Cómo detectar el hígado graso y cuáles son los cambios en la alimentación que recomiendan los expertos

El hígado graso puede avanzar sin síntomas y detectarse por estudios de rutina. Qué alimentación aconsejan médicos y nutricionistas para reducir la grasa acumulada y prevenir complicaciones.

Ilustración en 3D del hígado
Ilustración en 3D del hígado.
Imagen: yodiyim/Getty Images/iStockphoto

Redacción El País
La enfermedad del hígado graso no alcohólico es una condición frecuente que implica la acumulación de grasa en este órgano, clave para el funcionamiento del organismo. Como explican los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH), esta alteración no está vinculada al consumo excesivo de alcohol y puede avanzar durante años sin dar señales claras.

Existen dos formas principales: el hígado graso simple, que presenta acumulación de grasa pero sin daño celular evidente, y la esteatosis hepática no alcohólica, donde ya hay inflamación y deterioro de las células hepáticas. Esta última puede evolucionar hacia fibrosis, cirrosis o incluso cáncer.

¿Cómo se detecta el hígado graso?

Según advierten diversas entidades médicas, entre ellas la American Liver Foundation, muchas veces el diagnóstico surge en estudios hepáticos solicitados por otros motivos. Como no hay síntomas notorios en las primeras etapas, el hallazgo suele ser casual.

De todas formas, algunos indicios pueden encender la alarma, especialmente en personas con sobrepeso, colesterol elevado o antecedentes familiares de diabetes tipo 2. A veces aparece cansancio o molestias en la parte superior derecha del abdomen.

El diagnóstico se confirma con análisis de sangre, estudios por imágenes y, en casos seleccionados, biopsia hepática.

Alimentación saludable: clave para prevenir y tratar

Una dieta equilibrada y sostenible es uno de los pilares para prevenir y tratar esta afección. Los especialistas coinciden en recomendar una alimentación rica en frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, pescado y grasas saludables, como las que aportan el aceite de oliva y las nueces.

Se aconseja limitar los productos ultraprocesados, las carnes rojas, las frituras, los dulces y las bebidas azucaradas (refrescos, jugos industriales, té dulce y bebidas deportivas), ya que estos favorecen el aumento de la grasa hepática y la resistencia a la insulina.

La dieta mediterránea es una de las más recomendadas en este contexto. Rica en alimentos de origen vegetal, con grasas saludables y bajo contenido de azúcares añadidos, este patrón alimentario mostró beneficios comprobados en la reducción de enfermedades metabólicas y cardiovasculares.

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Cuáles son los alimentos a evitar

Más allá de los alimentos recomendados, es importante reducir al mínimo el consumo de grasas saturadas y trans (presentes en fiambres, manteca, margarinas industriales, productos de panadería y snacks), así como el exceso de carbohidratos refinados, como el pan blanco, el arroz blanco y las papas.

También se debe prestar especial atención al alcohol: en personas con hígado graso su consumo puede acelerar el daño hepático. Aunque el hígado tiene la capacidad de metabolizar el alcohol, este proceso genera sustancias que dañan sus células y aumentan la inflamación.

Bajar de peso, un paso clave

Si hay sobrepeso u obesidad, los médicos sugieren un descenso de peso gradual, ya que la pérdida brusca también puede resultar perjudicial. El objetivo es reducir la grasa acumulada en el hígado, mejorar el perfil metabólico y prevenir la progresión a enfermedades más graves.

Además del control de la alimentación, mantener una vida activa, dormir bien y reducir el estrés son medidas que ayudan a proteger la salud hepática.

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