Redacción El País
Los conciertos de Shakira en Montevideo desataron una fiebre increíble: en cuestión de horas se agotaron las entradas y se multiplicaron en redes sociales los mensajes de expectativa y emoción. Aunque las celebridades suelen atraer atención, el fenómeno Shakira supera lo anecdótico. ¿Qué explica, desde la psicología, un fanatismo tan intenso?
En primer lugar, Shakira tiene un recorrido que atraviesa generaciones. Quienes hoy tienen entre 25 y 45 años crecieron con Pies descalzos, ¿Dónde están los ladrones? y su salto al mercado global. Esa continuidad genera lo que los psicólogos llaman vínculo parasocial, una relación emocional unidireccional en la que el público siente que “conoce” a la artista porque ha seguido su evolución personal y profesional durante años.
Además, la figura de Shakira ha estado marcada por relatos de esfuerzo, superación y reinvención. Desde su irrupción en la música latina y su transición al mercado anglo hasta su maternidad, su mediática separación y su regreso creativo cargado de mensajes de empoderamiento. Las historias de resiliencia despiertan empatía y admiración, emociones centrales para la construcción del fanatismo. Para muchas personas, su figura condensa la idea de que es posible transformar las crisis personales en fortaleza.
Aunque Shakira no es uruguaya, su impacto en América Latina tiene un componente regional fuerte. La psicología social explica que las figuras que combinan éxito internacional con raíces latinas activan un sentimiento de orgullo compartido. En países pequeños como Uruguay, donde a veces predomina la sensación de lejanía frente a los grandes escenarios globales, ella funciona como un símbolo de validación: “una de las nuestras que llegó lejos”.
A eso se suma su estilo versátil: baladas, rock latino, pop, reguetón, fusiones africanas. Esta diversidad musical facilita que distintos grupos encuentren una versión de Shakira con la que conectar.
Uruguay tiene además un componente cultural que multiplica estos fenómenos: su tamaño y la cercanía social facilitan que cualquier visita de renombre se convierta en un evento colectivo. Cuando la figura es alguien tan transversal como Shakira —escuchada por personas de todas las edades, géneros y estratos—, la experiencia compartida se amplifica.
Por qué seguir a una artista puede hacernos bien
Más allá del entusiasmo viral, la psicología positiva subraya que el fanatismo sano puede aportar bienestar emocional. Seguir a una artista como Shakira puede:
- Aumentar el sentido de pertenencia, al compartir rituales, canciones y experiencias con otras personas.
- Generar emociones positivas, especialmente a través de la música, que activa áreas cerebrales vinculadas al placer y la memoria.
- Ofrecer un modelo aspiracional, útil para procesos de motivación personal.
Como aseguran los psicólogos, el fanatismo no nace solo del artista, sino del espejo que nos ofrece. En Shakira, muchos ven talento, autenticidad, resiliencia y una historia que los acompañó por años. Por eso, su presencia no solo entusiasma: moviliza, emociona y reafirma un sentido de pertenencia que trasciende la música.
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