El mundo está viendo en Sudán una versión africana del fenómeno de mercenarismo que irrumpió en Rusia con el Grupo Wagner.
Mientras el empresario del paramilitarismo Yev-gueny Prigozhin ocupa el centro del escenario bélico en Ucrania y pulsa con los generales rusos por la conducción del conflicto, la poderosa milicia Fuerza de Apoyo Rápido (FAR) combate duramente contra las Fuerzas Armadas de Sudán para quedarse con la totalidad del poder que hasta ahora compartía con los militares del país africano.
Mohamed Hamad Dagalo (popularmente conocido como Hemedti) es “el Prigozhin” sudanés. Su Fuerza de Apoyo Rápido es el equivalente africano del Grupo Wagner. Pero mientras el empresario ruso mantiene su disputa con el generalato de su país en términos verbales, Hemedti inició una guerra abierta que convirtió a Jartum, la capital, en principal campo de batalla.
La fuerza paramilitar surgió de los janjaweed, milicias beduinas con las que el dictador Omar al Bashir combatió a los rebeldes de Darfur, la región del suroeste sudanés donde la población de etnias bantúes fue diezmada por esos milicianos árabes.
Como pago por la feroz limpieza étnica perpetrada por los janjaweed, Omar al Bashir concedió a su jefe, Hemedti, el control de áreas con minería y la conversión de las milicias beduinas que masacraron, quemaron aldeas y violaron mujeres y niñas en Darfur en la poderosa Fuerza de Apoyo Rápido.
La caída del dictador en el 2019 generó un gobierno cívico-militar pero la parte civil no tardó en reclamar la disolución de la FAR, incluso algunos grupos civiles demandaron que pague por sus crímenes en Darfur. Se produjo entonces un reacomodamiento del régimen, que expulsó a la parte civil. La máxima autoridad de este poder compartido por los militares y el grupo paramilitar, es el general Abdulfatta al-Burham. Pero algunas señales de que Al-Burham se disponía a traicionar a la FAR sacándola del régimen, hicieron que Hemedti lanzara a los paramilitares contra las Fuerzas Armadas para quedarse con todo el poder.
Las Fuerzas Armadas tienen una abrumadora superioridad en materia de aviación, pero las FAR heredaron de las milicias janjaweed su movilidad veloz en tierra, razón por la cual la dictadura de Omar al Bashir las necesitó para combatir a las rebeliones bantúes en Darfur.
El Grupo Wagner se hizo fuerte combatiendo en Siria, contratada por Vladimir Putin para apoyar (sobre todo con métodos de guerra sucia) al ejército ruso que acudió a defender el régimen de Bashir al Assad.
A renglón seguido tomó contratos para combatir en países del Magreb y finalmente entró en la guerra de Ucrania, donde asumió roles protagónicos desde los cuales entró en tensión con el generalato ruso.
Siguiendo los pasos de la empresa de mercenarios rusos, el ejército privado (ergo, mercenario) que comanda Hemedti tomó contratos para combatir en Libia y para apoyar a las fuerzas sauditas en el conflicto de Yemen. Como nació de milicianos campesinos en Darfur (el propio Hemedti es de origen campesino de las tribus beduinas árabes de Darfur), la FAR es ágil para combatir en llanuras desérticas.
En la guerra que ha iniciado contra las Fuerzas Armadas por el control total del poder en Sudán, el general Al-Burham apuesta a aplastar a los paramilitares con bombardeos aéreos. Pero todo está por verse. También si Sudán continúa en manos de un régimen encabezado por militares y paramilitares, o si queda en manos de la fuerza de mercenarios que cometió crímenes aberrantes y masivos en Darfur.