100 años de Einstein en Uruguay: el físico alemán dio conferencias multitudinarias, fue dos veces al teatro y también al cine

Por espacio de una semana, entre el 24 de abril y el 1º de mayo de 1925, Albert Einstein y su misteriosa teoría de la relatividad fueron el tema de conversación obligado en los ambientes académicos, políticos y científicos de Montevideo

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Estatua ubicada en la Plaza de los Treinta y Tres.

Por espacio de una semana, entre el 24 de abril y el 1º de mayo de 1925, Albert Einstein y su misteriosateoría de la relatividad fueron el tema de conversación obligado en los ambientes académicos, políticos y científicos de Montevideo. Además de su famoso encuentro con el filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira, el físico alemán, que había llegado al Río de la Plata tras un viaje en barco de tres semanas desde Europa, dio conferencias multitudinarias, fue dos veces al teatro y también al cine.

Aunque muy pocos -poquísimos- entendían sus teorías, el genio de la física se movía entonces por el mundo como una verdadera rock star, antes que existieran, por supuesto, las estrellas del rock. Su fama estaba a la altura de la de Charles Chaplin, al que admiraba y conoció. Aunque el protagonista de Candilejas conmovía al mundo a través de una gran pantalla, explotando el humor y la emoción, que eran mucho más fáciles de decodificar por parte del gran público.

Una estatua ubicada en la Plaza de los Treinta y Tres (antes Artola), recuerda el momento más famoso de aquella visita: el encuentro mantenido en ese mismo sitio entre Einstein y Carlos Vaz Ferreira. Una copia de la misma escultura se encuentra en la quinta que perteneciera al filósofo uruguayo. Y otro monumento, colocado por la comunidad israelita, lo homenajea en el Parque Rodó, frente al Parque Hotel (hoy sede del Mercosur), donde le habían ofrecido alojarse, aunque él terminó hospedándose en la casa de una familia amiga sobre la avenida 18 de Julio.

¿Qué vino a hacer Einstein a Uruguay? ¿Quién lo invitó a venir y por qué? ¿Qué personajes prominentes de la sociedad vernácula conoció durante su estadía? ¿Qué actividades realizó? ¿De qué hablaba en las entrevistas que concedía a los periodistas? ¿Qué impresión dejó entre los uruguayos de 1925?

Estas preguntas obtienen respuestas en el libro Einstein en Uruguay, crónica de un viaje histórico, escrito por Diego Moraes, hoy cónsul uruguayo en República Dominicana.

“A él le habían dado el premio Nobel en 1921, cuatro años antes de viajar a Uruguay. O sea que cuando llegó estaba exactamente en la mitad de su carrera, tomando en cuenta que se dice que su trayectoria arranca en 1905. Antes de venir publicó en la revista Análisis de Física cinco artículos que catapultaron su fama a nivel internacional. Y él se retira en el año 45, 20 años después del viaje al Río de la Plata”, comenta Moraes a Domingo.

Y agrega: “Para entonces, era muy famoso pero a la vez muy incomprendido, hay que tener en cuenta que en aquel momento la Teoría de la Relatividad todavía no era unánimemente aceptada por la comunidad científica; había muchos detractores -en Uruguay hubo varios-, entre otras razones, porque en aquellos momentos todavía no existían los medios técnicos para hacer comprobaciones empíricas: era una teoría que se sostenía básicamente en formulaciones matemáticas. Einstein fue de los primeros científicos, por lo menos de impacto global, que habló abiertamente de la necesidad de divulgar la ciencia, de la necesidad de que la ciencia se acercara a la gente”.

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Einstein en Uruguay.

Entre curiosos e intelectuales

El Diario del Plata fue uno de los medios que reflejó el éxito de convocatoria que el físico tuvo desde su primera conferencia en suelo uruguayo: “Todo el inmenso y justificado interés despertado por Einstein en nuestro ambiente intelectual se puso de manifiesto ayer en la recepción y conferencia realizada en el salón de actos públicos de la Universidad. Desde mucho antes de la hora fijada el público se aglomeró ante la puerta de entrada, esperando que se diera libre acceso. Entre tanto, se realizó la recepción al ilustre visitante a la que asistieron distinguidos elementos de nuestro mundo científico y social, ocupando casi totalmente el salón de actos. A la hora fijada apareció en el estrado el profesor Einstein, quien fue recibido por una prolongada salva de aplausos, en los que se sintetizaban la admiración y el afecto que ha despertado entre nosotros la personalidad del sabio”.

Es probable que casi todos los uruguayos medianamente cultos hayan estado al tanto de las actividades. Y muchos estuvieron presentes entre el público que desbordó las conferencias. En ese entonces, en Uruguay se respiraba una intensa atmósfera cultural, en la literatura, las artes visuales, la filosofía, la arquitectura y la música. Eran épocas de la “Suiza de América”, de un país con altos niveles de bienestar.

