Mercenarios hubo desde la antigüedad. Siempre fueron, como lo señala la raíz en el latín del término, combatientes rentados. Pero en algunas etapas lo hicieron con honor, como los griegos que combatieron en guerras persas y atestigua el filósofo y guerrero mercenario Jenofonte, relatando el regreso de los diez mil combatientes helenos que había rentado Ciro el Joven. En otros momentos, el mercenarismo mostró su intrínseca vileza, como en el Medio Evo los ejércitos asalariados que contrataban las pequeñas pero ricas repúblicas que dividían la península itálica.
Por cierto, todos los conflictos de los últimos siglos tuvieron mercenarios, pero en lo que va del siglo 21, han nacido como empresas que proveen ejércitos privados.
Estados Unidos recurrió a ese tipo de servicios en Irak, mientras que Rusia lo hizo en Siria y lo está haciendo nuevamente en Ucrania. Lo novedoso, es que por primera vez en la historia, un ejército de mercenarios ha cobrado protagonismo y se visibiliza orgulloso a nivel internacional mientras le disputa abiertamente el puesto de comando en la guerra contra los ucranianos.
En la Italia medieval, se llamó condotiero al jefe de los ejércitos mercenarios. En la actualidad, el condotiero ruso Yevgueny Prighozin tiene más prensa y exposición pública que los generales del ejército ruso que están peleando en el Donbas.
Se trata del CEO del Grupo Wagner, la organización militar privada que está convirtiendo a Ucrania en un escenario para exhibirse a escala global.
Combate en la República Centroafricana al servicio del régimen de Faustin Touadera, mientras despliega también su brutalidad criminal en los conflictos de Mali, Libia y Mozambique, donde le cobra a sus contratantes con dinero contante y sonante o con concesiones para explotaciones mineras.
Antes de iniciar la construcción de un imperio de influencia en Africa, esta empresa de guerra apoyada por el Kremlin se visibilizó en la guerra civil de Siria, haciendo trabajos sucios para los militares rusos que estaban apoyando al régimen de Bashar al Asad.
Pero en la guerra que desangra a Ucrania, el protagonismo del Grupo Wagner y de su CEO, Prigozhin, se ha vuelto “vedéttico”. Un extraño caso de ostentación de criminalidad y de poderío político dentro de Rusia, que está humillando a los generales rusos, opacando el rol del ejército ruso en el conflicto y exhibiendo una oscura gravitación sobre el Kremlin.
Desde hace tiempo, la empresa militar abocada al mercenarismo empezó a exhibir impúdicamente rasgos impresentables. El grupo Wagner lleva el nombre del gran compositor alemán que embelesaba a Hitler cuya música le hacía sentir el poderío vigoroso de la raza aria, porque su jefe militar, el comandante retirado de las Fuerzas Especiales Dmitri Utkin, tiene inclinación hacia el nazismo, igual que otros jerarcas militares de la organización.
Prighozin, el empresario gastronómico que tenía la concesión de los almuerzos y cenas de Putin, usó esa relación para extender su influencia en el Kremlin y multiplicar sus empresas, entre las que figura el ejército privado que ha tomado la vanguardia en la ofensiva para controlar la estratégica ciudad ucraniana de Bajmut.
Para expulsar a los ucranianos a la costa oeste del río Dnieper, el Grupo Wagner está enviando oleadas de combatientes reclutados en las cárceles rusas. Son la carne de cañón con la que Prighozin está cocinando su influencia sobre Putin.
Nadie se muestra más que el dueño de Wagner en el trágico escenario de la guerra. Desde esa centralidad, le grita al mundo que la burocracia militar rusa es una obstrucción y no un vehículo hacia la victoria militar en Ucrania.
Su última acusación al generalato ruso es que le está mezquinando municiones para avanzar sobre Bajmut. Pero la más grave y extraña por su impacto político-militar, es su afirmación de que los generales rusos trabajan para la derrota de la invasión lanzada por Putin.
¿Por qué Prighozin actúa de ese modo? ¿Cómo pudo el mercenarismo alcanzar esta impúdica estelaridad que explota desembozadamente el CEO de Wagner? ¿Qué está revelando sobre el poder en Rusia este protagonismo tan extraño como oscuro?