En Uruguay hay 41 personas con atrofia muscular espinal (AME), una enfermedad que daña las motoneuronas (células que controlan la actividad muscular voluntaria como hablar, caminar, respirar y deglutir). Esta condición debilita y atrofia los músculos y, aunque es una enfermedad rara, representa una de las causas genéticas más frecuentes de mortalidad infantil, según el Fondo Nacional de Recursos.
Hasta hace poco tiempo, no existía ningún tratamiento para la AME y, en general, los pacientes vivían solo uno o dos años. Sin embargo, en 2016 la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó el primer medicamento para esta enfermedad neurodegenerativa. El mismo fue desarrollado por el profesor uruguayo-estadounidense Adrian Krainer y sus colaboradores del Cold Spring Harbor Laboratory (CSHL).
Gracias a este descubrimiento, la realidad de las personas con AME cambió radicalmente. El sábado pasado, el profesor visitó Uruguay con motivo de la Jornada de actualización y avances en el tratamiento de los pacientes con AME realizada en el Hotel Cottage y conversó con El País acerca de su experiencia en el campo.
— ¿Cómo surgió su interés por el tratamiento de la AME?
— En el laboratorio trabajamos con mecanismos básicos de la célula y el genoma, en un área que se llama splicing de ARN mensajero. Hace más de tres décadas que abordamos la relación entre el mal funcionamiento del splicing y alguna enfermedad. Los dos genes implicados en la AME se llaman SMN —el significado es sobrevida de las motoneuronas—, y en los pacientes con AME uno de los genes está mutado o ausente y entonces dependen del segundo gen, pero ese gen tiene un problema con el splicing. Nos pusimos a trabajar en el tema en el año 2000 para entender la base molecular del defecto en esa enfermedad y con los años empezamos a desarrollar una posible terapia.
— ¿Cuáles fueron los mayores desafíos?
— Tuvimos que aprender muchas técnicas que hasta ese momento no hacíamos en nuestro laboratorio, buscar la molécula adecuada con la cual trabajar, probar diferentes químicas y formas de introducirlo en el sistema nervioso central… Fueron muchos desafíos, pero los experimentos funcionaron casi siempre muy bien y cada paso nos iluminaba el camino para el siguiente. Trabajamos en la parte preclínica del desarrollo del medicamento y nuestros colaboradores llevaron a cabo los ensayos clínicos. Eso llevó unos cinco años y el desafío ahí era tener paciencia, porque uno no sabe si funcionará o no. Finalmente, fueron muy claros los resultados y se demoró menos de lo esperado, sobre todo tratándose de una enfermedad para la que no había ningún tratamiento.
— ¿Cómo funciona el tratamiento?
— El medicamento se llama Nusinersen y el nombre comercial es Spinraza. Es un tratamiento de por vida. Se administra por medio de una inyección para que llegue al líquido cefalorraquídeo y de ahí al cerebro y la médula espinal, que es donde se necesita. Al comienzo, los pacientes reciben cuatro inyecciones en dos meses para que la concentración del fármaco suba rápidamente y empiece a actuar, pero luego las dosis de mantenimiento son de tres veces por año. Igualmente, se está trabajando en cambiar la dosis o la fórmula del medicamento para que requiera menos inyecciones.
— ¿Cómo repercute en la vida de los pacientes?
— El tratamiento sin duda frena el avance de la enfermedad e incluso se ven mejoras en estados avanzados de la misma, pero esas mejoras no se deben a que aparecen nuevas motoneuronas —son estructuras que no se regeneran—, sino que las que quedan se vuelven más funcionales. Es una enfermedad neurodegenerativa, así que cuanto antes se inicie el tratamiento, los resultados serán más claros. En Estados Unidos se examina a todos los recién nacidos para saber si tienen determinadas enfermedades genéticas, entre ellas la AME, entonces el tratamiento puede iniciarse en un bebé de diez días que ni siquiera haya expresado los síntomas de la enfermedad. Hay niños que tienen cinco años y están caminando perfectamente y uno no se imaginaría que tienen AME tipo 1, que es la variante más severa.
A lo largo de estos años he conocido muchos casos de pacientes que tienen AME tipo 1 y tenían una expectativa de vida de uno o dos años a lo sumo, pero que ahora tienen 10 años y están haciendo cosas que parecían imposibles… Antes, si sobrevivían más de dos años, nunca podían sentarse en forma independiente, y he visto chicos que están andando en triciclos, correteando y saltando por ahí. Cambió totalmente el panorama.
— ¿Cómo le hace sentir eso?
— Me da enorme satisfacción. Hay más de 13 mil pacientes que recibieron o están recibiendo este tratamiento en todo el mundo, y aún quedan más. Para mí es muy importante llegar a todos los pacientes. Voy a un congreso todos los años donde se reúnen médicos, investigadores, familias y pacientes, y hablo con gente que quizás veo una vez por año, para ver cómo están. Se hacen carreras donde algunos chicos están en sillas de ruedas y otros están caminando, y por supuesto siempre ganan los chicos. En el último congreso me preguntaron ‘¿Ves esa niña que está ahí saltando y correteando?’, y sí, se comportaba como cualquier niña de cuatro o cinco años, y entonces me dijeron ‘Tiene AME tipo 1’. Es muy emocionante. A uno le corren las lágrimas pensando en todo eso.
— ¿Qué hay en el futuro del tratamiento de la AME?
— El blanco de estos tratamientos son más que nada las motoneuronas, pero éstas inervan los músculos, entonces es una enfermedad que genera debilidad y atrofia muscular, y en este momento hay ensayos clínicos que combinan terapias con tratamientos que se dirigen más bien al músculo y es posible que el beneficio sea aún mayor. Es muy emocionante y queda mucho por hacer.
En el campo de la medicina regenerativa se está trabajando en alguna forma de introducir o crear motoneuronas, pero es muy difícil conseguirlo por el momento. No estoy directamente en esa área porque no es mi especialidad, a menos que el splicing tenga algo que ver y ahí sí nos metamos.
Además, el trabajo con la AME ha servido para inspirar el desarrollo de tratamientos de otras enfermedades donde todavía no hay tratamientos. Eso es algo en lo que estamos trabajando y me alegra mucho.
La situación de pacientes con AME en Uruguay.
En Uruguay, Spinraza fue aprobado el 31 de julio del 2018, indicó Pablo Correa, presidente de Familias con Atrofia Muscular Espinal (FAME Uruguay). “Se aprobó en modo fast track a pedido de las familias, en tres meses, y el primer paciente lo recibió en enero del año siguiente”, contó.
Si bien este fue el primer medicamento aprobado para tratar la atrofia muscular espinal en el mundo, hoy en día existen otras opciones para los pacientes, elaboradas por otros laboratorios: Onasemnogene abeparvovec (Zolgensma) y Risdiplam (Evrysdi). En Uruguay, además de Spinraza, está disponible Risdiplam.
“Hay 41 pacientes con AME; la más chiquita tiene menos de un año y el más grande tiene 56, y 30 reciben medicaciones”, señaló Correa, y agregó que 21 reciben Spinraza y 9 Risdiplam.
Desde el 24 de agosto del año pasado, el Fondo Nacional de Recursos (FNR) brinda cobertura financiera para los medicamentos requeridos en el tratamiento de la AME. Esto significa que los pacientes y sus familiares ya no deben presentar recursos de amparo para recibir la medicación que necesitan.
De los 30 pacientes que reciben medicación, tres accedieron en el último año sin tener que hacer juicio, expuso Correa. “Es un logro tremendo para FAME Uruguay y estamos muy felices”, finalizó.
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