Pero la realidad es que la gran mayoría de quienes concurrieron a escuchar a Albert Einstein (o “Alberto”, como se lo identifica en su monumento del Parque Rodó) fueron curiosos y lo que hoy llamaríamos “cholulos”, que querían ver de cerca a una auténtica celebridad.

“Sabía de antemano, antes de venir al país, que iban a ser muy pocas las personas en condiciones de entender lo que tenía para decir. Solía decirse que en el Río de la Plata los únicos que estaban en condiciones de entenderlo eran Leopoldo Lugones en Argentina y Vaz Ferreira en Montevideo. Él les dijo a los periodistas cuando lo entrevistaron en el buque que lo trajo en su primera pasada por el puerto de Montevideo (antes de seguir hacia Buenos Aires), que las personas que no tuvieran conocimientos científicos y matemáticos avanzados no perdieran el tiempo en ir a las conferencias, porque no iban a entender nada. Y fue en los hechos lo que ocurrió”, comenta Moraes.

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Estatua de Einstein en el Parque Rodó.

Sin embargo, sus tres charlas en el Paraninfo de la Universidad fueron un éxito en cuanto a marco de público. “Realmente fueron muy pocas las personas que lograron entenderlo. Él mismo dijo que los que mejor lo podían entender eran los ingenieros y los médicos, aunque esto último fue una observación muy curiosa que hizo. Si uno lee las crónicas de la época, los periodistas se veían en figurillas para tratar de comunicar a sus lectores una cosa que ni ellos mismos entendían. Entonces, la tónica fue esa: una celebridad a nivel mundial y un genio incomprendido en un país que estaba en pañales en términos científicos. Ni siquiera existía una Facultad de Ciencias en Uruguay”, agrega el investigador.

Durante su estadía en el país, el físico estuvo en contacto con una gran cantidad de personalidades: científicos, profesores, estudiantes, políticos, integrantes de la comunidad judía y artistas, entre otros. Muchos de ellos son muy conocidos, como Vaz Ferreira, Luis Alberto de Herrera, el rector de la Universidad Elías Regules o el músico Eduardo Fabini.

Pero volviendo a lo anterior. ¿Por qué todas estas personas se veían seducidas por Einstein? ¿Por la Teoría de la Relatividad que muy pocos entendían? Esto comenta a Domingo Martín Monteiro, integrante de la Sociedad Uruguaya de Física y de la Sociedad Uruguaya de Astronomía: “Obtuvo una gran fama también a partir de un eclipse que hubo en 1919, con el cual se comprobó una de las predicciones más importantes e impactantes de la Relatividad General, que dice que la gravedad es capaz de desviar la luz. Y eso se pudo medir a partir de ese eclipse, en una expedición inglesa. De la noche a la mañana, Einstein se convirtió en una superestrella mundial, por ser alguien que había descifrado un gran enigma del universo. Fue como que hubiera leído la mente de Dios, más o menos”.

“A partir de ahí empezó a tener varios viajes por Japón, por Palestina, por España, y luego vino acá a Sudamérica. En Estados Unidos también estuvo de visita muchísimas veces”, agrega Monteiro.

Argentina con sabor amargo

Einstein tocó por primera vez suelo uruguayo el 23 de marzo de 1925, viajando a bordo del buque alemán Cap. Polonio. Pero estuvo pocas horas, antes de proseguir su viaje hacia Buenos Aires. Finalmente, vino a cumplir con su agenda de charlas y reuniones el viernes 24 de abril, partiendo el 1° de mayo, otra vez desde el puerto, rumbo a Brasil.

“Estuvo un mes en Argentina, la mayor parte del tiempo en Buenos Aires, pero también en La Plata y en Córdoba. Allá tuvo una agenda demasiado intensa. Hay que tener en cuenta que hizo un viaje en barco desde Europa que duró tres semanas. Y en el mes que estuvo dictó 12 conferencias; o sea, daba una cada día por medio. Fue absolutamente abrumado por actividades sociales, homenajes, agasajos, recepciones. Los periodistas en particular lo trataron muy mal, lo avasallaban demasiado”, comenta Moraes. Y añade: “En el diario de viaje se recuerda que cuando llegó al puerto de Buenos Aires, los periodistas llegaron a quitarle su propio equipaje y a tirarlo frente al vehículo en el que se transportaba para evitar que avanzara y poder sacarle fotos y entrevistarlo. Estuvo demasiado invadido en su privacidad. Y era un tipo muy humilde, a pesar del prestigio y la fama que tenía a nivel mundial. Ese fue uno de los motivos por los que decide venir a Uruguay”.

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Estatua en la quinta que perteneciera a Vaz Ferreira.

