El hígado graso es una afección caracterizada por la acumulación excesiva de grasa en el hígado, y es una enfermedad vinculada a diversos factores como la obesidad, la diabetes y la genética.
Aunque puede ser silenciosa en sus primeras etapas, sus consecuencias pueden ser graves, especialmente cuando se desarrolla una condición conocida como cirrosis. Esta última, a su vez, está relacionada con una complicación peligrosa: las várices esofágicas.
¿Qué son las várices esofágicas?
Las várices esofágicas son venas agrandadas en el esófago, el conducto que conecta la garganta con el estómago.
Según Mayo Clinic, se forman cuando el flujo sanguíneo habitual hacia el hígado se bloquea, bien sea por un coágulo o por tejido cicatricial en el hígado.
Este bloqueo aumenta la presión en una vena principal, lo que obliga a la sangre a buscar otras vías de tránsito, como las venas del esófago, que se agrandan y forman várices susceptibles de romperse.
El hígado graso como causante de várices esofágicas
Cuando el hígado graso progresa a cirrosis, el daño hepático desencadena una alteración en el flujo sanguíneo, lo que provoca una hipertensión portal.
Esto incrementa la presión en las venas del esófago, que pueden volverse más débiles y propensas a sufrir roturas. "Cuando las várices esofágicas llegan a reventarse provocan un sangrado intenso que puede ser mortal", advierten los especialistas. Desafortunadamente, el hígado graso suele desarrollarse durante años sin mostrar síntomas, lo que significa que muchas veces el primer signo de la enfermedad es el sangrado por várices esofágicas.
¿Cómo detectar las várices esofágicas?
El sangrado causado por várices esofágicas no siempre es evidente de inmediato. En algunos casos, el paciente puede notar manchas oscuras o negras en las heces, un síntoma que puede pasar desapercibido. Sin embargo, si el sangrado es más intenso, pueden aparecer señales como:
- Heces con sangre fresca o de color negro.
- Mareos y cansancio.
- Palidez sin causa aparente.
- Vómitos con sangre.
En estos casos, se debe acudir a un especialista para evaluar la presencia de una enfermedad hepática como causa subyacente de las várices esofágicas.
Complicaciones graves: sangrado y riesgo mortal
El sangrado de las várices esofágicas es una complicación extremadamente grave. En muchos pacientes con cirrosis, al menos un 30 % ya tiene várices esofágicas, y se estima que hasta el 90 % de los pacientes desarrollarán esta condición en los próximos diez años.
La Clínica Cleveland informa que "cuanta más cicatrización del hígado se tenga, mayor será el riesgo de várices y sangrado". Este sangrado, en su forma más severa, puede generar un estado de choque mortal si no se trata adecuadamente.
Diagnóstico y tratamiento
El diagnóstico de las várices esofágicas se realiza mediante una endoscopia, un procedimiento que permite examinar el esófago con una cámara sobre una sonda flexible.
Si se confirma la presencia de várices, el tratamiento inicial se enfoca en detener el sangrado. Esto puede lograrse a través de inyecciones de coagulantes o mediante una ligadura alrededor de las venas afectadas.
Prevenir las várices esofágicas
Si bien no existen tratamientos para evitar por completo el desarrollo de las várices esofágicas, es posible prevenirlas al mantener el hígado saludable. Para ello, es crucial evitar enfermedades como el hígado graso. La prevención del hígado graso y sus complicaciones es alcanzable mediante cambios sencillos en el estilo de vida, tales como:
- No consumir alcohol en exceso
- Optar por una dieta rica en frutas, verduras, granos integrales y proteínas magras como pollo, pavo y pescado
- Reducir la ingesta de comidas grasosas, fritas o ultraprocesadas
- Mantener un peso saludable, especialmente reduciendo la grasa abdominal
El Universal (México) / GDA.
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