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Los policiales de Ray Bradbury

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Ray Bradbury

Memorias de otros géneros

El gran autor norteamericano confesó que no logró dominar el género policial siendo joven. Acaba de llegar una edición completa de esos cuentos.

Convencido de que no hay calidad sin cantidad (el formidable aserto le pertenece), Ray Bradbury (1920-2012) dio comienzo a su carrera como escritor profesional comprometiéndose con la escritura de un cuento por semana. Antes de asegurarse un nombre en la historia de la ciencia ficción con los relatos recogidos en Crónicas marcianas (1950), El hombre ilustrado (1951) y Las doradas manzanas del sol (1953) o, mejor dicho, mientras escribía estos textos, Bradbury experimentó además con buena parte de los otros géneros disponibles en el gran contexto de la literatura pulp estadounidense de la primera mitad del siglo XX, desde la fantasía hasta el relato weird, desde la ciencia ficción hasta el horror.

De hecho, Dark Carnival, el libro inaugural de la bibliografía bradburiana, fue publicado en 1947 por nada más y nada menos que Arkham House, la editorial fundada por los escritores August Derleth y Donald Wandrei para rescatar en formato libro las obras de su amigo y maestro H. P. Lovecraft, hasta ese momento publicadas únicamente en revistas. Y Lovecraft, como es sabido, revolucionó el relato de horror hibridándolo con la ciencia ficción, lo que algunos llamarían después “horror cósmico”, “cuento materialista de horror” o, con más adherencia, simplemente ficción weird. Algunos de los cuentos de Dark Carnival fueron publicados posteriormente en El país de octubre (1955), libro que permite la mejor apreciación de esa zona weird e híbrida en la producción literaria de Bradbury, pero durante esos años de frenesí creativo en la década de 1940, Bradbury no sólo se abocó al horror, la fantasía, la ciencia ficción y a la mezcla de los tres, sino que acometió además la escritura de textos de corte policial o, para usar una etiqueta acaso más adecuada, “ficciones de crímenes”.

No tan perfectos

Sería difícil argumentar a favor de estos relatos, sin embargo, como los más exitosos de sus emprendimientos; de hecho, pueblan un territorio largamente dejado de lado (y no parece difícil argumentar que con cierta razón) por sus lectores no completistas o cultores de esos otros géneros que practicó con mayor éxito.

El primer esfuerzo por compilar estos textos fue publicado en 1984 bajo el título Memoria de crímenes, y en la introducción de este libro el propio Bradbury admitía no haber logrado dominar el género policial por esas fechas tan tempranas de su carrera: “La ficción policiaca, asi como los géneros de fantasía, ciencia ficción y horror, eran mi fiesta. Pero mi talento se desarrolló más rápidamente en los últimos porque exigen intuición. Mis conceptos de fantasía, horror y ciencia ficción llegaban como rayos y me lanzaban de cabeza a la máquina. Los cuentos de misterio (…) dañaban mi capacidad de usar la intuición a fondo”. Pero la aparición de este libro coincidió con un rebrote en el interés de Bradbury por los relatos de crímenes, y en los años que siguieron publicaría las novelas La muerte es un asunto solitario (1985), Cementerio para lunáticos (1990) y Matemos todos a Constance (2002), que forman una trilogía tramada en torno al narrador recurrente, suerte de instancia autoficcionada del propio Bradbury (algo no muy diferente a lo que acometería en 1992 con la hermosa novela autoficcional/autobiográfica Sombras verdes, ballena blanca).

Cuentos "exportados"

Una edición más completa de los textos policiales primerizos de Bradbury apareció en inglés en 2020. Su traducción al castellano, Los muertos no resucitan y otros relatos, acaba de ser publicada por Minotauro, con una portada que homenajea la estética de las revistas pulp en las que aparecieron originalmente los relatos en cuestión. Y al leer la selección completa es difícil no mostrarse de acuerdo con el juicio severo de su autor; de hecho, los cuentos que parecen más satisfactorios son aquellos que ya habían sido “exportados” de esta zona policial a otros territorios en los que Bradbury se movió con mayor soltura; así, el clásico “Marionetas, S.A.”, que fuera adaptado además en la memorable serie de TV El teatro de Ray Bradbury (1985-1986), integró la ya mencionada compilación de relatos El hombre ilustrado y, notoriamente, fusiona (como más o menos por el mismo tiempo hacía Isaac Asimov con sus cuentos de robots y, después y más exitosamente, con sus novelas de la década de los cincuenta Bóvedas de acero y El sol desnudo) la ciencia ficción con el relato de crímenes y, un poco también, con el horror.

Otros ejemplos del subconjunto de mayor interés entre estos cuentos son “El pequeño asesino”, al que los lectores de Bradbury recordarán de El país de octubre; “Toda la ciudad duerme”, que fuera reescrito por Bradbury como el capítulo 30 de la novela El vino del estío (1957); y “Castigo sin crimen”, publicado también en la recopilación de cuentos Mucho después de medianoche (1976), que retomaba las ideas de “Marionetas, S. A.” y sus replicantes asesinos. Casi todos los otros relatos, sin embargo, no son especialmente brillantes, por decirlo de alguna manera, y su interés, además de la obvia conexión afectiva que sin duda sostendrán con ellos los fans más acérrimos de su autor —y la inclusión de “Donde todo acaba”, hasta ahora inédito en castellano, que sirvió de base a La muerte es un asunto solitario—, pasa por pensar en los temas recurrentes (las relaciones de pareja, los roles de género, las dificultades para abrirse camino en el mundo laboral) que aportan a una suerte de sótano realista de estas ficciones. No se trata tanto de elogiar a Bradbury como observador lúcido de su tiempo (en ese sentido es mucho más fascinante lo construido por Philip K. Dick en sus experimentos con la escritura de novelas realistas, a comienzos de su carrera) sino, más bien, de detectar automatismos, condicionamientos y horizontes conceptuales que hoy podrían incluso incomodar o incluso inquietar a no pocos lectores.

Paralelamente, el talento narrativo —y sobre todo el encanto— de Bradbury asoma en los lugares más oscuros, incluso en cuentos un poco tontos sobre esposas infieles y viejas rivalidades entre liceales envejecidos.

LOS MUERTOS NO RESUCITAN Y OTROS RELATOS, de Ray Bradbury. Minotauro, 2021. Barcelona, 293 páginas. Traducción de Simon Saito Navarro.

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