J. Soriano del Castillo, M. Zarzo, N. San Onofre/The Conversation
La pérdida de peso es un tema de creciente preocupación en la sociedad contemporánea. Más allá de las consideraciones estéticas, la obesidad ha emergido como una auténtica pandemia del siglo XXI, planteando serias implicaciones para la salud y la economía global.
Con el fin de abordar este desafío, es fundamental adoptar un enfoque equilibrado que combine una alimentación adecuada y suficiente con la práctica regular de actividad física. Sin embargo, en la era digital nos enfrentamos a un bombardeo constante de tratamientos y dietas que prometen resultados rápidos y sin esfuerzo.
El problema radica en que muchas de estas propuestas carecen de respaldo científico y pueden representar riesgos para la salud, especialmente cuando son promovidas por figuras influyentes carentes de formación en salud o nutrición.
¿Cómo identificar una “dieta milagro”?
Nuestro grupo de investigación ha examinado 179 enfoques dietéticos para adelgazar que han surgido a lo largo de la historia, clasificándolos como “peligrosos” cuando cumplen con ciertos criterios, como los siguientes: una pérdida de peso rápida (más de un kilo a la semana), la afirmación de que no exige esfuerzo, restricciones energéticas excesivas y la exclusión de grupos de alimentos necesarios.
Por regla general, estos regímenes suelen ignorar las peculiaridades de cada individuo y contradecir conocimientos científicos establecidos.
En nuestro trabajo hemos identificado un buen número de ejemplos, desde la dieta del dermatólogo vienés Heinz Humplik, que propone un consumo extremadamente alto de calorías (6 000 kcal/día, distribuidas en 10 porciones), hasta la ya veterana del pomelo. Esta última, nacida en Hollywood hace cien años, se caracteriza por su desequilibrio nutricional y un acusado déficit de calorías.
La investigación también permitió identificar que los adultos sanos deben evitar los patrones nutricionales basados en un solo alimento, es decir, las monodietas.
Otras opciones ilustran hasta dónde pueden llegar algunas personas en su afán por perder kilos. Es el caso de la famosa dieta del vinagre: la pérdida de apetito generada por el consumo masivo y prolongado de este condimento ayudó sin duda a adelgazar a Lord Byron, pero también pudo contribuir que sufriera un trastorno alimentario caracterizado por períodos de atracones y purgas.
Más temeraria aún es la llamada dieta de la tenia. Consiste en ingerir ese parásito y está asociada a la legendaria soprano Maria Callas.
¿A qué se dedican quienes las promueven?
La geolocalización de estas fórmulas “infalibles” reveló que la mayoría de ellas tiene su origen en Estados Unidos, seguido por el Reino Unido, Italia, Francia y China. Además, muchos de sus creadores carecen de formación universitaria en salud, lo que plantea preocupaciones adicionales sobre la seguridad y eficacia de los tratamientos.
Categorizamos a estos promotores en tres grupos según su formación. Entre aquellos sin educación universitaria, sorprende encontrar ocupaciones tan disparatadas como un luchador griego, el regente del Quinto Dalái Lama y fundador de la Escuela de Medicina y Astrología de Chokpori, un “ideólogo” de la salud, un carpintero especializado en tallas de madera, varios “profetas”, un culturista y una cantante y actriz.
En cuanto a los autores con formación universitaria pero sin afiliación con las ciencias de la salud, una figura particularmente significativa es el reverendo y ministro de la Iglesia de la Ciencia Divina Emmet Fox (1886-1951). Ingeniero eléctrico de formación, Fox concibió la “dieta mental de 7 días”, un concepto destinado a fomentar el bienestar psicológico y la pérdida de peso a través del mero pensamiento.
En la nómina de difusores de “dietas milagro” también encontramos numerosos periodistas y editores de revistas especializados en contenidos de salud y ejercicio, escritores, empresarios, etc.
En conclusión, confiar en personas sin la formación adecuada puede poner en serio peligro nuestra salud. Las dietas para perder peso deben ser planificadas y gestionadas por dietistas-nutricionistas para garantizar su eficacia y seguridad, y que permitan, además, mejorar el estado de salud y de calidad de vida.