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Lo impone la realidad

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La prolongada sequía que padece nuestro país y la región, nos tiene “a mal traer”.

Tres años seguidos de “La Niña” son una novedad desagradable por sus costos socio-económico-ambientales.

Recordemos que el fenómeno “El Niño / La Niña” es la fluctuación climática cíclica más fuerte y con mayores consecuencias que se conoce, con capacidad de impactar significativamente en Sudamérica y buena parte del planeta. lo normal es que se alternen, pero en la actualidad seguimos esperando que se regularice esa alternancia.

A ello hay que agregarle la opinión creciente de los especialistas atribuyéndole al cambio climático la principal causa de sus alteraciones significativas.

Más allá de consideraciones más técnicas y detalladas, hasta para las personas comunes, es notorio el aumento de los eventos naturales climáticos extremos.

Según las conclusiones del Grupo o Comité Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) - máxima autoridad mundial en la materia - el lento y paulatino incremento de la temperatura del aire y del agua está incidiendo directamente en la ocurrencia de eventos naturales extremos. ¿De qué manera? Aumentando su frecuencia e intensidad. Estamos hablando de tormentas, vientos fuertes, sequías e incendios, precipitaciones e inundaciones; sin olvidarnos además del aumento del nivel del mar que se presenta como mucho más imperceptible.

Al IPCC hay que tomarlo muy en serio porque este numeroso grupo de expertos de todo el mundo evalúa permanentemente el estado del conocimiento científico, técnico y socioeconómico sobre el cambio climático en todo el orbe; sus causas, posibles repercusiones, y incluso va un poco más allá proponiendo cuáles pueden ser las mejores estrategias de respuesta.

Queda claro que este enorme desafío marca de manera indeleble a la humanidad, y al mismo tiempo pone a prueba todas nuestras capacidades. Como siempre se subraya hay que tratar de enfocarnos en las oportunidades que entraña, porque a esta altura resulta bastante obvio que negar o minimizar el problema sólo agravará la situación de las comunidades.

La complejidad de la situación es tal que interpela cada una de las decisiones y medidas que se toman. Porque tienen incidencias en la producción, en el empleo, en la salud, en el desarrollo de infraestructuras, en los cambios en el uso de la tierra y del territorio, en la política energética, en la alimentación, y en la salud de los ecosistemas que sustentan todo lo anterior.

Como vemos es un camino nuevo a recorrer por la humanidad, con la dificultad extrema de que cada sociedad discute, planifica e implementa sus planes de acción defendiendo expectativas e intereses propios.

¿Por qué hablamos de “dificultad”? Porque las decisiones se toman soberanamente -por separado- ante problemas de raíz planetaria.

Es un asunto que discretamente parece recordarnos las ventajas que tendría pensar un poco en el concepto de la ciudadanía planetaria, basado en un sentimiento de pertenencia a nuestra biosfera (percibir y jerarquizar “el todo”) y no tanto a un fragmento de ella representado por los artificiales límites geográficos de los países, que contribuyen a aumentar una cierta miopía para ver la realidad del comportamiento ambiental y ecosistémico que pauta nuestra vidas.

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