Redacción El País
Investigadores de la Universidad de Harvard trabajan en un enfoque biotecnológico que podría replantear la manera en que concebimos la vejez. Bajo la coordinación del genetista David Sinclair, se han conseguido resultados sorprendentes en animales: sus células y tejidos recuperaron funciones propias de organismos jóvenes, un avance que abre la puerta a trasladar el procedimiento a seres humanos.
El método empleado no busca modificar el ADN, sino restaurar la información que regula qué genes se activan o se silencian con el tiempo, un proceso conocido como reprogramación epigenética. Dicho de otro modo, las células mantienen un manual de instrucciones que se desgasta con los años; la técnica permitiría “reparar” ese manual y devolverles vitalidad. En ratones y primates, esto se tradujo en una reducción objetiva de la edad biológica y en mejoras físicas visibles.
La primera aplicación clínica está prevista para el próximo enero y se enfocará en enfermedades oculares como el glaucoma. El ojo ha sido elegido por su accesibilidad y porque facilita medir con precisión los cambios celulares. El procedimiento incluirá una inyección acompañada de un fármaco que activa los genes relacionados con la juventud. Si funciona, los ensayos podrían ampliarse a patologías complejas como el Alzheimer o la esclerosis lateral amiotrófica.
Detrás de este trabajo está David A. Sinclair, referente mundial en el estudio del envejecimiento. Originario de Australia, se doctoró en Genética Molecular en 1995 y desarrolló investigaciones en el MIT antes de incorporarse a Harvard en 1999. Su trayectoria ha girado en torno a las sirtuinas, proteínas vinculadas a la longevidad, y a los mecanismos que explican cómo las células envejecen.
Aunque la terapia genética concentra la atención, Harvard también lleva más de 80 años investigando los hábitos que favorecen una vida prolongada y saludable. Los estudios de seguimiento a largo plazo muestran que la alimentación equilibrada, la actividad física regular, el descanso adecuado y la estabilidad emocional influyen tanto como cualquier avance de laboratorio.
El desafío ahora no es solo científico, sino social. El alto costo de las investigaciones y la falta de marcos regulatorios ponen en duda la rapidez con que esta terapia podría llegar a la población general. Incluso si se consolida, persiste el interrogante de si estará disponible para todos o solo para quienes puedan costearla.
Lo cierto es que estos hallazgos cuestionan la idea de que envejecer sea un destino inmodificable. La posibilidad de alcanzar edades avanzadas con buena salud no solo transformaría la medicina, también modificaría la manera en que la humanidad piensa la longevidad: menos como un límite y más como una etapa que podría extenderse con calidad de vida.
En base a El Tiempo/GDA
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