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La memoria de la Shoá y la culpa por haber admirado a Alemania

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Santiago H. Amigorena

Más que una novela

Santiago H. Amigorena narra la historia de un judío argentino que la vio de lejos, con mucha culpa por lo que le sucedía en Varsovia a sus familiares.

Este libro, como muchos, contiene material sensible, y si bien parece novela durante su desarrollo, el final y la nota del traductor revelan que se trató en parte de un testimonio de vida. Ese dato —y su particular contexto histórico— lo hace pasible de ser analizado por un lado en su contenido y por otro, en su ejecución. El gueto interior está escrito en francés por el argentino Santiago H. Amigorena (n. 1962), guionista y director de cine radicado en Francia, con pinta de bohemio y expareja de la actriz Juliette Binoche; y está traducido por su primo Martín Caparrós Rosenberg (n. 1957), en familia apodado “Mopi”, periodista y escritor argentino de trayectoria sólida y multipremiada, que ahora vive en España y escribe para The New York Times.

El gueto interior narra en tercera persona la historia de Vicente Rosenberg, un padre de familia de treinta y ocho años, emigrante de origen polaco judío, que desde el café Tortoni en Buenos Aires, mientras conversa con sus amigos Ariel Edelsohn y Sammy Grundfel, piensa en su madre y hermano anclados en Varsovia. La fecha es clave: 1940, cuando todavía la Segunda Guerra Mundial era ajena para parte del mundo, y el nazismo más aún, excepto para Polonia, que ya estaba invadida desde 1939. Amigorena entonces va contando la historia personal de su abuelo Vicente Rosenberg —el matrimonio con Rosita, que se deshilvana cuando las noticias de la guerra y las tristes, anunciatorias cartas de la madre van llegando; el descuido de su mueblería y la caída personal en el ostracismo y el juego—, con información histórica y reflexiones sobre lo que algunos llamaron Holocausto, otros Hurbana, otros “Solución final”, y otros Shoá.

El libro comienza bien, y se lee ágilmente —porque la historia es atrapante—, pero a la mitad, o antes, se empiezan a ver sus fallas literarias: el sentimentalismo con que aborda la relación matrimonial, la reiteración explicativa de los estados de ánimo, la autocondolencia de los personajes, la fragilidad teleteatral de los diálogos y, en general, todo aquello que no hace honor a una premisa literaria básica, que nadie dijo mejor que el peruano Julio Ramón Ribeyro: la historia “si es real, debe parecer inventada; y si es inventada, real”.

En el balance, se rescata el costado reflexivo: los fragmentos donde se cuestiona qué es ser judío y cuándo esa identificación comienza a irradiar a cualquier otra, el estigma culpógeno del personaje (por dejar a la madre, por admirar a Alemania), y la condición siempre ambigua del emigrante que no encuentra su lugar en el mundo.

EL GUETO INTERIOR, de Santiago H. Amigorena. Literatura Random House, 2020. Trad. de Martín Caparrós. Barcelona, 156 págs.

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