Suponé que conocés a una persona en una reunión social y pensás -rápidamente y a partir de unas pocas características positivas- que estás frente a alguien maravilloso, súper competente, buen amigo. Por el contrario, quizás juzgaste a una persona o producto negativamente desde algunos aspectos que catalogás como no tan positivos. Debo reconocer que este caso se da en forma minoritaria, siendo el primer ejemplo el más habitual.
Quizás te haya sucedido en más de una ocasión, y es esperable que así sea, por el denominado “efecto halo”. Este consiste en que nuestro cerebro generaliza y formula una visión global a partir de algo particular y específico.
Sucede debido al “sesgo cognitivo”, es decir que la percepción de determinados aspectos de una persona o situación influyen en la percepción general, independientemente que no exista una conexión lógica entre ellas.
Al cerebro le resulta mucho más sencillo y práctico “ir completando el resto de los casilleros que faltan con información que infiere o deduce a partir de premisas o aspectos aislados”, algo así como un acto automatizado, mecanizado, donde la reflexión y el análisis parecen no tener cabida.
El término “efecto halo”, proviene del ámbito religioso y está vinculado con el aro o esfera luminosa que rodea habitualmente la cabeza de un ángel, santo o figura representativa de la religión católica. En este sentido, la alusión al simbolismo de este “halo” que asocia con la luminosidad del espíritu, bondad, así como con la paz y la espiritualidad.
Este fenómeno puede resultar peligroso a la hora de relacionarnos con otro, fundamentalmente cuando se trata de una persona que hemos conocido recientemente.
Situaciones
Te propongo comprenderlo con algunos ejemplos:
• Una entrevista laboral. En el caso de un postulante que se muestra sociable y respetuoso, se infiere rápidamente que se trata de un trabajador comprometido, con una buena performance y rendimiento laboral general.
• Reunión social. Conocés a alguien en una celebración o instancia social y te parece muy atractivo, con lo cual ya deducís que es inteligente y buena persona, aunque no tengas evidencia clara al respecto.
• Cita romántica. Vas al encuentro con alguien por primera vez en el marco de la búsqueda activa de pareja. Te parece simpático y sociable, por lo que ya inferís que es buen profesional y buena persona.
• Marketing de productos y servicios. Un influencer o celebridad muy prestigioso promociona un producto; por el simple hecho de que esta personar famosa está vinculada a él, automáticamente percibimos al producto como de excelente calidad, incluso previo a nuestra propia experiencia con ese artículo.
• Redes sociales. Un influencer con un perfil atractivo y bien cuidado desde lo estético se percibe como alguien más confiable y hasta experto en la temática que trabaja aunque su formación y/o experiencia no lo avale de la misma forma.
• Educación. Un estudiante prolijo, puntual y que entrega todas las tareas en tiempo y forma puede ser evaluado por sus profesores como inteligente, competente o multitasking.
En todos los casos, si bien no existe evidencia clara que confirme los conceptos globales relativos a personas, situaciones y productos, nuestro cerebro se encarga de inferir y categorizar en base a características aisladas y específicas.
Claramente, este sesgo cognitivo puede resultar riesgoso a la hora de establecer vínculos interpersonales, de tomar decisiones empresariales o laborales, de emitir un juicio sobre un alumno o persona de nuestro entorno. También puede ser peligroso al momento de elegir un producto o servicio como usuarios y clientes.
La clave
Es fundamental conocer cómo funciona nuestro cerebro habitualmente en este sentido y generar una instancia de evaluación y análisis exhaustivo según corresponda.
Es preciso que este tenga en cuenta la importancia de que nuestra imagen y concepto general de esa persona, situación o producto más allá de la primera impresión y fundamentalmente tomar decisiones a conciencia, respaldadas en evidencia concreta, pienso y reflexión.
Resulta de suma importancia esta “estructura de demora” en el área vincular. Nuestra calidad de seres altamente sociales, a menudo nos lleva a cometer errores significativos a nivel de interacción y estilo vincular, con gran impacto en nuestra calidad de vida y salud mental.
Este mecanismo de “demora”, es imprescindible a la hora de sumar un nuevo amigo a nuestro círculo más íntimo, y por supuesto si estamos pensando en formar una pareja, ya que de lo contrario, quedamos expuestos a generar vínculos “líquidos” tóxicos, basados en la manipulación y dependencia emocional y a la frustración constante : aspectos que notoriamente no favorecen el bienestar y el equilibrio psico-físico.
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