Gustavo Leal y los sicarios, cara a cara con los enviados de la muerte

Gustavo Leal
Gustavo Leal.

Un libro diferente

El sociólogo trató de entender, en largos diálogos, por qué ocurren este tipo de crímenes. Y logró un libro diferente.

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No es como en las películas. Pero tiene mucha película encima. El término sicario, que refiere a quien lleva a cabo un asesinato por encargo, forma parte de los mitos y el glamour que rodea a la violencia contemporánea. Sobre todo a la violencia convertida en espectáculo. En el imaginario es una máquina de matar eficiente, desalmada, alejada de toda humanidad. Que no comete errores. Que aparece y desaparece sin dejar rastros.

En el libro Historias de sicarios en el Uruguay, Entrevistas y confesiones de Gustavo Leal, el sicario es exactamente lo opuesto. Son mujeres y hombres demasiado humanos, que dudan, que deben lidiar con cuestiones trascendentales en su alma, que cometen errores, y que mueren. Que aparecen y no desaparecen, están presos. Es allí donde el sociólogo Leal, un profesional de vasta experiencia en políticas públicas sobre seguridad ciudadana, llevó a cabo este trabajo, donde a través de largas entrevistas con los propios sicarios, indagó en sus razones, miedos, sueños, esperanzas y remordimientos.

El libro está organizado en seis capítulos, cada uno dedicado a notorios casos recientes de sicariato ocurridos en Uruguay. Los capítulos abren con datos, fecha, lugar, víctimas y autores, para relatar a continuación de forma precisa cómo ocurrieron los hechos. Con esta introducción el lector se sentirá parte de un relato policial vertiginoso, con datos crudos, tan reveladores como estremecedores (por ejemplo, cómo mataron a un niño de dos años). Describe la ruptura del orden (por el acto criminal) y, tras esa ruptura, la resolución del enigma a manos de las autoridades, es decir, la restauración del orden. Estos párrafos introductorios aportan calma y un cierre. Trata de sicarios, pero están todos presos, y alguno ya muerto.

La virtud de este trabajo llega con las entrevistas que siguen en cada capítulo. Lo que se había ordenado en la introducción, en las entrevistas se desordena. Lo que parecía cierto, irrefutable, racional e inapelable al mejor estilo Hercule Poirot, comienza a ser contradictorio y paradójico. Como si se ingresara en un terreno resbaladizo donde predomina el delirio, la manipulación y la mentira. Estos largos encuentros cara a cara con los autores de los crímenes son los que hacen que este libro sea diferente.

Juego extraño

Dice Gustavo Leal en el prólogo: “El cara a cara con un sicario es una experiencia absoluta, desestructurante y devastadora, en ocasiones con ribetes surrealistas. Es entrevistar en vida al enviado de la muerte. Les aseguro que remueve”.

Lo supo el mexicano Alejandro Almazán en su libro Gumaro de Dios, El caníbal, tras entrevistar en la cárcel a un joven que, estando de vacaciones con su novio en Playa del Carmen, tras tener relaciones y discutir con él, lo asesinó y se lo comió. Entrevistado por este cronista en Guadalajara para el Especial de El País Cultural sobre literatura y violencia en México (2013), Almazán explicó que “Yo insistía con saber qué había pasado, más allá del hecho espantoso. Y las charlas con él eran alucinantes, pues sufría de esquizofrenia paranoica. Mientras yo le platicaba, él me decía ‘¿Ves esos pececillos de colores? ¿Ves cómo se ríen de mí?’ Estaba dentro de su mente, trataba de entenderlo, y no podía. (...) entonces tú, que creías tener el control del personaje, de pronto se te va, y comienzas a enloquecer. Te dan uno miedos… sobre todo dos cosas: uno, descubrir lo que yo era capaz, y otro, miedo a que alguno de los asesinos que entrevisté se viera reflejado en mi ficción, se molestara, y bueno…”.

Gustavo Leal enfrentó un desafío similar. No lo cuenta como el mexicano, pero queda evidente entrelíneas en el diálogo con cada entrevistado. Por ejemplo, en el caso de la familia asesinada en Rivera en 2013 que abre el libro (el crimen más sangriento de la historia de la ciudad de Rivera, según el autor), donde fue asesinado el niño Inti Gau Aguirre de 2 años junto a sus padres. Dos de los autores, Paola Fraga y Fernando Portillo, dan otra versión de los hechos. El entrevistador los confronta con los datos de la investigación policial (Fraga niega haber estado durante los homicidios; Portillo haber estado cuando asesinaron al niño). Lo hace una y otra vez, dejando en evidencia un extraño juego de negación. Quizá porque necesitan distanciarse del asesinato del niño por conveniencia. O porque el entrevistador, al intentar con sus preguntas que ambos asuman el horror de los hechos, traspasa una línea peligrosa donde los parámetros de lo “real” se desdibujan. Entonces, lo revelador de estos diálogos no es el resultado, la aceptación o no de las circunstancias, de la culpa o lo que fuera, sino las estrategias que cada entrevistado desarrolla para lidiar con lo innombrable. Aunque sepan, en el fondo, que todo es una construcción. “Es que en la cárcel está lleno de mentirosos, esto usted lo sabe” le dice Fraga al entrevistador para cerrar el diálogo.

Perros

El término sicario en la vida real plantea dificultades; nadie quiere ser señalado como tal. Algunos en el libro tratan de distanciarse de él. “Soy una tentativa de sicario” explica quien intentó matar a una referente de un clan rival de narcotraficantes y falló, pero hirió de gravedad a un niño (2018, barrio Casavalle, Montevideo). Otros se distancian ejerciendo un curioso humor negro, como los que intentaron matar a una contadora (2008, Montevideo). Leal les pregunta: “¿Intentaron matarla tres veces y las tres fallaron?” A lo que uno le responde: “No es que fallamos, es que no se murió”. Otros, mientras tanto, asumen su condición sin mayores complicaciones (“Perdí la cuenta de los muertos y heridos que tengo (...) Sicarios hay en todos lados, que cobren menos, que cobren más por quedar bien, son sicarios igual. Sos un perro, sos un sicario”). O a veces provocando escalofríos, como el brasileño Marcio Portes Martins, autor por encargo de dos homicidios en Rivera (2019), que se definió a si mismo como un combatiente leal a su facción (el PCC, Primer Comando de la Capital brasileño), y que unos meses después de ser publicado el libro fue asesinado en el Penal de Libertad por otro recluso (diciembre 2021). Iba a salir de la cárcel en 2045, con 63 años.

Historias de sicarios en el Uruguay es un libro valioso y poco frecuente. Intenta ir detrás de la violencia, a las razones profundas, las que no se ven. Lo hace con método, inteligencia y coraje. Como cuando le dice al autor de un homicidio: “Yo estoy tratando de entender cómo las personas se relacionan en el contexto de un sicariato. Y esto que me relata no me cierra, esto es mentira”.

HISTORIAS DE SICARIOS EN EL URUGUAY, de Gustavo Leal. Debate, 2021. Montevideo, 324 págs.

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