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El retorno, tras años ilegales

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En agosto de 2021, más de tres décadas después de cruzar a hurtadillas la frontera sur para trabajar y mantener a sus familias en México cuando eran adultos jóvenes, Irma y Javier Hernández se registraron en el aeropuerto de LaGuardia para un viaje sencillo de Nueva York a Oaxaca. Dejaban atrás cuatro hijos estadounidenses, trabajos estables en los que se les valoraba y un país que habían llegado a amar.

Pero tras años viviendo en Estados Unidos sin estatus legal, la pareja había decidido que era hora de regresar a su tierra natal. La madre de Irma Hernández tenía 91 años y temían que falleciera antes de volver a verse (como sucedió con el padre y los suegros de Irma Hernández). Con ahorros en dólares, habían construido una casita, donde podían vivir, y habían invertido en una tortillería, que podían administrar. Sus hijos, ahora adultos jóvenes, podían valerse por sí mismos.

“Solo Dios sabe lo duro que trabajamos día tras día en Nueva York”, afirmó Irma Hernández, de 57 años. “Aún somos bastante jóvenes como para haber podido seguir allí, pero al final tomamos la difícil decisión de regresar”.

Los Hernández forman parte de una ola de inmigrantes que en los últimos años han abandonado Estados Unidos y regresado a sus países de origen, a menudo tras pasar la mayor parte de sus vidas trabajando como obreros sin estatus legal. Algunos de ellos nunca tuvieron intención de quedarse en Estados Unidos, pero dicen que el costo y el peligro de cruzar la frontera los retuvieron ahí una vez llegados, y construyeron sus vidas. Los mexicanos, que representan la mayor y más transformadora migración a Estados Unidos de la historia moderna, iniciaron un retorno gradual hace más de una década, con la mejora de la economía mexicana y la disminución de las oportunidades de empleo en Estados Unidos en la última recesión.

No obstante, las salidas aumentaron en fechas recientes, lo que comenzó con las medidas enérgicas contra los inmigrantes bajo la prersidencia de Donald Trump y continuó bajo el presidente Joe Biden, ya que muchas personas mayores deciden que han alcanzado sus objetivos originales para inmigrar y pueden darse el lujo de cambiar el trabajo a menudo agotador que habitualmente le ofrecen por un ritmo más lento en su país de origen.

Sus partidas son uno de los muchos factores que han contribuido a mantener relativamente estable el número total de inmigrantes que viven de manera ilegal en el país, a pesar de la avalancha de detenciones de inmigrantes en la frontera sur, que alcanzó los dos millones el año pasado.

“Es un mito que todo el mundo viene aquí y nadie se va”, afirmó Robert Warren, investigador visitante del Centro de Estudios sobre Migración (un laboratorio de ideas), que escribió un informe reciente sobre esta tendencia.

“Hay mucha gente que abandona el país y lo hace voluntariamente”, aseveró Warren, uno de varios demógrafos, entre los que están académicos de las universidades de Emory y Princeton y de la Universidad de California en Los Ángeles.

La población actual de migrantes que viven ilegalmente en Estados Unidos se ha mantenido más o menos constante en unos 10,2 millones en los últimos años, tras alcanzar un máximo de casi 12 millones en 2008, incluso con el gran número de recién llegados a la frontera.

Una orden sanitaria de emergencia adoptada para frenar la transmisión del coronavirus le permitió a las autoridades fronterizas expulsar con rapidez a más de 2,5 millones de los recién llegados desde 2020; a otros cientos de miles se les ha permitido entrar en el país durante ese periodo, pero un éxodo en gran parte voluntario de otros inmigrantes ha mantenido las cifras globales de población relativamente estables, según los demógrafos. (Si bien las deportaciones se aceleraron bajo los gobiernos de Barack Obama y Donald Trump, esas cifras fueron demasiado pequeñas para ser un factor significativo).

El número de personas que viven de manera ilegal en Estados Unidos y que emigraron de alrededor de una docena de países, incluidos Polonia, Filipinas, Perú, Corea del Sur y Uruguay, disminuyó un 30 por ciento o más entre 2010 y 2020.

La población de inmigrantes que viven ilegalmente en Estados Unidos y proceden de México, principal fuente de inmigrantes a Estados Unidos, bajó a 4,4 millones desde los 6,6 millones de ese periodo.

Durante la década, se registraron descensos en todos los estados a excepción de dos, un 49 por ciento en Nueva York; un 40 por ciento en California, que perdió 815.000 mexicanos; un 36 por ciento en Illinois; y un 20 por ciento o 267.000, en Texas. Los datos sugieren que esos habitantes no se estaban trasladando a otros estados, sino regresando a sus países de origen, dijo Warren.

La inmigración ilegal lleva mucho tiempo experimentando altibajos. Las personas abandonan su país en respuesta a las dificultades económicas, la sequía y la escalada de violencia, así como en respuesta a condiciones atractivas en Estados Unidos, principalmente el empleo y la seguridad.

Rubén Hernández-León, sociólogo de UCLA, quien ha realizado investigaciones con mexicanos que han regresado a su país, dijo que la razón principal que la gente daba para salir de Estados Unidos era el deseo de reunirse con la familia.

Hernández-León comentó que la retórica antiinmigrante de Trump, junto con las medidas enérgicas de su gobierno contra la inmigración ilegal, causaron una ansiedad que también llevó a algunas personas que viven ilegalmente en Estados Unidos, sobre todo mexicanos, a marcharse.

“La mayoría nunca quiso quedarse. Lo complicamos todo cuando militarizamos la frontera”, afirmó Douglas S. Massey, experto en inmigración de Princeton. “Cada vez se quedaban más tiempo y tenían familias”.

Ahora, dijo, los datos del censo sugieren que muchos de ellos están optando por volver a casa.

Periodista de The New Yoerk Times

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