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Carlos Marx tiene una piedra en el zapato

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Juan Grompone
Fernando Ponzetto

Ensayo filosófico

Juan Grompone escribe sobre Carlos Marx, su vigencia, su caducidad y los malentendidos.

Lo primero a aclarar es que Juan Grompone, al hablar de materialismo en su nuevo libro Marx hoy, no se refiere a la avidez por los bienes materiales, aunque ese materialismo siga también muy vigente, por desgracia. Grompone en realidad aborda la posición filosófica que explica el funcionamiento histórico de las sociedades humanas, por la evolución de los medios productivos y las relaciones sociales de producción.

Juan Grompone (Montevideo, 1939) es un intelectual de raza: su padre fue Antonio Grompone (1893–1965), fundador y primer director del Instituto de Profesores Artigas (IPA). Además de ingeniero industrial, experto en informática —su libro Yo hombre, tú computadora, de 1992, le salvó la vida académica y/o laboral a unos cuantos—, autor de novelas policiales, cuentista, editor y polemista en espacios radiales, Grompone es un pensador materialista. Lo de pensador le corresponde porque, conociendo y valorando la obra de Carlos Marx, Grompone piensa con cabeza propia, sin tomar los textos marxianos como una especie de biblia inobjetable. La dedicatoria del libro resume su actitud: “Dedicado a aquellos que dudan que el pensamiento de Karl Marx esté vigente todavía y también a aquellos que, por el contrario, lo consideran una sagrada escritura eterna e inalterable”.

El capitalismo como una fase más

Grompone sostiene algo difícil de asumir para el hombre común: las estructuras económicas, sociales y culturales que tiene a su alrededor, que le parecen el punto máximo del desarrollo humano —porque al presente lo son— darán paso algún día a otra fase distinta, lo mismo que todas las etapas históricas anteriores.

Junto al filósofo griego Heráclito —Grompone prefiere otra grafía para referirse a este griego, Erakleitos— sostiene que lo único constante es el cambio, y no sólo pone en duda que el capitalismo sea el fin de la historia, como sostuviera Francis Fukuyama en los 90, sino que además señala que no está demostrado que pueda haber tal cosa como una etapa final y definitiva en el desarrollo de las sociedades humanas, con lo que se distancia del mismísimo Marx.
En términos materialistas, lo que ocasiona el pasaje de un modo de producción a otro es el desarrollo de los medios productivos, que en su avance desborda los límites que le impone el modo de producción, con sus estructuras económicas, sociales, políticas, culturales, etc. Grompone no halla argumento para explicar por qué ese proceso habría de frenarse. Por ende, pone en duda un pilar de la fe marxista de muchos.

El sepulturero

La burguesía surge como un estamento intermedio entre nobles y siervos en la Edad Media, y pasa a ser la clase revolucionaria que impulsa el capitalismo. Desde esa base, Grompone discute la idea de que el proletariado esté destinado a sepultar el capitalismo, y sostiene la posibilidad de que las ideas revolucionarias, cuando los medios productivos desborden el capitalismo, vengan desde capas sociales medias. Y señala una larga lista de dirigentes revolucionarios pequeño burgueses a lo largo de los siglos XIX y XX como argumento a favor de su tesis. Pone así en entredicho la interpretación de la mayoría de los pensadores y partidos marxistas, en el sentido de que el capitalismo, al crear el proletariado, crea a su “sepulturero”. Materialista hasta el hueso, Grompone sostiene que el sepulturero no es una clase social, sino un hecho: el desarrollo imparable de los medios productivos.

El socialismo es para Grompone, contrariando a los nostálgicos del “socialismo real”, una etapa del desarrollo humano por la que aún no ha pasado nuestra especie. Al no acabar con el trabajo asalariado, lo que sustituye al capitalismo de propietarios es un capitalismo de Estado, que tarde o temprano retorna al sistema de empresas privadas de modo un poco más caótico, como es el caso de la Federación Rusa, con el enorme peso que terminaron teniendo las mafias en la economía, o más ordenado, como en el caso del despegue chino de las empresas a partir de Deng Xiaoping.
La explicación materialista del fenómeno es la siguiente: por muchas ideologías revolucionarias que se esgriman para acelerar los procesos, los modos de producción sólo cambian cuando el desarrollo de las fuerzas productivas llega al máximo, sin que se puedan adelantar etapas. Por razones distintas a las de Zitarrosa, Grompone también cree que “no hay revoluciones tempranas:/ crece desde el pie”.

Atreverse a especular

Una gran virtud del libro Marx hoy de Grompone es el deslinde entre causalidad y determinismo. La causa del cambio social es el desarrollo de los medios productivos. Esta idea permite afirmar, porque ese desarrollo se hace cada día más vertiginoso, que pronto ha de haber grandes cambios económicos y sociales, que por acumulación cuantitativa tendrán calidad revolucionaria. Lo imposible es predecir con exactitud la naturaleza de esos cambios, que no están determinados. La base económica condiciona al pensamiento, pero en la coyuntura revolucionaria hay campo fértil para plantearse qué hacer y proponérselo a la sociedad. Por eso es válido especular acerca de cómo podrían ser las cosas en la sociedad futura, una que sustituya al capitalismo, que contemple incluso una hipotética sociedad fraternal en la que deje de haber clases sociales.

Dos ideas/fuerza de Grompone merecen especial atención. La primera es que la parte de la riqueza que les toque a los trabajadores irá en aumento, mientras que el tiempo de trabajo diario disminuirá. La segunda es que, contrario al modelo leninista, el Estado irá perdiendo cada vez más poder, para alivio de quienes están escarmentados por la deriva autoritaria y dogmática de muchas revoluciones autoproclamadas socialistas.

En futuras reediciones, para nada improbables por la valía del libro, deberán corregirse un puñado de errores de sintaxis y un par de datos equivocados que, sin impedir la comprensión del texto, desmerecen en algo el trabajo.

MARX HOY, de Juan Grompone. Fin de Siglo, 2019. Montevideo, 400 págs.

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