Qué hay detrás de siempre querer complacer al otro y no animarse a poner límites en las relaciones

Psicólogos explican por qué muchas personas tienden a ceder ante los requerimientos del otro, sin darle importancia a sus propias necesidades y valores.

Mujer triste
Mujer angustiada cubre su rostro.
Foto: Freepik.

Saber decir “no”, no siempre es fácil. Hay quienes, por temor a una reacción de distanciamiento o disgusto, ceden ante los requerimientos de los demás. El problema está en que complacer al otro puede derivar en ser fácil de manipular. Sobre esto habla la psicóloga Marta Martínez Novoa.

“Detrás de esa necesidad de complacer está una versión que sintió que era rechazable y abandonable por el sistema”, dice. En palabras más sencillas, es un hábito que se desarrolla por experiencias vividas que generaron dolor.

En muchas ocasiones, hacer lo que el otro dice implica renunciar a principios, costumbres o valores inculcados en casa. Por ello, se debe analizar muy bien qué es lo que está permitiéndose para que no se vuelva una constante y no se perjudique su criterio propio, o hasta su personalidad.

Para Martínez, más que una característica de relacionamiento, la complacencia tiene que ver con un mecanismo de protección. Por ello, recomienda ser compasivos con esa debilidad que se busca transformar o erradicar.

“Es clave entender que lo hiciste un día para salvarte. Ahora, podés hacerte cargo de eso que otros no te dieron”, aconseja. Según la experta, asistir a terapia ayuda a identificar recursos o a construir herramientas desde cero para llenar vacíos.

Ansiedad
Mujer ansiosa sentada.
Foto: Freepik.

Por otro lado, la psicóloga Rebeca Cáceres asegura que si se ve como una manera de “hacer actos de servicio por los demás”, el gesto tiene efectos positivos ya que hace sentir a la otra parte amada y cuidada. Sin embargo cuando estos “favores” y acciones son desmedidos, hay un trasfondo complejo como cumplir las expectativas ajenas.

Otras de las situaciones que pueden interferir en no ser asertivo al comunicar qué se está dispuesto a hacer y lo que no, puede tener que ver con “haber vivido experiencias en la infancia relacionadas con el amor condicional o que no se nos haya querido por lo que somos sino por lo que hacemos”, según Rebeca.

Para aprender a poner límites, es importante reflexionar sobre las propias necesidades y valores, escuchar al otro para entender lo que quiere y luego expresar si está en sus capacidades o no.

Mariana Sierra Escobar, El Tiempo/GDA

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar