Se calcula que para 2035 unos 24 millones de personas tomarán un agonista del GLP-1 (nombre científico de fármacos como Ozempic). A medida que aumenta su popularidad, los comensales que los toman están redefiniendo lo que es salir a cenar.
Michael Foote estaba cenando con tres amigos en un restaurante cuando levantó la vista y se dio cuenta de que era el único que estaba comiendo. “Habíamos pedido toda esta comida, y todos estábamos compartiendo”, dijo, “pero yo estaba atiborrándome, y todos mis amigos estaban dando pequeños mordisquitos”.
Todos sus acompañantes a esta cena estaban tomando agonistas del GLP-1, una clase de fármacos que se utilizan cada vez más para perder peso. La mayor parte de las personas que los toman afirman sentir hambre con menos frecuencia y, cuando comen, pueden sentirse extremadamente llenos tras unos pocos bocados.
Foote, abogado, dijo que la mayoría de sus amigos toman estos medicamentos, lo que crea una nueva dinámica cuando salen a comer. Suelen pedir entradas y platos principales para compartir; sus amigos comen unos bocados y él se termina el resto. “Soy un tipo de 1,95 de altura y 95 kilos, y me da bastante hambre”, comentó Foote entre risas.
Siguen cenando fuera a menudo, “aunque para ellos sea una completa farsa”. Mientras sigan repartiéndose la cuenta —como suelen hacer—, él está de acuerdo con el plan. “Creo que si fuera una persona más acomplejada, me preocuparía ser la única persona que se comporta como Miss Piggy por aquí”, dijo. “Pero me encanta la comida. Algunas personas comen para vivir. A mí me encanta comer”.
A medida que aumenta la popularidad de los fármacos adelgazantes, los comensales que los toman y los que no se enfrentan a una serie de dilemas de etiqueta en los restaurantes y, en algunos casos, cambian sus hábitos gastronómicos como consecuencia.
Los comensales que toman esos fármacos están averiguando en qué tipo de restaurantes se sienten cómodos, cómo dejar la comida en el plato sin insultar al chef o a sus acompañantes a la cena y cómo sacar el máximo partido a la experiencia. Los que no toman estos medicamentos se enfrentan a los pros y los contras de salir con gente que no come mucho.
“Hay un componente social en todo esto”, dijo David Wiss, nutricionista. “Estamos en un periodo de flujo y cambio, y la gente está aprendiendo a navegar por esto”.
Hace nueve meses, Will Farmer empezó a tomar el medicamento para la diabetes Mounjaro, que muchos han utilizado para perder peso. Poco después, acudió a una comida de degustación de 10 platos para un evento de trabajo y solo pudo comer un poco de cada uno. “Me comí un cuarto de huevo escocés”, dijo. El restaurante envió un correo electrónico al anfitrión del evento para preguntarle si todo estaba bien. “Les preocupaba que la comida me hubiera parecido asquerosa”, dijo Farmer, de 34 años.
Ahora come solo en restaurantes que sirven platos familiares o platos pequeños, para que no sea tan obvio cuando no se termina la comida. “Si vas a un restaurante de carnes, es raro que dejes la mayor parte”, dijo. “Pero cuando todos estamos compartiendo, la comida desaparece y no sucede esta vergüenza individual de dejar comida”.
The New York Times
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