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Ucrania, los tanques y la amenaza de Rusia

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La discusión sobre los tanques que reclama Ucrania revela las abismales dudas que paralizan a las potencias occidentales. El eje euro-norteamericano quiere derrotar a Rusia sin enfrentarla de manera directa, que es con lo que amenaza Moscú si la OTAN provee a los ucranianos el armamento de carácter ofensivo que necesita para recuperar los territorios en manos rusas.

Todos están de acuerdo en ayudar a Ucrania a defenderse del ejército invasor, pero esa defensa está en un punto que impone lanzar una ofensiva. Y una ofensiva requiere los tanques que las potencias le están negando con diferentes argumentos. Estados Unidos dice que los M1-Abrams son demasiado sofisticados y no hay tiempo de preparar tanquistas ucranianos. Francia le retacea sus tanques Leclerc porque dice necesitar todos los que tiene para no desproteger su territorio. Gran Bretaña enviará catorce Challenger, pero con ese puñadito de tanques pesados no alcanza para la reconquista que quiere lanzar Zelenski, cuya mayor obsesión son los blindados alemanes.

Los tanques Leopard son los más adecuados para los planes militares de Ucrania. Polonia está dispuesta a enviarle todos los que posee si Berlín la autoriza. Pero el canciller Scholz teme que mandar a Ucrania los Leopards que reclama hará que Rusia coloque a Alemania en la categoría de “co-beligerante” y la convierta en blanco de sus misiles nucleares.

A esta altura del conflicto, el tema es “qué” significa ayudar a Ucrania a defenderse. No darle las armas que le permitirían lanzar la reconquista de territorios ocupados por el ejército invasor, implica imponerle que acepte la pérdida de esa porción del país. Mientras que darle las armas necesarias, implica pararse ante el abismo nuclear con que amenaza el Kremlin.

Sobre ese abismo está advirtiendo Elon Musk. El mega-millonario que fundó Tesla y se adueñó de Twitter dice estar del lado del país invadido para matizar sus razonamientos siempre elípticamente favorables a Moscú, pero su afirmación sobre lo que implicaría el intento ucraniano de recuperar Crimea, parece estar más cerca de la realidad que las aspiraciones de Zelenski.

Ningún líder de las potencias atlánticas que están ayudando a Ucrania, le dice al presidente ucraniano algo que a esta altura parece evidente: Ucrania debe aceptar que es imposible recuperar la totalidad de su territorio hoy ocupado por las fuerzas invasoras. Y el mayor ejemplo de lo irrecuperable es Crimea.

Si el ejército ucraniano no fue por la reconquista de la península en el 2014, cuando fue ocupada y anexada por Rusia, no puede aspirar a recuperarla ahora.

Ucrania puede aspirar a la recuperación completa de Mariupol y su costa sobre el Mar de Azov, y también de grandes extensiones de territorios al Este del río Dniéper. Pero debe aceptar la realidad de que al menos partes de Doniestk y Luhansk, además de Crimea, queden en el mapa ruso. Esto es lo que señala Elon Musk.

En este razonamiento, sin esa alteración de los mapas preexistentes al inicio de la guerra, es imposible que exista un final al conflicto que no implique un cataclismo nuclear.

Si Rusia quedara al borde de perder la totalidad de lo invadido, incluida Crimea, se harán realidad las amenazas de guerra atómica que vienen repitiendo altos jerarcas rusos, con el número dos del Consejo de Seguridad, Dimitri Medvedev, a la cabeza.

Por cierto no es fácil resignar territorios en un país cuyos guerreros están luchando con un coraje y una eficacia sorprendentes. En Ucrania hay razones valederas para pensar que es posible recuperar hasta el último centímetro de territorio invadido.

Si Alemania les entregara los tanques Leopard y Estados Unidos los tanques Abrams y los sistemas defensivos antiaéreos que pueden neutralizar misiles como los KH-22, creados para hundir portaaviones, los ucranianos podrían vencer totalmente al ejército ruso y a los mercenarios del Grupo Wagner que están en su territorio.

Pero el triunfo posible para Ucrania depende de que Rusia no recurra a sus arsenales convencionales más devastadores y a sus proyectiles nucleares.

Este punto es el que Zelenski parece no incluir en sus razonamientos. Si bien los bombardeos ya efectuados constituyen crímenes monstruosos, se trata sólo de una señal de la capacidad devastadora de los arsenales rusos. No es por humanismo que Putin aún no ordenó borrar del mapa ciudades, aniquilando a sus poblaciones. Por muchas razones, no le conviene hacerlo. Pero que no le convenga no significa que no puede.

La dimensión de sus arsenales le permitiría lanzar la devastación total de Ucrania y quizá esté dispuesto a hacerlo como última instancia, antes que salir derrotado de esta guerra insensata que lanzó.

En la guerra de tropas contra tropas, gana Ucrania. Pero es imposible pretender que Putin acepte esa derrota para no llevar la guerra al terreno al que podría llevarla y en el que la asimetría es absoluta a favor de Rusia.

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Claudio Fantini

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