleven esta situación los adultos de la familia, enseña a los adolescentes a manejar sus propias emociones”.
Así y todo, ya no somos exactamente los mismos que éramos en marzo, abril pasados. Tenemos la experiencia de 10 meses de coronavirus acechando y el final parece estar más cerca. Entonces, ¿qué se hace con el 2021? ¿Se aprovecha enero para plantear objetivos y proyectos o se actúa con cautela? ¿Qué hacer con lo vivido en el 2020? En Revista Domingo consultamos a varios especialistas que brindaron una pequeña guía para manejar la frustración, tener esperanza y no dejarse ganar por el desánimo y la inanición o que el ímpetu no se muera en enero.
Buscar momentos para la introspección
La sensación de un año que comienza suele venir acompañada de buen ánimo. Es la “segunda oportunidad” que se repite cada 365 (o 366) días. Por más impostado que pueda parecer, esa creencia de cuaderno en blanco, las metas nuevas y ganas renovadas existen. Explica la psicóloga Méndez, también directora del Posgrado de Mindfulness en la Salud de la Universidad Favaloro, es parte del ciclo de la vida, está en la naturaleza humana, donde se combinan dos palabras que parecen tan distintas, pero se necesitan: el cambio y la permanencia.
“El año nuevo te permite conectar con el espíritu que tenemos como especie de volver a empezar. A su vez también nos permite despedir, cerrar una etapa, un ciclo cumplido de vida, de trabajo, de trabajo personal e interno y nos ayuda a experimentar la gratificación de lo realizado”.
Sobre lo que cambia en este momento histórico particular, de confinamientos, pandemia, distanciamientos y burbujas, de bodas canceladas, proyectos que no vieron su fin, despidos, muertes sin despedida, soledad, tristeza, la psicóloga añade que hay, de todos modos, una sensación de “haber llegado hasta aquí”. Y ya no debería pesar tanto si lo hicimos bien o mal, “sino haber sostenido y estar en pie, y estaría bueno poder gozarlo y sentirlo como algo importante”. El balance típico de logros y objetivos cumplidos pasa a un segundo plano. En ese ejercicio, se recomienda recordar qué fue lo que dio fuerza en los momentos más duros, para aplicar a futuro. Puede ser la rutina o algún lugar especial, tareas como la masa madre de la que se rieron tantos “memes”, las plantas, las manualidades, el ejercicio, una llamada, la virtualidad.
“Tengo que pensar qué quiero desarrollar en mí, qué quiero aprender, hacer y crecer, que me gustaría disminuir, más allá de lo que pase alrededor o mejor dicho sabiendo que alrededor todo puede volver a cambiar”, explica Méndez.
Contrario a la sensación de control que tanto anhelamos el año pasado, ahora estamos atentos a que no tenemos nada garantizado y eso nos prepara de otra manera. Lo que trae a relucir otra palabra muy usada en el último tiempo que es la “frustración”.
“Subjetiva y pasible de ser resignificada siempre”, dice la psicóloga de INECO, “En este año que pasó yo creo que vino de la mano de la falta de libertad, de no poder decidir lo que queremos, lo inesperado de todo, la incertidumbre. Eso puso en juego nuestra tolerancia a la frustración, a la paciencia y a la aceptación”.
El aprendizaje que deja el 2020
Si a Romina le preguntan qué le dejó el 2020, dice que todavía se acuerda del día en el que supo, primero lo intuyó, que en su trabajo la mandarían al seguro de paro. Sobre agosto volvió a trabajar, pero ahora, con el crecimiento exponencial de los contagios teme que pase lo mismo. “¿Y si quedo sin la mitad del sueldo y encerrada sola de nuevo ahora?” Hace un par de días lloró en el baño de su oficina. Todavía no había terminado el 2020 y ella solo podía pensar en que extrañaba a su familia; es del interior. Pensaba en que los vería, después de meses, para pasar Año Nuevo con ellos y que tendría que contenerse para no abrazarlos, para decirles lo mucho que los quería pero a metros de distancia. “No los puedo abrazar, porque imaginate que se contagian por mi culpa, mis padres están viejos”.
