La crisis del agua y el Neptuno

Si algo faltaba para reafirmar la necesidad de materializar el Proyecto Neptuno es la aguda crisis hídrica que padece el país.

Algo que no hubiera sido necesario si las administraciones anteriores, que desde hace varios años conocían perfectamente la fragilidad exhibida por el sistema de abastecimiento metropolitano de agua potable, hubieran asumido la responsabilidad de solucionarlo. Pero no lo hicieron, pasándole el problema al que viniera.

El gobierno no eludió su obligación, y así nació el proyecto ya aprobado y que se comenzará a ejecutar en el balneario Arazatí del San José, utilizando como fuente de agua el Río de la Plata. Es una alternativa bien pensada porque no insiste en recargar aún más a la cuenca del río Santa Lucía, hoy en estado muy complicado por la sequía, y que además presenta problemas crónicos de contaminación agropecuaria, urbana, industrial; de sobreexplotación en algunos casos.

Desde luego, la única y sistemática estrategia de la oposición, sigue siendo alzar la voz para criticar lo que la actual administración realiza. Ni siquiera ha tenido la estatura de aportar sus ideas y comentarios para mejorar los proyectos cuando se han puesto a la consideración de todos los actores interesados.

La triple Niña y su pesada imposición de esta profunda, sostenida y destructiva sequía nos sacude pero, al mismo tiempo, deja en evidencia nuestras equivocaciones. La situación actual sería otra muy distinta si los proyectos tendientes a solucionar el estrés que padece el sistema de abastecimiento de agua potable de Montevideo y zonas aledañas, se hubiera solucionado varios años antes.

Siempre están las excusas para justificar la inacción de los administradores de turno. La falta de presupuesto; la incomodidad y el temor que generan las infaltables críticas -justificadas o no, pensando más en posibles costos electorales que en la necesidad de la gente-; la complicación de llegar a acuerdos dentro de los propios partidos; suelen combinarse para decidir “mejor no hacer nada, y tirara el problema para adelante”.

Si algo hay que reconocerle al actual gobierno es haber optado desde un principio por la postura opuesta. Desde sus anuncios electorales ya se asumieron responsabilidades en temas gigantes para el país como la reforma jubilatoria, la reforma de la enseñanza y otros varios, también urgentes, como el que estamos tratando en esta columna, la construcción o mejora de varios puentes, etc. etc. Y con el paso del tiempo se van cumpliendo, a pesar de todo.

En el medio de esta gestión bien planificada, a nuestro país como al resto del mundo, le cayó la bomba de la pandemia. Algo nunca visto; nadie estaba preparado para enfrentar. Enarbolando el principio de la libertad responsable, con una madurez sorprendente, mucha inteligencia e admirable intuición se la encaró y combatió, los resultados están a la vista. Tuvo un costo enorme, pero nuevamente se asumió con responsabilidad y madurez, dejando en evidencia que nuestro país cuenta con un gran sistema de salud, con equipos de profesionales del altísimo nivel y con autoridades gubernamentales que estuvieron a la altura de las circunstancias.

Cuando algo está bien, ¡está bien!

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