China, la guerra y la paz

Dos titanes trenzados en feroz pulseada, con sus diestras atenazando el cuello del rival. Es imposible saber cuál de ellos se asfixiará primero, perdiendo fuerza en la mano aferrada al otro cuello y, finalmente, derrumbándose.

También resulta imposible saber cuánto falta para ese desenlace. Lo único claro es lo que está ocurriendo, no lo que ocurrirá. Y lo que está ocurriendo sólo permite vislumbrar que se impondría el que logre asistencia externa en armamentos y municiones, que son el oxígeno en este doble estrangulamiento.

Ucrania puede confiar en que su ejército mantendrá la tenaz resistencia y la decisión de combatir por cada centímetro de territorio invadido, pero no puede estar seguro que los norteamericanos seguirán gastando océanos de dinero para sostener su admirable combatividad. Cada vez son más los legisladores republicanos que, como Donald Trump, se oponen a que Biden siga forzando la economía de Estados Unidos para cumplir con lo que le pide Zelenski. La inflación y las encuestas incidirán en la cantidad de tiempo que la administración demócrata podrá seguir dando oxígeno al titán eslavo que apoya.

A su vez, el otro titán muestra cada vez más debilidad en el músculo militar. Anunciar grandes ofensivas y acabar lanzando algunos asaltos que logran escasos avances, prueba que la mano sobre la yugular ucraniana va perdiendo fuerzas para apretar.

Rusia necesita que China le provea armamentos en escalas similares a las de la provisión de la OTAN a Ucrania. Pero mientras Xi Jinping mantiene la incógnita sobre ese apoyo militar, anuncia su propuesta de doce puntos para poner fin al conflicto.

El plan tiene zonas confusas, pero está claro que va más allá de la guerra ruso-ucraniana, porque aspira a ser una regla global de convivencia entre bloques.

En lo referido a Ucrania y Rusia, lo relevante está en los puntos uno y dos. El primero, establece el respeto a la soberanía y la integridad territorial, lo cual implica la vigencia de las fronteras de Ucrania. El segundo punto establece que los bloques militares deben cesar su expansión y fortalecimiento, lo cual implica que la OTAN debe dejar de ampliarse incorporando países que rodean a Rusia.

De aceptar el plan chino, Rusia debe renunciar a los territorios invadidos y retirarse totalmente de Ucrania, mientras que Ucrania debe renunciar a integrar la OTAN y las potencias occidentales deben renunciar a la ampliación de la alianza atlántica.

Si todas las partes aceptaran la regla que propone Beijing, Ucrania es la parte que menos perdería, porque recuperaría la totalidad de su territorio y vería replegarse hacia Rusia al ejército invasor.

Por esa meta están combatiendo sus soldados. También sería una victoria ucraniana porque el plan chino le impone renunciar a algo que nunca tuvo: la membrecía en la OTAN. Una incorporación que en este año de guerra descubrió no necesitar, porque su ejército y su pueblo demostraron saber defenderse y porque ante futuras agresiones la alianza atlántica volvería a suministrarle los armamentos que necesite.

Si el plan que propone China se aplica en su totalidad, el mayor derrotado es Vladimir Putin porque tendría que renunciar a los territorios que invadió y a la visión geopolítica y la interpretación de la historia rusa que sostiene.

Aceptar eso no puede sino ser una derrota para quien decidió invadir un país que no había atacado al suyo, causando una guerra catastrófica con efectos negativos en la distribución global de alimentos y en la economía mundial.

Putin no puede cometer semejante catástrofe humanitaria y salir del conflicto sin haber expandido el territorio ruso. Pero el plan no es claro sobre la exigencia de respetar las fronteras de Ucrania.

¿Se refiere a las de antes del 2014, o se refiere a las fronteras que existían en el momento inmediato anterior al comienzo de la guerra, cuando Crimea llevaba casi ocho años en manos rusas y Donetsk y Lugansk ya se habían proclamado independientes?

Putin podría conformarse con las dos repúblicas separatistas y Crimea, pero eso no puede ser aceptado por Ucrania y por la OTAN.

En caso de aclarar China que se refiere a las fronteras anteriores a la ocupación de la península del Mar Negro y de la proclamada independencia de las repúblicas separatistas, debería también reclamar a Rusia no interferir más en la vida interna de los vecinos, como hizo en Georgia, Kazajstán, Moldavia y también en Ucrania, donde envenenó al líder anti-ruso Viktor Yushchenko; impulsó el fraude que detonó la Revolución Naranja, y obligó al presidente Yanukovich a enterrar los acuerdos de asociación económica con la Unión Europea, además de inflamar el independentismo en Donbas.

Si Moscú renuncia a interferir en los países vecinos, esos países dejarán de golpear las puertas de la OTAN, que a su vez ya no tendrá motivos para crecer como un cerco geopolítico en torno a Rusia.

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Claudio Fantini

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