Cuando hablamos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) generalmente pensamos en anorexia y la bulimia. Sin embargo, el síndrome por atracón o el trastorno por atracón es el más frecuente en personas con obesidad y sobrepeso.
Su prevalencia es el doble que la bulimia (Kessler R, et al. The prevalence and correlates of binge eating disorder in the World Health Organization World Mental Health Surveys).
Un estudio observó que el 2% de las personas tiene este síndrome, pero en pacientes en tratamiento para descender de peso, la cifra se eleva hasta el 30% y trepa a 48% en candidatos a una cirugía bariátrica (Neli Escando. Et al. Binge Eating Disorder: a comprehensive look at the psychosocial factors involved in its development).
Los números obligan tenerlo más presente y también a buscar de forma activa su diagnóstico y una terapéutica especifica dirigida al síndrome por atracón y no solamente al descenso de peso.
Diagnóstico.
La persona que tiene este trastorno alimenticio, come en exceso, hasta sentirse realmente mal, tiene una sensación de plenitud incómoda, pero no se provoca la purga (a diferencia de la bulimia). No se trata de comer un día un poco de más, sino de sentir la pérdida de control en la ingesta.

Para que se diagnostique un trastorno, debe existir cierta frecuencia; por menos debe ocurrir entre 1 y 2 veces por semana, durante más de 3 meses. Más allá de los criterios cuantitativos y temporales del Manual de psiquiatría Dsm-5 (una de las críticas que se le hace es la posibilidad de sobrediagnóstico), hay características que deben hacernos pensar en el síndrome por atracón.
No importa la calidad del alimento, importa la cantidad, si bien en ocasiones se planifica el atracón y las personas optan por alimentos que liberen dopamina, —como lo son los altos en grasas, azúcar y almidón—, el atracón puede realizarse con cualquier alimento, el que esté a mano.
Son múltiples los relatos de pacientes en procesos de adelgazamiento que realizan atracones con galletas de arroz, con fideos hervidos o arroz blanco. Una vez iniciada la ingesta realmente no pueden parar.
Hay características de personalidad que predisponen a este trastorno y con frecuencia hay otro problema de base, por ejemplo ansiedad, síndromes depresivos, trastornos compulsivos-obsesivo o, por lo menos, características de personalidad de este tipo.
Si bien no compensan con el vómito, pueden hacerlo con largos períodos de ayuno o ejercicio excesivo.
Este trastorno genera mucha culpa, los pacientes demoran mucho tiempo en confesarlo y en pedir ayuda. Genera vergüenza y por eso, en la mayoría de los casos, se oculta. El atracón se realiza a escondidas, es muy poco frecuente que se realice en un evento social ante la mirada de otras personas.
¿Si el TCA es el más frecuente, por qué es tan silencioso? Primero porque no hace tanto que se considera como uno de los trastornos de la alimentación. Al mismo tiempo, en los 90 todos estábamos concentrados en la bulimia y la anorexia y le dábamos poca importancia a otros TCA.
La anorexia y la bulimia son más detectables, tanto por familiares, compañeros de colegio o trabajos, ya sea porque el adelgazamiento puede ser marcado o porque pueden descubrir al paciente vomitando. En tanto, el trastorno por atracón no siempre implica variaciones del peso, se asocia más a obesidad que bajo peso. Y sobre todo, es un trastorno que genera mucha vergüenza y se oculta. En ocasiones hasta cuesta ver que se trata de un trastorno de la conducta alimentaria y que no es una cuestión de voluntad.
Los comienzos.
Generalmente la adolescencia es la edad de inicio más frecuente de este trastorno. Tal como mencioné, las personas con TCA tienen problemas con la regulación de varios aspectos de su vida, la alimentación es uno de ellos.
Hasta la niñez los encargados de regular qué alimentos se consumen, sus horarios y porciones, son los padres. En la adolescencia, comienzan a adquirirse cierta autonomía e independencia con la alimentación y es un terreno oportuno para que inicien los trastornos de la conducta alimentaria.
Si el joven tiene dificultades en esta esfera, la pérdida del control externo de los padres, hace que estos problemas se visualicen.
Este es un punto importante para el tratamiento, porque en sus primeras etapas, los profesionales tratantes estarán a cargo del orden alimentario y también de otros aspectos de la vida cotidiana de sus pacientes.
¿La presión social por la delgadez tiene la culpa de la alta frecuencia de los TCA?
Está claro que el culto a la delgadez impuesto en la sociedad es una realidad que afecta a muchas personas en todas las edades. La sociedad tiene un doble discurso muy cruel, por una parte ofrece —todo el tiempo— comida de mala calidad y, por otro lado, proclama la delgadez como modelo de belleza.
Todos y todas estamos sometidos a esta presión y no todos desarrollaremos un trastorno de la conducta alimentaria. También existe mucha violencia en la sociedad y no todas las personas serán golpeadoras o violentas.
El trastorno de la conducta alimentaria es un trastorno de la persona, son rasgos de su personalidad determinados por su genética, epigenética y/o experiencia de vida, los que predispondrán el paciente desarrolle, en un momento de su vida, un trastorno alimentario.
El bombardeo en las redes sociales y medios sobre los formatos de cuerpo pueden actuar como desencadenantes del inicio de un TCA en personas predispuestas, pero los determinantes de para desarrollarlo, son previos.
Un trastorno tan complejo, implica una atención transdiciplinaria, que involucre psicólogos, psiquiatras, médicos y nutricionistas, entre otros.
—Lo primero: es necesario ser cuidadoso al realizar este diagnóstico. Decirle a un paciente que tiene un TAC, puede ser una marca para toda su vida.
—Cuidado con la restricción alimentaria: las dietas son el principal estímulo para desencadenar un atracón. En lo nutricional, las dietas estrictas están contraindicadas. Primero los pacientes necesitan un orden, una cronología en su alimentación, que permita restructurar un ritmo circadiano y metabólico que está destruido. Lo explicaré con la imagen de un péndulo: si tiro mucho de un lado, rebotará en el lado contrario. Si tiramos del lado de la restricción, el paciente rebotará en compulsión alimentaria.
—Cuidado con usar la palabra saludable en un paciente con TCA. Si subrayo que un alimento es saludable, de alguna forma estoy diciendo que hay otros que no lo son. Un profesional de la salud no debe fomentar la dicotomía en un paciente que pasa de no comer nada a un atracón; de aumentar de peso a descender 10 kilos en poco tiempo;de ayunar todo el día, a comer en exceso en a la noche. Hay que explicarles que no existen alimentos buenos y malos, que lo que necesitan es consumir todos los alimentos en la justa medida y con un orden que determinarán con el profesional de salud a cargo.
Abordaje.
La mayoría de los casos requieren tratamiento farmacológico. Estabilizar la conducta alimentaria implica, en la mayoría de los casos, tratamiento con psicofármacos que ayuden al paciente a regular su ingesta.
La terapia psicológica es fundamental; en la mayoría de los casos su inicio es conductual, pero puede implicar otros tipos. Estamos frente a una persona que tiene que reaprender varias cuestiones, en la mayoría de los casos, no saben ni cuándo tienen hambre, ni cuándo están satisfechos.
En las primeras etapas, el orden alimentario es clave para que los pacientes puedan restructurarse. También hay que educarlos para que puedan reconocer cuáles son los principales desencadenantes del atracón, circunstancias que lo predisponen a esta ingesta desmedida para que logren activar medidas que lo eviten.