Redacción El País
El estrés que atraviesa una madre durante el embarazo puede dejar marcas profundas en el desarrollo físico y emocional de su hijo. Diversas investigaciones han vinculado esa exposición temprana con un mayor riesgo de trastornos psicológicos y dificultades sociales en etapas posteriores. Pero un nuevo trabajo científico sugiere que la alimentación podría ofrecer cierta protección: una dieta cetogénica —alta en grasas y baja en carbohidratos— parecería reducir los daños del estrés prenatal sobre el cerebro en desarrollo.
El hallazgo fue presentado durante el Congreso del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología (ECNP), celebrado en Ámsterdam, por un equipo de la Universidad de Milán. Según explicó la doctora Alessia Marchesin, responsable principal del estudio, “alimentar a las crías con una dieta cetogénica justo después del destete las protegió casi por completo de los efectos duraderos del estrés prenatal”.
Cómo se hizo el estudio
El experimento se realizó con ratas cuyas madres fueron sometidas a situaciones de estrés en los días previos al parto. Al nacer, las crías se dividieron en dos grupos: uno recibió una dieta estándar y el otro una dieta cetogénica. A los 42 días de vida —equivalentes a la adolescencia en humanos— los investigadores analizaron su comportamiento frente a distintos desafíos.
Los resultados fueron claros: alrededor de la mitad de las ratas alimentadas con dieta normal mostraron alteraciones emocionales relacionadas con el estrés, mientras que entre las que siguieron la dieta cetogénica los porcentajes bajaron al 22% en los machos y al 12% en las hembras. Además, estos animales presentaron más sociabilidad y un mejor autocuidado, medido por el tiempo dedicado al acicalamiento.
Qué podría explicar el efecto protector
Las dietas cetogénicas se utilizan desde hace décadas como apoyo en el tratamiento de la epilepsia infantil. Su mecanismo se basa en reducir drásticamente los hidratos de carbono, lo que obliga al organismo a obtener energía de las grasas y genera así cuerpos cetónicos. Estos compuestos modifican la actividad metabólica del cerebro, mejoran la eficiencia de las mitocondrias y pueden reducir la inflamación.
En este trabajo, los científicos observaron diferencias según el sexo: los machos parecieron beneficiarse por una disminución de los procesos inflamatorios, mientras que las hembras mostraron una mayor capacidad antioxidante. “Esto abre la posibilidad de diseñar intervenciones dietéticas específicas para cada sexo”, señaló Marchesin.
Aún lejos de aplicarse en humanos
Pese al entusiasmo, los investigadores fueron cautelosos. Las crías alimentadas con dieta cetogénica crecieron más lentamente que las del grupo control, lo que podría indicar que parte del beneficio observado se deba a una menor ingesta calórica. Además, las diferencias entre machos y hembras aún no se comprenden del todo, por lo que los científicos desaconsejan trasladar los resultados directamente a personas.
La investigación se enmarca en el campo de la psiquiatría nutricional, una disciplina que explora cómo la alimentación incide en la salud mental. Para la doctora Aniko Korosi, de la Universidad de Ámsterdam, quien no participó del estudio, este trabajo “aporta evidencia sobre cómo la nutrición puede modular la respuesta al estrés y la salud emocional desde etapas muy tempranas del desarrollo”.
Un nuevo enfoque preventivo
Si los resultados se confirmaran en humanos, las implicancias serían notables. “Podríamos reducir el impacto a largo plazo del trauma prenatal simplemente ajustando la alimentación de los niños en riesgo”, señaló Marchesin.
Por ahora, el estudio abre un horizonte interesante: el de considerar la dieta no solo como fuente de energía, sino también como una herramienta capaz de moldear la salud mental desde los primeros momentos de la vida.
En base a El Tiempo/GDA