Por qué repetimos vínculos que nos hacen daño y cómo empezar a construir relaciones más sanas

La atracción hacia personas que agotan o manipulan puede tener raíces profundas. Reconocer los patrones y fortalecer límites y autoestima ayuda a romper el ciclo y a crear vínculos más equilibrados y saludables.

En Australia existe una web que se encarga de decirle a tu pareja que la relación no va más.

Redacción El País
Si alguna vez sentiste que estás rodeado de personas que te agotan, te hacen dudar de vos misma o te llevan a cuestionar tu propio valor, es un escenario que para muchos no es aislado.

Amistades, vínculos laborales o relaciones románticas pueden reproducir dinámicas que terminan siendo nocivas. A veces se interpreta como casualidad o mala suerte; otras, como si ciertas personas “tóxicas” simplemente aparecieran una y otra vez en el camino.

Sin embargo, también puede ocurrir que determinados comportamientos propios estén abriendo la puerta a esos vínculos.

La repetición de relaciones dañinas es un patrón frecuente y suele tener raíces emocionales profundas. Explorar cómo funciona esa atracción y qué mecanismos la sostienen permite comenzar a desarmarla y dar paso a vínculos más saludables.

Relación de pareja
Pareja de adultos se dan la espalda.
Foto: Freepik.

Características. Según un informe realizado por Héctor Lazo para El Comercio, las personas consideradas tóxicas —incluyendo perfiles narcisistas— suelen presentar una autoimagen distorsionada, basada en una percepción exagerada de sus habilidades o méritos.

Les cuesta aceptar críticas y suelen proyectar sus inseguridades en los demás para evitar asumir errores. También buscan admiración constante, dependen de la validación externa y pueden recurrir a la manipulación emocional para conseguir lo que quieren. Esto incluye tácticas como la culpa, el victimismo o el gaslighting, que lleva a la otra persona a dudar de su propia percepción.

Pareja, mudanza
Pareja de espaldas besándose en su casa nueva.
Foto: Freepik.

Otro rasgo común es la facilidad para generar conflictos y deteriorar relaciones ajenas. La crítica hacia personas cercanas, la desaprobación ante nuevos vínculos o los intentos de aislar a la pareja o a un amigo son parte de estas dinámicas.

Además, suelen mostrarse encantadores al inicio, exagerando atenciones y afecto para establecer una conexión intensa que luego pueden retirar de manera repentina.

Por qué los atraemos.

Varios factores personales pueden predisponer a una persona a vincularse con perfiles tóxicos:

• Baja autoestima: cuando uno no se valora adecuadamente, puede tolerar malos tratos o comportamientos dañinos.

• Límites poco claros: la dificultad para decir “no” facilita que otros se aprovechen.

• Empatía elevada: una fuerte predisposición a comprender y ayudar puede ser utilizada por personas con intenciones manipuladoras.

• Modelos aprendidos: crecer en entornos donde predominaban vínculos conflictivos puede normalizar estas dinámicas en la vida adulta.

• Atracción por la intensidad: algunas personas confunden intensidad emocional con afecto genuino, repitiendo relaciones inestables.

• Búsqueda de validación externa: depender del reconocimiento ajeno aumenta la vulnerabilidad frente a manipulaciones.

Reconocer estas raíces no implica culpa, sino comprensión. Entender de dónde vienen los patrones permite comenzar a modificarlos.

Vínculos saludables.

Relacionarse desde un lugar sano aporta beneficios a distintos niveles.

Un vínculo estable y respetuoso ofrece apoyo emocional en momentos difíciles, ayuda a fortalecer la autoestima, reduce el estrés cotidiano y aporta compañía y sentido. Además, una pareja equilibrada promueve el crecimiento personal y favorece un entorno donde ambas personas pueden desarrollarse.

Romper el ciclo de este tipo de relaciones tóxicas requiere identificar los patrones propios, así como también fortalecer el amor propio y establecer límites que sean claros.

Con el desarrollo de ese trabajo emocional, es posible construir vínculos que resulten más equilibrados y positivos.

En base a El Comercio/GDA

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