Charlas y agasajos

Según se detalla en el libro Einstein en Uruguay, crónica de un viaje histórico, el físico llegó a Montevideo el viernes 24 a las 8:00 horas en el vapor de la carrera Ciudad de Buenos Aires, siendo recibido por autoridades de la Universidad de Montevideo, la Asociación Politécnica del Uruguay, el Centro de Estudiantes de Ingeniería y Agrimensura, la Facultad de Ingeniería y Ramas Anexas, el Ministerio de Relaciones Exteriores, la colectividad judía local y público en general.

El Consejo de Administración Departamental le ofreció alojamiento en el Parque Hotel, pero el visitante declinó la invitación, pues ya había acordado alojarse en la residencia particular de su amigo ruso-judío Nahum Rosemblat, ubicada en la avenida 18 de Julio 1515, en el centro montevideano.

Realizó un paseo a pie por las calles de la ciudad en compañía de Rosemblat y luego mantuvo el famoso encuentro con Vaz Ferreira en la plaza popularmente conocida hoy como “de los Bomberos”. A la tarde, recibió nuevamente al intelectual uruguayo en su alojamiento, así como al ministro plenipotenciario de Alemania y a integrantes de la Junta Directiva del Ateneo de Montevideo.

A las 9:30 del día siguiente fue visitado por una delegación de la colectividad judía de Montevideo. Y media hora más tarde salió a recorrer la ciudad acompañado por el ingeniero Amadeo Geille Castro y dos estudiantes de Ingeniería, con quienes llegó hasta el Prado y visitó la escuela pública ubicada en la antigua Quinta de Castro.

A las 17:30, en el salón de actos públicos de la Universidad, dictó su primera conferencia sobre “Bases generales de la teoría de la relatividad” ante un auditorio repleto.

En tanto, por la noche del mismo sábado asistió a una función de ópera en el teatro Solís en la que se presentó La traviata, de Giuseppe Verdi, por una compañía alemana. El domingo 26 de abril, a las 9:00 horas, ofreció la única conferencia de prensa colectiva programada durante toda su estadía en Montevideo, la cual se realizó en la residencia Rosemblat. Al cabo de la misma, emprendió un recorrido en auto por Montevideo en el que visitó la rambla, el Parque Rodó y la zona de Trouville.

A la tarde, en compañía del presidente del Consejo de Administración Departamental, el ingeniero Luis P. Ponce, realizó un nuevo paseo por la rambla, ocasión en la que conoció el Hotel Casino Carrasco y la zona de Punta Gorda.

En compañía de Carlos Maggiolo, la familia Rosemblat y el embajador de Alemania, asistió otra vez al teatro Solís, en esta ocasión a ver Lohengrin, de Richard Wagner.

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Casa en 18 de Julio en la que se hospedó Albert Einstein.

Continuando con su agenda

En la mañana del lunes 27 visitó la Compañía de Materiales para Construcción de Bella Vista y las obras de edificación del Palacio Legislativo, que se inauguró ese mismo año, acompañado por el presidente del Senado, Juan Buero y el decano de la Facultad de Ingeniería y Ramas Anexas, Carlos Maggiolo. Ese mismo día escribió una carta en alemán dirigida a sus hijastras, Ilse y Margot. Y a las 15:00 fue presentado al presidente de la República, José Serrato.

A las 17:30 pronunció su anunciada segunda conferencia en la Universidad, profundizando en el tema “Bases generales de la teoría de la relatividad”.

De acuerdo a su agenda recopilada por el escritor Diego Moraes, a la noche compartió una velada familiar en residencia Rosemblat.

El martes 28 asistió a una recepción ofrecida en su honor por parte de la colectividad alemana que residía en Uruguay, realizada a las 18:00 horas en el Club Alemán. Más tarde, concurrió a un banquete en su honor organizado por la colectividad judía, el cual tuvo lugar en el Hotel del Prado.

El miércoles 29 visitó la Facultad de Ingeniería y Ramas Anexas, donde fue homenajeado por el Centro de Estudiantes, que le entregó una placa de oro conmemorativa y un diploma que lo acreditaba como socio honorario de la institución.

Al mediodía, asistió al Cabildo de Montevideo (entonces Parlamento) para recibir el saludo que le tributó la Cámara de Senadores, instancia en la cual el presidente del cuerpo, Juan Buero, pronunció un encendido discurso en su honor.

A las 17:30, dictó su tercera y última conferencia en la Universidad. Y luego escribió una carta en francés dirigida a Vaz Ferreira.

A la noche, fue invitado a una recepción en su honor en la Legación Alemana, a la que asistieron políticos y científicos uruguayos.

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Diego Moraes con su libro sobre la visita de Einstein a Uruguay.

Finalmente, el jueves 30 fue su último día de reuniones y agasajos en suelo uruguayo. Por la mañana, concurrió al cine, donde vio un documental sobre una expedición al Polo Sur y una película de su admirado Charles Chaplin: El falso pastor.

