Cristina desmentida por los propios

Mientras en la oposición la lucha por la candidatura presidencial se ha vuelto tumultuosa, en el oficialismo la candidatura es un extraño vacío que supura falacias y maniobras que bordean el ridículo.

Cristina Kirchner tiene la mayor cantidad de votos seguros, pero Sergio Massa es, potencialmente, quien más votos podría obtener, porque si bien su piso es muy inferior, su techo está muy por encima del que tiene la vicepresidenta. El problema del ministro de Economía es precisamente ese: la economía.

Hasta ahora, el control de la inflación es una meta incumplida; una expectativa defraudada. Y el índice inflacionario es inversamente proporcional a las chances que tiene Massa para la postulación.

Si la inflación cae, Massa será el genio de la lámpara. Si la inflación sigue como ahora, Massa seguirá siendo un vendedor de humo, pero con cada vez menos compradores.

Con Massa perdiendo la pelea contra la inflación y con Cristina rechazando candidaturas con el argumento de estar proscripta, Alberto Fernández hace un anuncio que parece parte de un sketch cómico: buscará la reelección.

Semejante anuncio con las encuestas mostrando índices subterráneos de aprobación, le arranca sonrisas a algunos mientras que a otros les parece un chiste de mal gusto. Pero en general, la candidatura del presidente no es tomada en serio.

Lo que algunos toman en serio es la afirmación de Cristina sobre su “proscripción”. La escena se vuelve más absurda cuando la dirigencia de la misma feligresía que le cree a ella, inicia una campaña para postularla como candidata. ¿Acaso esos dirigentes no creen en lo que afirma cristina? ¿No entienden que no puede ser candidata precisamente por estar proscripta? ¿No ven que, pidiéndole que acepte ser candidata, la están desmintiendo en público?

Obviamente, Cristina Kirchner no está proscripta. Por haber sido declarada culpable en un juicio, se declara víctima de la Justicia. Pero habiendo instancias de apelación por delante, podrá ser candidata a lo que quiera en las elecciones de este año.

En todo caso, podría plantear que la sentencia es el primer paso hacia una proscripción, dado que, si las apelaciones no logran su cometido, en algunos años quedará inhabilitada para ocupar cargos públicos.

Llamar proscripción a ese impedimento no es exacto, pero al menos tiene algo de lógica.

Si lo que buscaba cuando empezó a declararse proscripta es volver sobre los jueces, como un boomerang, la sentencia que dictaron contra ella, entonces lo que debió hacer es renunciar a la vicepresidencia. El argumento que utilizó para justificar que no será candidata, encaja mejor con una renuncia a la función que efectivamente tiene: la vicepresidencia.

En un mensaje televisado, la vicepresidenta anunció que no será candidata porque esa candidatura quedaría manchada por la sentencia y sería blanco del ataque opositor. Pues bien, ese argumento tiene más validez para dar un paso al costado en el cargo. Lo que mancha una candidatura ¿no mancha a la Vicepresidencia de la Nación?

Cristina podría haber contraatacado a los jueces acusándolos de dar “un golpe de Estado judicial” al crear una razón para que se vea obligada a renunciar. Pero en lugar de eso, los acusó de algo que desmiente la realidad.

Ella misma se desmintió al anunciar, en aquella primera reacción a la sentencia, que no iba a ser candidata a nada. Claramente presentó ese anuncio como una decisión propia. Pero poco después cambió el rótulo de lo anunciado.

Una posible explicación es que su objetivo no es sólo victimizarse denunciando la sentencia como parte de una conspiración del “poder económico-mediático a través de su brazo judicial”, sino también contar con un instrumento de control sobre el próximo candidato del FdT para que no vuelva a pasar lo que le pasó con Alberto Fernández: la experiencia del candidato puesto por ella terminó en un gobierno fallido.

En las elecciones de 1973, Perón no estaba realmente proscripto, pero un decreto del general Lanusse dificultaba su postulación. Por eso el líder del justicialismo decidió que Héctor Cámpora encabezara la fórmula como un simple delegado suyo, sin posibilidad de adueñarse del poder. Eso explicitaba el slogan “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.

Nadie dudaba sobre quién era el verdadero dueño del poder y nadie en el peronismo hubiera aceptado que el vicario elegido por el general intentara actuar como verdadero presidente.

Al colocar a Alberto Fernández como candidato Cristina dio por hecho que su elegido actuaría como Cámpora. Pero no fue del todo así.

Aún esforzándose por complacerla lo máximo posible, el presidente intentó conservar dosis mínimas de poder y no actuó frente a las encrucijadas judiciales de Cristina como ella entendía que debió haber actuado.

El resultado fue un doble comando que bloqueó la conducción y produjo un gobierno disfuncional y en permanente cortocircuito.

Es probable que el rótulo de proscripta que se auto-aplicó, sea un ardid para que su próximo intento de tener presidente títere, dé mejores resultados.

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Claudio Fantini

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