Y sin embargo, Romina siente que está más preparada para lo que pueda pasar. Que tiene miedo, sí, pero que sabe que sobrevive. Y busca el lado positivo cuando dice que a pesar de que sus clases de facultad se hayan mudado del salón a Zoom, tener tiempo libre —y la tranquilidad de que aún sin trabajo no le faltaría un plato en la mesa por el respaldo de su familia— le permitió enfocarse y salvar más materias que las que pretendía.
La experiencia del 2020 preparó el terreno para lo que sea que se tenga que vivir en el 2021. El virus ya no es tan imprevisible. Y, sostiene la psicóloga Méndez, “ya sabemos cuáles son nuestras fortalezas y cuáles son las cosas que más nos cuestan. Poder de alguna manera anticiparnos a eso nos pone en un lugar de cierta sabiduría, cierto conocimiento personal que definitivamente no teníamos antes de 2020. Seguimos sin saber cómo van a ser las cosas y cómo será el mundo, pero ahora sabemos verdaderamente que eso es así, eso cambia un poco la experiencia”, añade Méndez.
También hay que ser flexible, manejar las opciones posibles y saber cómo adecuarse a cada una de la mejor manera.
No olvidarnos del lugar del otro
“Escuchemos al otro, hablemos, demos una mano y permitamos que nos ayuden también. Mostremos nuestra vulnerabilidad y no juzguemos, todos estamos intentando dar lo mejor. Tratemos de curar la soledad con una palabra, con un poco de nuestro tiempo. Más que nunca debemos estar unidos y una buena escucha y el amor, muchas veces obran milagros”, dice la especialista en psicología positiva Mariana Álvez. Y, ante la necesidad, recordar que la terapia es una ayuda importante: “Creo que es el momento de que la gente no esté sola, que busque ayuda, hay muchas cosas que los terapeutas pueden enseñar que parecen obvias pero a veces no las practicamos en nuestra vida. Que el 2021 te encuentre tomando control de tu mundo emocional que es el que dirige tu vida y tus decisiones”.
Para mantener la frustración en buenos niveles, hay que aplicar una mirada realista, una filosofía que hace más falta que nunca cuando el contexto pide una pausa, un andar más lento y cauteloso.
Para Méndez no es necesario dejar de lado las metas altas, pero sí entender que el plan para alcanzarlas debe ser uno posible, atado a la medida de las circunstancias. Solo así podremos conectar y entender que somos, ante todo, humanos y cuáles son las posibilidades reales.
“También es importante que las metas sean logros personales, que dependan de algún modo de nosotros mismos, de largo plazo, así también mitigamos el impacto de no poder cumplirlo por algún acontecimiento o estar esperando que mágicamente cambie”.
La percepción de lo humano, dice el psicólogo y escritor Alejandro De Barbieri, es algo que también cambió totalmente a lo largo de estos meses. De Barbieri cita a uno de sus referentes, Tal Ben-Shahar, para hablar sobre que hay que aprender a vivir como seres humanos. Tanto al entender que no hay perfección como que se hizo lo que se pudo con las herramientas que se tenía y así hay que seguir mirando hacia adelante. “Somos humanos, somos frágiles”. Y, además, se entendió más que nunca que lo que hace el humano, repercute en el mundo, y no en uno tan lejano, sino en ese que también habitamos y que nos puede tocar. “Lo estamos viendo más de cerca. La gente que queremos también se puede morir si no nos cuidamos”.
En la lista de las palabras que la Real Academia Española evaluó para elegir su destacada del año pasado, aparecía una que muchos han tatuado en su piel: resiliencia. La pandemia fue uno de los mayores desafíos para la época que se vive y, como tal, la creatividad y la astucia para salir adelante fueron parte del comportamiento humano tanto para reinventarse a nivel laboral como para que los vínculos no se desvanecieran.
Ahora sí, los deseos
Laura Maffei es una endocrinóloga argentina especialista en cómo el estrés afecta al cuerpo, y durante la pandemia estudió cómo ese sentimiento, causado por un incremento en el cortisol y la adrenalina, aumentó de manera generalizada (ver recuadro). En entrevista para la nota, explica que trabajar en el estrés es una de las metas seguras que deberíamos tener todos en este año. “En lugar de plantear una lista de todas las cosas que queremos hacer —comer sano, caminar todos los días—, tenemos que empezar a estudiarnos introspectivamente para saber por qué normalmente no podemos cumplir con esto. ¿Qué vamos a hacer para gestionar los hábitos y no perder la experiencia que nos dejó la cuarentena?”
