Chinela: Mundos En Cajas, un emprendimiento lúdico para niños con TEA y, también, toda la familia

La docente Natalia Souto creó los juegos como una forma de profundizar su vínculo y la comunicación con su hijo, diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA).

Natalia y Santi (14753421).jpg
Madre e hijo.
Foto: Gentileza.

Cuando Santiago fue diagnosticado con unTrastorno del Espectro Autista (TEA), su mamá, Natalia Souto y su papá Sebastián Rosano se preguntaron qué podían hacer para estimular una comunicación más profunda y articulada con su hijo, que ahora tiene 8 años. “Empezamos a investigar y a hablar con especialistas y dimos con una pediatra muy empática que nos refirió a otros. Estábamos buscando respuestas, para conectar con nuestro hijo y que él tuviera una vida lo más autónoma posible y creciera saludablemente”, contó Souto.

En ese camino, los padres conversaron con expertos y vieron que en algunas de las sesiones de terapia, a Santiago se le daba bien jugar con distintos juegos de mesa. “La psicóloga de Santi, durante las sesiones, nos explicaba cómo podíamos hacer para conectar con él, cómo nuestro hijo podía permanecer más tiempo en las actividades. Empezamos, de a poco, a descubrir que mediante cierto tipo de juegos -más pautados y estructurados- Santi se iba comunicando con el mundo y con nosotros, y aceptaba algunas cosas que por ahí en un juego más ‘libre’ le costaba más, o se perdía”.

Al principio, Souto y Rosano recreaban en casa lo que habían aprendido en las sesiones de terapia, pero conforme pasó el tiempo la madre comenzó a desarrollar y ampliar algunas de las ideas de los juegos y su significado para la comunicación con su hijo. Así se gestó lo que hoy es Chinela Mundos En Cajas: juegos de mesa para compartir en familia. Souto se dio cuenta que algunos de los juegos que ella y el padre recreaban en casa lograban captar y mantener la atención de Santiago. Pero otros no. “En esa época, a él le interesaban los autos, matrículas, bloques y algunos personajes”. Además tuvo en cuenta qué cosas eran las que le costaban más a su hijo, como “la espera, los turnos, ganar, perder...”.

Crear juegos de cero, en cartón grueso y con cascola, con esas pautas en mente, para que Santiago superara ciertos obstáculos y se afianzara en sus aprendizajes fue la semilla de su emprendimiento. Al principio, eran unos artefactos relativamente precarios. Pero evidentemente a esta profesora de literatura tiene talento para el trabajo manual, porque los juegos fueron creciendo y ganando en variedad y complejidad. Ella señala que incluso los primeros juegos servían para tender un puente hacia Santiago. “Funcionó muy bien. Empezamos a ver que, a partir de los juegos, él empezaba a moderar la conducta y la inquietud, que lograba focalizar la mirada y poder decir más palabras”, recordó.

La buena respuesta del niño, la impulsó a pensar en nuevos juegos. “Comenzamos a hablar con más profesionales y a formarnos nosotros. Cuando a uno le dicen ‘Tu hijo es autista’ tenés dos opciones: te quedás sufriendo ese diagnóstico o lo ves como una posibilidad, como un piso desde el cual empezar a construir”, subrayó. A partir de los juegos que Souto empezó a diseñar y construir, tanto ella como el padre se percataron de que Santiago daba grandes pasos en su comunicación. A partir de los cuatro años, empezó a leer solo gracias a la fascinación que tenía por las palabras. Madre y padre acompañaron ese proceso de recuperación del lenguaje con citas al fonoaudiólogo y el diseño de unas tarjetas para armar historias y potenciar ese desarrollo lingüístico.

En esa etapa, agregó Souto, los juegos empezaron a abarcar cada vez mayores desafíos para Santiago. “Suele suceder que muchas personas dentro del espectro autista tienen intereses restringidos”, narró la mamá, y agregó que en vez de seguir ceñidos a lo que ya le gustaba a Santiago, “las propuestas empezaron a tener facetas diferentes, para romper con cierta rigidez y tener mayor variedad”. Si bien los juegos nacieron del deseo y la necesidad de establecer un vínculo y una comunicación con un niño neurodivergente, Souto remarcó que todos pueden disfrutar de ellos, incluso las personas neurotípicas.

Familiares

Para todos y sin que tenga que haber pantallas de por medio

“Uno de los primeros juegos que creamos, y que aún seguimos usando porque tiene muchísimos usos, es ‘Voy de compras’. Uno va llenando un carrito con distintos productos, y se puede jugar de varias maneras, para estimular la memoria, en modo competencia o colaborativo... Hasta hoy que Santiago tiene ocho años, vamos de compras con la lista hecha. Eso a él le sirve para incorporar rutinas, y para poder ir a lugares que tienen muchísimos estímulos y variables, lo cual muchas veces afecta a las personas con TEA”, explicó Natalia Souto. Y agregó: “El diferencial que tienen nuestros juegos es que además de ser para personas con TEA, involucran a toda la familia y no son exclusivos para ellos”. Si bien se trata de juegos inclusivos, Souto explica que Chinela -nombre nacido de la distorsionada pronunciación de “Chilena” cuando Santiago era más pequeño- también apunta a la convivencia. “Todos los juegos estimulan ciertas habilidades necesarias para la integración social de las personas con TEA, pero todos pueden jugar”. Además de la inclusión y la convivencia, los juegos tienen otro propósito: facilitar la interacción entre familiares sin que tenga que haber una mediación tecnológica, como las pantallas de las tablets o los celulares. Parte de la inspiración para los distintos juegos, añade Souto, proviene de las aulas en las que ella trabaja como profesora de literatura: “He aprendido mucho de mis estudiantes. El aula es un espacio muy diverso, muy heterogéneo. Llevo juegos al aula y descubrí que cuando hay una conexión emocional, cuando le robás una sonrisa a alguien, ese alguien aprende”.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar