Miedo a perdernos cosas y no pertenecer: cómo gestionar el FOMO de fin de año y evitarlo en vacaciones

brindis
Amigos brindan en una fiesta.
Foto: Archivo.

La llegada del fin de año suele acompañarse de revisiones, cierres y comparaciones. Mientras analizamos nuestros logros y también aquello que no alcanzamos, las redes sociales aparecen repletas de festejos, viajes, metas cumplidas y planes espectaculares.

En ese contexto surge el FOMO (fear of missing out), una sigla en inglés que hace alusión al miedo silencioso a quedarnos por fuera de lo importante, a no hacer acto de presencia y, de esta forma, a no “pertenecer”.

Si no gestionamos a tiempo, el FOMO de diciembre puede extenderse sin que nos demos cuenta a las vacaciones de verano. Logra transformar un período que debería ser de descanso en uno de ritmo acelerado y vertiginoso, que nos lleva a correr una especie de carrera por aprovecharlo todo.

¿Cómo evitar el FOMO?

Reconocer que se intensifica en momentos de cierre es clave: el FOMO no aparece porque sí. A fin de año se combinan varios factores: evaluaciones personales, presión social, expectativas culturales y una alta exposición a la vida “editada” de los demás. Entender que es una reacción común -no un problema personal- es el primer paso para desactivarlo. Es importante que te preguntes: ¿Esto que siento es un deseo genuino o una comparación automática?

La segunda clave es separar logros personales reales de los virtuales y además de las narrativas ajenas. Las redes muestran recortes, no procesos. Nadie publica el cansancio, las dudas o los sacrificios que hubo detrás de cada logro. Comparar tu año completo con el highlight de otros es una ecuación injusta.

Fiestas de fin de año en el Este.
Brindis de Año Nuevo.
Foto: Archivo El País.

Un ejercicio útil para llegar a este nivel de consciencia plena es listar tres avances propios del año, que no necesariamente tienen que ser tan visibles para los demás. Anotá tus aprendizajes, las decisiones difíciles que tomaste, la puesta de límites, los momentos de coherencia personal, autorregulación del estado de ánimo, etcétera.

Redefiní qué significa “aprovechar” las vacaciones. El FOMO suele colarse en el verano bajo la forma de agendas saturadas: viajes perfectos, experiencias únicas, fotos memorables. Pero aprovechar no siempre significa hacer más.

Para algunas personas, aprovechar las vacaciones puede ser dormir mejor, aburrirse un poco, leer sin apuro o simplemente no decidir nada por unos días. Cuanto más claro tengas qué te descansa a vos, menos espacio habrá para la presión externa.

Pasar del “debería” al “elijo”. El FOMO se alimenta de los “debería”: debería viajar, debería salir más, debería estar feliz todo el tiempo. Cambiar el lenguaje interno ayuda a recuperar autonomía.
Probá reformular:

  • “Elijo quedarme” en lugar de “me quedo porque no hay otra”.
  • “Elijo no hacer nada hoy” como una decisión consciente, no como un fallo.
  • Acepto que no es posible estar en todos los lugares ni participar de todas las instancias sociales. Es inviable y poco realista.

Limitar la sobreexposición digital en vacaciones. No se trata de desaparecer de redes, sino de usarlas con intención. Si notás que después de scrollear sentís ansiedad, comparación o urgencia, quizás sea momento de poner límites con redes sociales: horarios acotados, días sin redes o incluso silenciar cuentas que disparan ese FOMO.
Menos estímulo externo permite más presencia en lo que sí está pasando y tu conexión con “tu aquí ahora, tu momento presente.”

FOMO & adolescentes

adolescentes


Cuando somos padres de adolescentes necesitamos diagnosticar nuestro FOMO para enseñarles de forma consciente que no es necesario estar en todas las juntadas, salidas y reuniones con amigos. Que si no puede, no tiene ganas o está cansado, puede -y es importante que lo haga- decir “hoy no voy “ sin culpa y sin sentir que deja de pertenecer al grupo por perderse de esa actividad social.

Nosotros como padres, en muchas ocasiones nos estresamos por generarle un plan a nuestros hijos, para que no estén solos, para que su vida social sea activa y pasen vacaciones divertidas. También debemos ser capaces de detectar que a veces no quieren salir, no tienen ganas y eso está bien.
Las vacaciones son un break, un momento de descanso donde no siempre el estar haciendo cosas y participar de actividades nos genera bienestar.

Es fundamental la madurez emocional y la coherencia de los padres para que los adolescentes conecten con un modo de vida consciente y saludable emocionalmente.

Es productivo descansar. Y vale recordarlo. Venimos de un año sumamente exigente. El cuerpo y la mente no necesitan más estímulos, sino integración. Descansar no es perder tiempo, es recuperar energía para lo que viene. El desconectar para reconectar es real y sumamente necesario.
El cerebro necesita de esa suerte de “refreshed” para obtener un nuevo aire.

SPA: unas de las actividades preferidas en Punta del Este es el de descansar recargando energías. Foto: Difusión
Foto: Difusión.

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