“En la tragedia siempre hay oportunidad”, dice Mariana Álvez, especialista en psicología positiva. Y suma otra palabra que considera esencial: “Coherencia”.
Si algo tenemos que trasladar para este 2021 es, dice la psicóloga, “cuidarnos con coherencia. Que no es lo mismo que el miedo ni el pánico, ni gritos ni juzgar a los demás. Es hacer lo que tenemos que hacer sin aislarnos del todo, seguir disfrutando de las cosas que tenemos disponibles y explotar nuestros recursos emocionales para poder seguir sobreviviendo, con la esperanza fuerte de que todo lo malo se termina y esto también pasará, más tarde o más temprano lo vamos a lograr”.
La búsqueda de equilibrio es otro aprendizaje para aprovechar e implementar ahora. Las expectativas elevadas no valieron de nada en el 2020. No habrá cambios drásticos en un abrir y cerrar de ojos. La ciencia avanza en su trabajo, pero más de un experto ha dejado claro que la vacuna para la COVID-19 no será una varita mágica. Que los tapabocas, que el no abrazar, que el puño y las videollamadas seguirán siendo parte del cotidiano, también los problemas económicos que vienen de la mano.
Y, en ese sentido, Mariana Álvez habla de ser moderados, cautos, ir paso a paso. Sentarse, escribir deseos, sí, pero planear un año al alcance de la realidad.
Quizá el viaje, el trabajo o la boda de sus sueños tenga que esperar, pero, quizá también haya otros proyectos pequeños que le vayan colmando de buen ánimo y seguridad. Todos los especialistas concuerdan en que lo ideal es hacer aquello que mejora el bienestar de cada uno. Ayudar a un prójimo, meditar o buscar mecanismos alternativos para que sea más fácil estar con nosotros mismos, seguir intentando aplicar esa rutina diaria para que el encierro no agobie, tomar aire libre en algún momento del día.
Aprovechar para conocernos más y saber cuáles son los talentos y habilidades que podemos desempeñar mejor tanto por trabajo como para nuestro disfrute. Que todos los días haya una tarea sencilla que se convierta en nuestro propósito y, así, nos mantenga arriba para cuando por fin el mundo se encause en su vieja normalidad. Escuchar música, cantar, cocinar, bailar, llamar a los amigos. Concentrarnos en los recuerdos felices. Tener un plan A, B y C. “En general las cosas jamás salen exactamente como planeamos y está bien”, piensa Álvez, “pero si nos enfocamos en lo que depende de nosotros y damos lo mejor, aceptemos que hay ciertas cosas que no están bajo nuestro control. Pero esto es algo que da alivio, pensemos que si todo estuviera bajo nuestro control nuestra vida sería agobiante”.
El estrés seguirá siendo parte, hay que aprender a manejarlo
“Para empezar, hay que trabajar el estrés. Este fue, sin duda, uno de los estados estrella del año pasado”, dice Laura Maffei, endocrinóloga argentina especialista en estrés. Y añade que, si bien el estrés es algo muy común en la última década, es una reacción que estuvo tensionada en su máxima potencia en el 2020 y que no podemos dejar que nos gane.
El estrés son las hormonas cortisol y adrenalina reaccionando ante situaciones que no podemos controlar, que son imprevisibles y que nos vuelven vulnerables. Y la pandemia trajo todo eso.
“Todos estuvimos atravesados por el estrés crónico. Después empezamos a tratar de gestionar, con más o menor éxito, controlar esto”, explica. Y añade que “si logramos mantener a raya nuestras hormonas de estrés, si logramos mantener energías a niveles adecuados, si logramos aprender a relajarnos, a enfocarnos, a controlarnos, organizarnos, vamos a poder tener muchísimas más herramientas para salir adelante ante toda la incertidumbre que trae la COVID-19. Porque como decía Darwin, no sobrevive el más inteligente, sino el que mejor se adapta”.