El liderazgo fallido de La Cámpora

Apesar de ser el hijo de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández, no logra existir en las encuestas. Máximo Kirchner sólo puede liderar aquello que armó a la sombra del poder de su madre. Pero ni él ni la organización La Cámpora dan señales de vida propia. No mueven el amperímetro de las expectativas en la sociedad. Tienen aparatos de propaganda y medios de comunicación a su entera disposición. También disponen de cargos con mucho poder y suculentas “cajas”. Pero ni Máximo Kirchner ni sus lugartenientes en la conducción de La Cámpora pueden aportar votos en una elección.

Wado de Pedro encabeza el Ministerio del Interior, pero no logra despegar en las encuestas. Andrés “Cuervo” Larroque es el secretario general de la agrupación ultra-kirchnerista y ni siquiera aparece. Tampoco aparece Mariano Recalde.

Que siendo el hijo del fundador y de la actual líder del kirchnerismo, Máximo Kirchner no pueda aportar votos porque su nombre no tiene peso alguno en el electorado, es su mayor fracaso.

Que ni De Pedro, ni Larroque, ni Recalde puedan aportar nada en materia de votos es la prueba del estruendoso fracaso de La Cámpora, organización creada desde el poder, con los fondos del poder y disponiendo de la estructura del Estado. Pocos dirigentes políticos tuvieron tanto y lograron tan poco.

La mayor consecuencia del fracaso del Máximo Kirchner y del neo-camporismo es que tengan que estar tratando de que Cristina sea candidata a algo, porque si ella no está en una lista, ninguno de ese sector político puede obtener los votos que necesita para pelear por un escaño o una intendencia.

Si hubiesen mostrado capacidad, eficacia, honestidad y otras cualidades que generen expectativas en la sociedad, serían ellos mismos los que dan potencia a las listas de su fuerza política. Pero no suman nada porque no son considerados capaces ni eficientes ni nada que los vuelva candidatos apetecibles.

Seguramente, cuando Cristina hizo poner tanto poder y tantas “cajas” a disposición de su hijo y de La Cámpora, calculaba que a esta altura su primogénito y la organización política que preside serían dos poderosas turbinas del kirchnerismo para competir por gobiernos y por mayorías legislativas.

Sin embargo, ella sigue siendo la única fuerza propulsora y para obtener candidatos competitivos tiene que buscar fuera del kirchnerismo, porque en su propia fuerza política no hay nadie que despierte credibilidad y adhesiones en la sociedad.

Por eso el liderazgo fallido de Máximo Kirchner y sus lugartenientes de La Cámpora están buscando el modo de candidatear a una persona que se considera, y a la que ellos consideran, proscripta. Proponen cosas absurdas como “romper la proscripción”.

La Argentina los escucha hablar de una proscripción que no existe. En todo caso, dentro de un par de años, si fracasan las instancias de apelación que hay por delante, lo que tendrá la vicepresidenta es una inhabilitación.

Pero proscripta no está y la dirigencia kirchnerista lo sabe, aunque simule lo contrario. Esa nomenclatura de dirigentes cuya suma da cero, no sabe que inventar para que Cristina aparezca en una lista y traccione votos para que muchos puedan obtener escaños y alcaldías.

La última ocurrencia del primogénito y de las cabezas infructuosas de La Cámpora, es el slogan “luche y vuelve”; la proclama de los tiempos en que Perón estaba de verdad proscripto y exiliado.

Cristina no está proscripta y tampoco está exiliada. Ella está en Argentina y en el corazón mismo del poder, ocupando el cargo de vicepresidenta.

El problema es que colecciona ideas fallidas: convertir en presidente a Alberto Fernández y también invertir ríos de dinero y de cargos públicos para que su hijo Máximo y La Cámpora logren lo que nunca lograron: dejar de depender de ella.

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Claudio Fantini

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