Cómo mandar a la mierda de forma educada: así se llama el nuevo libro de la psicóloga Alba Cardalda, experta en psicoterapia cognitivo-conductual, terapia breve y estratégica y neuropsicología. Nació en España, pero entre 2017 y 2023 viajó por el mundo sin residencia fija. “Viajar sola siendo mujer me ha llevado a reflexionar sobre muchas cosas y una de ellas ha sido cómo poner límites sin ser grosera, pero tampoco cediendo a cosas en las que no quiero ceder”, contó a El País.
De regreso en España, comenzó a ver este tema en el consultorio. Observó que sus pacientes tenían mucha dificultad a la hora de comunicarles a otros qué les molestaba, qué necesitaban o qué no querían y que con frecuencia acababan diciendo ‘sí’ cuando, en realidad, querían decir ‘no’.
Entonces, surgió la idea del libro; uno que mostrara cómo decir ‘basta’ con asertividad y empatía para conseguir relaciones más plenas y honestas.
— ¿Por qué nos cuesta poner límites?
— Principalmente, porque tenemos miedo a ser rechazados o a que el otro deje de amarnos y valorarnos. Nos dan miedo las consecuencias. Entonces, preferimos ceder y/o hacer cosas que no nos apetecen o que, en el peor de los casos, van en contra de nuestros valores. Además, desde pequeños nos inculcan que debemos ser amables y que eso significa decir que sí y ser complacientes con el otro… Pero, en ese camino, dejamos de ser amables con nosotros mismos. Claro que tenemos que ser buenas personas, pero es importante no fallarnos a nosotros mismos y poder comunicarle al otro cuando algo no nos gusta, con asertividad, empatía y educación.

— Dice que evitamos poner límites por miedo a las consecuencias, pero las consecuencias de no ponerlos tampoco son tan buenas, ¿no?
— Exacto. Siempre digo que un ‘no’ bien dicho es un ‘sí’ a nosotros mismos y que cuando decimos ‘sí’ a los demás queriendo decir ‘no’, nos estamos diciendo ‘no’ a nosotros, nos estamos negando algo que queremos o necesitamos. Por ejemplo, cuando decimos a todo que sí y luego nos quedamos sin tiempo para dedicarnos a lo que realmente es importante para nosotros —como puede ser pasar tiempo con la familia o simplemente descansar—, acabamos estresados y frustrados, intentando hacer más cosas de las que podríamos abarcar. Incluso, si esto se mantiene durante más tiempo, podríamos acabar tomando decisiones de vida con las que no estamos de acuerdo.
— ¿A qué tipos de personas les cuesta más poner límites?
— En general, a las personas con baja autoestima, pues tienen mucho más acentuado ese miedo a no agradar, a caer mal y a ser rechazados. Necesitan más aprobación externa y habitualmente ceden más y se convierten en personas sumisas. También ocurre el efecto contrario; ante la falta de recursos, la persona puede ponerse muy a la defensiva y a lo mejor la comunicación es agresiva.
A su vez, sucede mucho en las relaciones entre padres e hijos y en los vínculos de pareja donde hay una dependencia emocional de ambas partes o de una para con la otra. En este caso, se tiende a decir a todo que sí o se dejan pasar ciertas cosas que a la persona en verdad le molestan porque no quiere que el otro lo deje o se enfade.
— ¿Es más común en el caso de las mujeres?
— Sí. A las mujeres nos han educado para ser más sumisas que los hombres. Dentro del concepto que se nos ha inculcado de ‘feminidad’ o de ‘ser una buena niña’ está el ser complaciente. Además, está mucho peor visto socialmente una mujer que establece límites o que dice que no, que un hombre que lo hace. En el hombre se ve como una característica de liderazgo y en la mujer como una de agresividad. Esto resulta en que a las mujeres les acaba costando mucho más poner límites.

— Y, como dice el título del libro, no se trata solamente de ponerlos, sino de cómo hacerlo. ¿No?
— Claro. No es tanto el qué se dice sino el cómo. Es importante saber comunicarnos de forma educada y asertiva; de esta manera, a pesar de que quizás a la otra persona no le guste el límite que estamos marcando, no podrá echarnos nada en cara. Hay palabras e incluso fórmulas de asertividad que facilitan esto de comunicar cosas que a veces son difíciles de decir, pero que hay que decirlas para que las relaciones puedan ser sanas.
— ¿Por ejemplo?
— En el ámbito de la convivencia, si uno llega cansado o cansada y encuentra los platos sin lavar y su compañero de piso lleva ahí toda la tarde, no es lo mismo decir ‘Estoy harta’, ‘Siempre que llego está todo desordenado’ o ‘Eres un desastre’ que decir ‘Últimamente, cuando llego a casa me siento abrumada porque llego cansada y hay cosas por hacer. Me gustaría que nos sentáramos a organizar un poco el tema para que ambos podamos vivir más en armonía’. Es el mismo mensaje, pero dicho de formas diferentes. Y el segundo traerá mejores resultados porque invita a la reflexión y el otro no lo siente como un ataque.
No obstante, es importante saber que llega un punto en el que se puede mandar a la mierda sin tanta educación. Cuando nos faltan al respeto o son agresivos con nosotros, o incluso después de haber puesto un límite de forma educada varias veces sin obtener buenos resultados, ahí es lícito mandar a la mierda tal y como nos salga. Llega un punto en el que a uno se le acaba la paciencia o decide abruptamente cortar una relación porque realmente lo están lastimando y no lo están respetando en absoluto.
— Si uno nunca fue bueno en esto de poner límites, ¿cuál sería el primer paso para empezar a cambiar?
— Darse cuenta. No puede cambiarse nada que no se identifica o de lo que uno no es consciente. Luego, es importante reconocer exactamente en qué situaciones y con qué personas nos cuesta más; si es en el trabajo, con la familia, con la pareja, etcétera. Entonces, uno puede empezar poco a poco a decir ‘no’, aplicar alguna de estas fórmulas asertivas y ser más honesto. A veces nos invitan a alguna actividad y decimos ‘Me encuentro mal’ o ‘No puedo porque tengo que ir al médico’ y en realidad era que estábamos cansados o no nos apetecía ir y ya.
Cuando uno tiene muy baja autoestima o depende mucho de la aprobación externa realmente es un trabajo difícil. En estos casos aconsejo acudir a un especialista para que lo acompañe en este camino; uno de aprendizaje, que no es de la noche a la mañana.