Publicidad

Encuentre las diferencias

Compartir esta noticia

Difícil encontrar una persona más en las antípodas ideológicas que Hugo Manini Ríos. El director de La Mañana fallecido esta semana, hermano del general, era católico, conservador en lo social, estatista, partidario de la Patria Grande. Además de una genética colorada imposible de soslayar para quien sepa algo de historia. Y, sin embargo, las veces que conversamos, el autor de estas líneas las recuerda con gran agrado.

La afinidad podía venir por cierta debilidad común por Rodó, y la historia política de principios del 900. Pero en el caso de quien escribe, lo que le generaba simpatía de Manini Ríos eran dos cosas muy poco comunes en Uruguay; una ostentación sin complejos de la relevancia histórica de su apellido. Y una pluma cargada de ironía y derroche de conocimiento histórico. Sus artículos en La Mañana eran letales, sobre todo cuando se lanzaba contra algunos medios competidores.

Pero esta nota no busca ser una necrológica. La cuestión de fondo esta semana, justo cuando la reforma de la seguridad social parece frustrarse por divisiones en la coalición de gobierno, y la prescindencia del FA, es cómo la historia de Uruguay, sin dudas una historia de éxito si nos comparamos con el resto del continente, está marcada por acuerdos entre gente que piensa distinto.

Algo que también surgió la semana pasada en el Foro Latino de la Libertad de la Red Atlas. Un par de cientos de académicos, políticos, periodistas, y pensadores de todo el hemisferio se reunieron en Punta de Este para analizar “las ideas de la libertad”. Estuvieron allí desde Alberto Benegas Lynch a Antonella Marty, Felipe Calderón y Leopoldo López, Ignacio de Posadas y Cristian Larroulet.

El evento generó sarpullido en algunos sectores de izquierda, que sacaron a luz su habitual conspiranoia, sugiriendo que se trataba de una cumbre de la mega, ultra, neo, derecha mundial. Gente financiada por los ricos y poderosos, con el fin de perjudicar los intereses populares, y todas esas estupideces. Escuchar comentarios de algunos “politólogos” locales llevaba a imaginarse las bandadas de buitres chorreando sangre del pico, revoloteando sobre el Enjoy, mientras adentro unos señores de traje negro comían caviar y planificaban cómo explotar a la gente.

A veces es difícil descifrar si cuando estas personas hablan así, lo hacen por ignorancia, fallutez, o realmente se creen lo que dicen.

Toda la información sobre la red Atlas, la histórica y la financiera, está disponible públicamente. Y con pasar 10 minutos en Google se puede comprobar que el 99% de lo que dice esa gente es mentira. Más allá de lo asombroso que resulta que personas que defienden sistemas e ideas políticas que han fracasado mil veces, dejando un tendal de muerte, autoritarismo y miseria, se den el lujo de sugerir que cualquiera que no comparte su visión, sólo puede querer la ruina del mundo.

Pero dentro del foro había posturas muy diferentes. Algo que a este autor le despertó mucho interés fue la división que genera en el universo liberal una figura como el presidente salvadoreño Nayib Bukele. En uno de los últimos paneles, los cuatro expositores gastaron chorros de saliva para condenar a Bukele como un caudillo populista, un iliberal peligroso.

Hasta que en el momento de las preguntas, un asistente dijo: “Todo bien con lo que dicen, pero Bukele logró que El Salvador en unos meses pasara de ser la capital mundial de los homicidios, a tener menos que Suecia. ¿Ustedes qué alternativa tienen a ese problema? Y la verdad que dejó a mucha gente pensando, cosa que suele ser el fin último de este tipo de encuentros.

Es que cuando se busca abordar un tema realmente profundo y serio, nadie nunca tiene una fórmula absoluta para resolverlo. Apenas ciertas certezas de lo que no funciona. Y por eso es clave ese diálogo abierto y constructivo entre gente diferente. Días atrás también hubo polémica en Uruguay al difundirse las cifras sobre pobreza. Cifras que han bajado fuerte, llegando ya a niveles casi de prepandemia. Eso en apenas dos años, cuando en la región el panorama es muy diferente. Pero para apagar un poco la felicidad, el economista Javier de Haedo publicaba un comentario doloroso: “Entre 2015-2022, crecimos 8,5%, o sea al 1,0% anual. Con tan bajo crecimiento es imposible mejorar los indicadores de pobreza”. Y tiene toda la razón. Uruguay precisa reformas de fondo para cambiar una trayectoria que nos lleva a un destino deplorable. Y, la verdad, salvo por grupitos extremistas que no representan a nadie, la mayoría de políticos y técnicos de los principales partidos saben bien por dónde hay que ir.

Lo que está pasando con la seguridad social, frenada por cálculos políticos microbianos de varias partes, no es muy distinto a lo que pasa con la educación, con la reforma del Estado, y con tantos otros temas. Y no ayuda en nada a llenar el pecho de optimismo sobre el futuro del país.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Martín Aguirre

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad