El hermano perdido de Mauricio Rosencof ahora es protagonista en una breve novela

por Ionatan Was
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Este libro parece una suerte de reivindicación histórica. Trata del hermano mayor de Mauricio Rosencof, el hermano del que muy pocos tenían conocimiento. Como si el prolífico autor uruguayo hubiera esperado años, décadas enteras para escribirlo.

Rosencof desde siempre fue muy de contar su propia vida, sus afectos. Ahora, leyendo esta breve miscelánea llamada Mi hermano Leonel, queda la sensación de que algo sanó: como una herida, un dolor latente. Aun en la brevedad de lo narrado, porque el libro se lee en apenas en un par de horas relajadas.

Sucede en el género de la biografía (ajena o propia) que se cae en lugares comunes y previsibles, limitando el interés. En Mi hermano Leonel no ocurre. La prosa es elegante, atildada y simple de entender. La pulsión de leer estriba en lo variopinto, lo heterogéneo, la sorpresa constante, pues el autor/narrador habla de Leonel, pero también de sí mismo, de su pasado, de sus compañeros de calabazo devenidos dirigentes. Habla del papá y la mamá, de cuentos prestados, sacando a relucir unos cuantos secretos del pasado familiar.

Rosencof es de origen judío. Nunca lo negó, aunque no sea practicante. Aquí la cuestión religiosa es trascendental, pues atraviesa la historia de principio a fin. Empezando por el pueblo polaco donde naciera Leibu, del que muchos años después desaparecería todo rastro de judaísmo. De muy pequeño con la mamá cruzó el Atlántico, hasta la remota Florida donde nacería el hermano menor Mauricio. Entonces Leibu pasaría a llamarse León. Y luego, en los cuadernos escolares, León firmaría como Leonel. Rosencof se hace un montón de preguntas, en especial sobre la muerte. Y de todas esas, sobre la muerte del Leonel adolescente, hasta terminar con esa cuestión inexplicable: el por qué.

MI HERMANO LEONEL, de Mauricio Rosencof. Penguin, 2025. Montevideo, 86 págs.