El Consejo Central Universitario, en sesión extraordinaria, decidió otorgarle el título de profesor honorario de la Universidad de Montevideo. Y, accediendo a otra invitación, realizó un paseo en yacht por el Río de la Plata y visitó la Asociación Politécnica del Uruguay (que más tarde sería la Asociación de Ingenieros).

A las 21:00 concurrió a un último y fastuoso banquete en su honor ofrecido por la Universidad de Montevideo en el Parque Hotel. Allí hubo autoridades del gobierno y de la academia, así como profesores y estudiantes. Y se le entregó el diploma que lo acredita como profesor honoris causa de esa casa de estudios.

Reflexiona el físico Martín Monteiro: “Ver la imagen de Einstein en la antigua Facultad de Ingeniería rodeado por un mar de estudiantes, impactados por su presencia, es algo muy emotivo. Porque todo eso generó después entusiasmo para seguir trabajando, investigando, haciendo ciencia en general. Realmente fue una figura muy dinamizadora, que vino a mover un poquito el medio de una forma muy positiva”.

El viernes 1° de mayo, Einstein partió en el vapor francés Valdivia rumbo a Río de Janeiro (a bordo de este buque redactó los recuerdos de su estadía en Uruguay en el Diario de viaje por América del Sur), dejando tras de sí una estela que, todavía hoy, 100 años después, no se ha disipado.

Un personaje por encima de lo científico

El jueves de esta semana se realizó una charla con cuatro expositores en la Facultad de Humanidades para celebrar los 100 años de la llegada de Albert Einstein a Uruguay. Las ponencias estuvieron orientadas a entender los impactos de las teorías de la relatividad tanto en la Física como en la Filosofía, a nivel global y nacional. Ambas disciplinas han mantenido un vínculo histórico en la tradición del pensamiento occidental. Y el propósito de los expositores fue el del explorarlo a partir del impacto que tanto la Teoría de la Relatividad Especial (1905) como la de la Relatividad General (1915) generaron en estos campos del saber.

Uno de los conferencistas fue el físico y escritor Rodolfo Gambini.

“De alguna manera, todo el pensamiento actual en Filosofía intenta incorporar la Física moderna, que, de alguna manera, se puede decir que nace con Einstein. Y ha tenido enormes dificultades para eso, porque de alguna manera les resulta difícil de entender y difícil de transformar conceptualmente en cuestiones que los filósofos pueden manejar. Entonces, se sigue pensando muy mal en filosofía porque se utilizan términos que solo valen en la física de Newton, pero eso ya quedó absolutamente atrás en el tiempo”, comenta Gambini a Domingo.

Y agrega: “Einstein después de 1916 era una figura que trascendía lo científico, era un intelectual, un hombre universal. Y después tuvo una importancia fundamental en todos los desarrollos, incluso de la bomba atómica, a la que siempre se opuso pero, de alguna manera, lo convencieron para escribir una carta donde hablaba de los riesgos de no hacer nada al respecto cuando Alemania estaba desarrollándola. O sea, la figura de Einstein está por encima de lo meramente científico”.

Albert Einstein.
Albert Einstein
Foto: Archivo.

Vaz Ferreira, la Facultad y el Cap. Polonio

Martín Monteiro considera que Einstein no ha podido ser igualado como físico, aunque también destaca otros valores que enaltecen su condición humana. “Fue un pacifista y estaba comprometido socialmente. Terminó siendo con el tiempo una figura relevante en todos los sentidos. No en vano la revista Time lo colocó en su carátula como la personalidad del siglo XX”, comenta a Domingo.

Y agrega sobre sus encuentros -y admiración mutua- con Vaz Ferreira: “Pocos años después, este filósofo se convirtió en rector de la Universidad de la República. Y unos 20 años más tarde termina fundando la Facultad de Humanidades y Ciencias, nada menos. Cuando Einstein visitó nuestro país, la ciencia se generaba en la Facultad de Ingeniería, que a su vez se había escindido de lo que era originalmente la Facultad de Matemáticas y Ramas Anexas”.

En su blog (fisicamartin.blogspot.com), Monteiro comenta distintos aspectos de la visita de Einstein. Y dos curiosidades con respeto al barco que lo trajo al Río de la Plata: “La primera del Cap. Polonio es que su nombre deriva de un accidente geográfico uruguayo, el Cabo Polonio. La otra es que en 1935 el barco fue desmantelado y su interior fue vendido a un hotel que adoptó su nombre, y que todavía permanece abierto en la ciudad de Pinneberg, muy cerca de Hamburgo, en Alemania. Existe otro Hotel Cap. Polonio, en Ushuaia, Argentina”.

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Martín Monteiro. Físico y docente universitario.

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