Los síntomas de la “desglobalización”

El diagnóstico señala que la “desglobalización” avanza. Los primeros síntomas se vieron con el resurgimiento de nacionalismos que se suponían perimidos, o en vías de extinción. La resistencia a diluirse en una masa cultural de escala global, fue creciendo.

Después llegaron nuevos síntomas: las sociedades partidas en bloques que se aborrecen, supuraron líderes antisistema que canalizaron incertidumbres y temores de la gente contra el Estado de Derecho y la economía abierta.

La pandemia mostró que, para las superpotencias, es más natural confrontar que cooperar en una lucha global contra una amenaza que no tiene fronteras. Y como si semejantes síntomas no fueran contundentes, Rusia inició una guerra en Ucrania buscando recuperar sus mapas decimonónicos y también soviéticos.

A esa altura, China ya llevaba un par de años rehaciendo el poder del Estado creado por Mao Tse-tung y la gravitación del Partido Comunista sobre todo lo que se mueve y actúa en el gigantesco país asiático. Y en el comienzo de la tercera década, mientras el fantasma de Stalingrado recorre Bajmut, la sombra de China oscurece la isla donde había germinado lentamente una democracia en la segunda mitad del siglo 20.

Todo lo avanzado en materia de despersonalización del poder desde Deng Xiaoping y Zhao Ziyang en adelante, se perdió en un puñado de años. Del mismo modo que la vía republicana que impulsó la revolución de Sun Yat-sen en 1912 comenzó a desviarse con Chiang Kai-shek y terminó totalmente adulterada por el maoísmo, la institucionalidad que engendró la era Deng para limitar el poder de un líder y distribuirlo en cuerpos colegiados del Estado y del PCCh, empezó a ser desmontada desde que Xi Jinping alcanzó la cumbre del liderazgo y puso la marcha atrás.

Lo que se va perfilando en la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional (ANP) es la reconstrucción del poder total del partido sobre la vida económica y política de China y el control absoluto de Xi sobre el PCCh.

Una señal más de des-globalización. El proceso que entró en aceleración con la guerra en Ucrania, cobraría mayor velocidad si China decidiera hacer de una vez por todas lo que lleva tiempo pergeñando el presidente, cuyo tercer mandato quedará oficializado en esta sesión anual de la APN: lanzar el Ejército Popular de Liberación (EPL) sobre Taiwán para restablecer unilateralmente el control de China sobre la isla a la que el gobierno del Kuomintang separó, de hecho, en 1950, tras perder la guerra civil contra los comunistas.

De estallar una guerra en Taiwán, los norteamericanos y sus aliados europeos intentarán hacer con la isla lo que están haciendo con Ucrania: ayudarla a defenderse del invasor asistiéndola con envíos masivos de armamento y municiones.

Incluso sin haber estallado ese conflicto, se multiplican las señales de que el mundo ya está en los umbrales de una nueva Confrontación Este-Oeste, ahora con China en el lugar que tuvo la URSS en la división conflictiva del mundo que abarcó la mitad del siglo XX.

Que el régimen de Beijing haya hecho cortar los cables submarinos que conectan con internet a Matsu, una de las islas del archipiélago con capital en Taipei, es una pequeña y reveladora metáfora del proceso en marcha. Internet fue una de las claves del avance de la globalización desde finales del siglo pasado.

También, por cierto, otro síntoma de que la aldea global está bajo amenaza de un retorno abrupto al mundo de los nacionalismos, los grandes bloques enfrentados y las fronteras calientes.

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Claudio Fantini

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