Más allá de las notas: por qué tu inteligencia emocional es la clave para no colapsar en la universidad

Aprendé a controlar los nervios antes de un examen y a superar el síndrome del impostor con consejos basados en estudios recientes sobre inteligencia emocional.

Estudiante
Estudiante lee sus apuntes de clase.
Foto: Freepik.

The Conversation
¿Qué buscamos cuando decidimos matricularnos en una carrera universitaria? ¿Qué supone sacar un título “con éxito”? A menudo nos enfocamos excesivamente en la nota final de las asignaturas, pero el verdadero desafío de esta etapa es aprender a cuidar nuestra mente mientras desarrollamos nuestro talento y nuestra faceta profesional.

Estudiar en la universidad implica tomar decisiones importantes, adaptarse incluso a cambios de ciudad o de grupo de amigos, y enfrentarse a la independencia por primera vez. Según datos recientes, más del 40 % de los estudiantes universitarios en España tienen síntomas de ansiedad o depresión durante su etapa académica. La presión por las notas, la incertidumbre sobre el futuro laboral y el síndrome del impostor –esa sensación de no estar a la altura– afectan a miles de jóvenes cada curso.
Aprender a manejar esas emociones y mantener la motivación puede marcar la diferencia entre “sobrevivir” y disfrutar realmente de la vida universitaria. Lo segundo solo es posible si aprendemos a controlar la ansiedad antes de un examen, a pedir apoyo cuando algo no sale como esperábamos o celebrar pequeños logros.

Este aprendizaje no solo nos ayudará a aprobar asignaturas: es la base para crecer como personas y como profesionales a lo largo de toda nuestra vida. Un estudio de próxima publicación que hemos realizado con universitarios españoles nos dejó un dato muy interesante: la inteligencia emocional influye muchísimo en cómo vivimos la ansiedad. No consiste únicamente en reconocer lo que sentimos; para que realmente nos ayude, necesitamos entender bien nuestras emociones y, sobre todo, saber gestionarlas.

Prácticas diarias de inteligencia emocional

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La práctica de la atención plena (mindfulness) es una excelente herramienta.
Foto: Unsplash.

La inteligencia emocional se puede practicar todos los días. Por ejemplo:

  • Confiando en nosotros: cuando un estudiante se siente capaz de preparar un examen complicado sin depender de nadie más, está mostrando autoeficacia, que favorece mejores resultados académicos.
  • Manteniendo la motivación universitaria: encontrar actividades que nos apasionen, incluso en los momentos más difíciles del semestre, ayuda a no perder el ritmo.
  • Gestión de la ansiedad: técnicas simples, como hacer pequeñas pausas o organizar bien el tiempo de estudio, ayudan a rendir mejor y sentirnos menos estresados.
  • Practicando mindfulness o atención plena: podemos dedicar unos minutos a la meditación al despertar, dándonos un momento para notar nuestra respiración y sensaciones antes de empezar el día.
  • Creando un círculo de apoyo: compartir los problemas con alguien de confianza hace que los retos del día a día sean más asumibles.
  • Pensando en el futuro: marcarnos metas, como elegir prácticas o asignaturas que nos interesen.
  • Celebrando los logros: cuando terminamos un proyecto o recibimos un buen comentario, tomemos un momento para disfrutarlo.

La inteligencia emocional nos permite encontrar un equilibrio entre el rendimiento y el bienestar estudiantil, sin sacrificar uno por el otro. Como dijo Aristóteles, “la excelencia no es un acto, sino un hábito”: la práctica diaria de estas rutinas puede mejorar nuestra capacidad de exigirnos cuando podamos y perdonarnos cuando no hayamos podido.

Inteligencia emocional en el campus

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Estudiantes.
Foto: Pexels.

Aunque es mucho lo que podemos hacer por nosotros mismos, para que realmente alcance su mayor potencial toda la universidad tiene que estar involucrada en esta búsqueda del bienestar: debe haber profesores comprometidos, tutorías universitarias útiles y accesibles, y espacios de apoyo donde los universitarios puedan sentirse escuchado.

Aprender a manejar las emociones requiere práctica constante y en diferentes espacios. Por ejemplo, mientras estudiamos, podemos notar cuándo estamos estresados y usar estrategias simples, como organizar los tiempos, tomar pausas o respirar hondo. También es muy importante el espacio de las tutorías, ya que los comentarios de los profesores nos pueden ayudar a sentirnos capaces.

Al salir al mundo laboral, estas habilidades para la vida adulta serán igual de valiosas. Nos permitirán gestionar plazos, resolver imprevistos, adaptarnos a nuevos equipos y saber pedir ayuda cuando la necesitemos.

Autorregulación emocional y resiliencia

La autorregulación emocional y la resiliencia son elementos de la inteligencia emocional y resultan esenciales para sentirnos mejor en la universidad. La autorregulación es la capacidad de manejar nuestros pensamientos, emociones y acciones para alcanzar metas. Estar autorregulado no es solo manejar el tiempo: también implica saber cuándo parar, fijar metas alcanzables, revisar cómo vamos y cambiar de estrategia si algo no funciona. Priorizar, anticipar problemas y preparar un buen lugar para estudiar nos ayuda a aprender por nuestra cuenta. Quienes lo practican rinden mejor y se sienten más tranquilos, porque saben adaptarse y no frustrarse cuando algo no sale como esperaban.

La resiliencia es nuestra capacidad de superar un mal momento y aprender de lo que pasó. No significa que nunca cometamos errores, sino que sabemos cómo superar un mal día o una mala nota, cuidarnos y seguir hábitos que nos ayuden a estar tranquilos y con energía. Por ejemplo, si sale mal un trabajo que hemos hecho en grupo, la autorregulación nos ayuda a no castigarnos ni sentirnos demasiado mal. La resiliencia, en cambio, nos anima a ver qué salió mal y a pensar un nuevo plan para mejorar.

Cuando unimos estas dos habilidades, nos enfrentamos a los retos de la universidad y de la vida con más confianza y calma.

Cuándo pedir ayuda profesional

Es importante reconocer cuándo el estrés académico o la ansiedad dejan de ser normales. Si llevamos semanas sin poder concentrarnos, puede ser un buen momento para pedir ayuda psicológica. Lo mismo si evitamos clases o exámenes, o si notamos cambios importantes en el sueño o el apetito.

La mayoría de las universidades cuentan con servicios de orientación psicológica gratuitos o gabinetes especializados. Pedir ayuda no es un fracaso, es una decisión inteligente. Porque cuidar nuestra salud mental no va a frenar nuestro talento: al contrario, es lo que nos permite desarrollarlo al máximo.

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Foto: Pixnio.

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