Las películas de terror y su impacto en el cerebro: la explicación científica de un evento neuroquímico fascinante

La experiencia de ver una buena película de terror va desde una percepción de peligro real, a una recompensa placentera.

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Foto: Heute.

Redacción El País
Con la llegada de Halloween y el Día de Muertos, aumenta el interés por las películas de terror. Pero, ¿qué es lo que realmente sucede en nuestra mente cuando nos enfrentamos a un susto en la pantalla? La ciencia tiene la respuesta: ver este género cinematográfico activa las mismas respuestas fisiológicas que un peligro real, transformando el miedo en placer en un entorno seguro.

Esta aparente contradicción –buscar voluntariamente algo que nos asusta– revela aspectos profundos sobre la plasticidad del cerebro. Al ver una película de terror, convertimos emociones negativas en una experiencia positiva y controlada. Cada susto activa circuitos neuronales específicos que explican por qué tantas personas disfrutan de esta singular montaña rusa emocional.

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Con la llegada de Halloween, las películas de terror entran en boga.
Foto: Commons.

1. La amígdala en alerta máxima: el centro del miedo

Al aparecer una escena aterradora, la amígdala, nuestro centro de procesamiento emocional, entra en acción inmediatamente. Aunque la corteza prefrontal (la parte racional) ya sabe que no hay un peligro real, esta estructura actúa como una alarma primitiva.

  • Envía señales de emergencia al cuerpo.
  • Redirige la sangre hacia los músculos para prepararlos para la acción.
  • Dilata las pupilas y agudiza los sentidos.

Estas reacciones preparan al organismo para la huida o la defensa, un mecanismo de supervivencia ancestral que se activa aunque sepamos que es solo una ficción.

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Foto: Commons.

2. Un cóctel neuroquímico: de la adrenalina a la dopamina

El verdadero espectáculo ocurre a nivel químico. Durante las escenas de miedo, el cerebro libera adrenalina y cortisol, hormonas del estrés que incrementan el ritmo cardíaco y la tensión muscular.

Sin embargo, cuando el susto pasa y comprendemos que estábamos a salvo, el cerebro responde con una descarga de dopamina y endorfinas. Estas sustancias químicas generan una sensación de alivio y placer, creando un estado de bienestar.

Esta transición del estrés al placer es la clave. Es esa mezcla de alerta y recompensa lo que hace que la experiencia del terror sea tan atractiva e, incluso, adictiva para muchos.

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Foto: Difusión.

3. El hipocampo: el guardián de la realidad

Mientras la amígdala gestiona el miedo, otra región del cerebro trabaja para mantenernos anclados a la realidad: el hipocampo. Esta estructura, encargada de la memoria, se mantiene activa para contextualizar la experiencia, recordándonos constantemente que lo que vemos es solo una ficción. Esta es la razón principal por la que podemos disfrutar del miedo sin entrar en pánico.

Conclusión: Ver películas de terror es un experimento neuroquímico fascinante. Nuestro cerebro activa mecanismos de supervivencia ancestrales –con la amígdala y un cóctel de hormonas como protagonistas– para luego premiarnos con una dosis de placer, todo mientras el hipocampo nos asegura que estamos perfectamente a salvo.

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