Redacción El País
El uso de pantallas está tan incorporado en la vida cotidiana que muchos niños no conciben sus rutinas sin celular o tablet.
Aunque la tecnología ofrece oportunidades de aprendizaje y conexión, su uso desmedido preocupa cada vez más a familias y profesionales de la salud mental.
La psicóloga Mariana Capurro explicó que el abuso de dispositivos digitales en la infancia puede tener consecuencias en el desarrollo emocional, social y neurológico. Entre ellas, mencionó la dificultad para manejar la frustración, la falta de tolerancia y el escaso desarrollo de habilidades sociales. “Las pantallas funcionan como un anestésico emocional: calman, distraen y entretienen, pero no enseñan a gestionar las emociones”, advirtió.
Algunos estudios han vinculado más de dos horas diarias de pantalla con un menor rendimiento en habilidades cognitivas y del lenguaje, además de trastornos del sueño. La especialista subraya que la luz de los dispositivos altera el ritmo circadiano y reduce la calidad del descanso.
Capurro propone que los padres establezcan horarios para el uso de pantallas y fomenten espacios libres de tecnología, donde los niños puedan jugar, leer, hacer manualidades o salir al aire libre. No se trata solo de reducir el tiempo frente a los dispositivos, sino de ofrecer alternativas atractivas que enriquezcan la vida familiar.
Un hábito muy extendido es comer frente a pantallas. Aunque parezca inofensivo, puede afectar la salud a largo plazo. “Cuando un niño come mirando un celular o tablet, no registra los sabores, las texturas ni la sensación de saciedad. El cerebro entra en piloto automático: mastica y traga sin conciencia”, explicó la psicóloga.
Para Capurro, además, las pantallas roban momentos valiosos en familia. La mesa, asegura, debe ser un espacio de encuentro y conversación, lejos de celulares y tablets. “Si los hijos comen con pantallas, su concentración se resiente, y no solo pierden atención en la comida: también pierden conexión contigo”, concluyó.
En base a El Tiempo/GDA
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