Redacción El País
Con el cierre de un año y el comienzo de otro, llega también el ritual de revisar lo vivido y proyectar lo que vendrá. Enero suele traer entusiasmo, pero también frustración cuando los objetivos se formulan de manera poco realista o desconectada de la vida cotidiana. Por eso, especialistas coinciden en que la clave no está en proponerse más cosas, sino en pensar mejor los objetivos. Estos son tres métodos útiles para arrancar el 2026 con motivación sostenida y buena energía.
Pensar los objetivos de Año Nuevo no debería ser una fuente de culpa ni de autoexigencia extrema. Por el contrario, la motivación crece cuando hay claridad, realismo y conexión personal. Plantear metas con método, sentido y flexibilidad puede marcar la diferencia entre abandonar en febrero o sostener el entusiasmo a lo largo del año.
Del deseo abstracto al objetivo concreto (método SMART)
Uno de los errores más frecuentes es plantear metas demasiado generales: “hacer más ejercicio”, “comer mejor” o “ser más feliz”. El método SMART, ampliamente utilizado en psicología organizacional y coaching, propone convertir esos deseos en objetivos claros y alcanzables. SMART es un acrónimo en inglés que indica que las metas deben ser:
- Específicas (qué quiero hacer exactamente)
- Medibles (cómo sabré que lo logré)
- Alcanzables (realistas según mi contexto)
- Relevantes (importantes para mí, no para otros)
- Temporales (con un plazo definido)
Por ejemplo, en lugar de “hacer más ejercicio”, un objetivo SMART sería: caminar 30 minutos, tres veces por semana, durante los próximos dos meses. La claridad reduce la ansiedad y aumenta la sensación de control, dos factores clave para sostener la motivación en el tiempo.
Pensar el año por áreas de vida, no como una lista infinita
Otro enfoque recomendado por psicólogos es organizar los objetivos por áreas, en lugar de acumular propósitos sueltos. Algunas de las más habituales son: salud, trabajo o estudio, vínculos, descanso, finanzas y desarrollo personal.
Este método permite detectar desequilibrios —por ejemplo, muchas metas laborales y ninguna vinculada al bienestar— y evita la sobreexigencia. Además, ayuda a aceptar que no todo se puede cambiar al mismo tiempo.
Una estrategia útil es elegir uno o dos focos principales para el año, y permitir que el resto quede en un plano más flexible. Pensar el 2026 como un proceso, y no como una carrera contrarreloj, favorece una relación más amable con los objetivos y reduce el abandono temprano.
Conectar las metas con el sentido personal (el “para qué”)
Más allá del qué y del cómo, los especialistas destacan la importancia de preguntarse para qué se quiere alcanzar un objetivo. Cuando una meta está alineada con valores personales —como el cuidado, la autonomía, la creatividad o el disfrute— resulta más fácil sostener el esfuerzo, incluso cuando aparecen obstáculos.
Este enfoque invita a ir un paso más allá del resultado final. No se trata solo de “bajar de peso” o “ahorrar dinero”, sino de qué tipo de vida se quiere construir a través de esas acciones.
Escribir el objetivo junto a una breve frase que explique su sentido (“para tener más energía”, “para vivir con menos estrés”, “para disfrutar más del tiempo libre”) puede funcionar como ancla emocional en los momentos de desánimo.