Hasta hace unos años las preocupaciones pertenecían al mundo de los adultos. Los niños tenían miedos, presentaban conductas agresivas, dificultades para estudiar, problemas de alimentación o sueño, pero hoy observamos que existen muchos pequeños muy preocupados.
El niño que se preocupa demasiado se está anticipando a lo que pueda ocurrirle, está en el futuro y no en el presente. Su mente se pregunta: ¿y si pasa esto, o si pasa otra cosa? Siempre se preocupa por algo que no sucedió. Existen temáticas recurrentes como el rendimiento escolar y los amigos: los preocupa, y se cuestionan, cómo le irá en las pruebas o qué pasa si no tienen con quien jugar en el recreo.
Algunos chicos se estresan si sus padres llegan unos minutos tarde a consecuencia del tráfico por ejemplo, o están pendientes de sus hermanos porque se sienten responsables de ellos y se hiperpreocupan.
El niño preocupado tiene su mente en el futuro y se llena de pensamientos negativos. Vaticina que le irá mal en una prueba, en la práctica de un deporte, en una fiesta infantil. La preocupación siempre se alimenta de pensamientos negativos que llevan a miedos orientados a algo que no sucedió y tal vez nunca suceda.
Prima hermana del miedo
Este último es una respuesta emocional ante una amenaza presente o imaginada, mientras que la preocupación es un proceso de pensamiento mental sobre posibles amenazas futuras. El miedo se activa por un peligro real y tangible (como un perro que ladra), mientras que la preocupación es más mental y se enfoca en escenarios hipotéticos con posibles problemas.
También existen miedos imaginados como el miedo a hablar en la clase, donde imagino que si levanto la mano para responder a la maestra puedo equivocarme y los otros pueden burlarse de mí.
Los niños tienen que estudiar, practicar deportes, aprender habilidades en todos los campos de la vida.
Cuando los niños se preocupan demasiado, les resulta difícil disfrutar de la escuela, de las actividades extracurriculares, de los amigos. Las preocupaciones pueden comenzar a afectar el sueño y la alimentación. Pueden causar sentimientos de ansiedad y miedo.
Lo negativo es que los pequeños sufren y evitan situaciones placenteras donde podrían desarrollar habilidades importantes para su adaptación a la vida, como compartir con otros o desarrollar la empatía.
Consejos para revertir la preocupación infantil
Te acerco algunas herramientas para gerenciar las preocupaciones infantiles.
1. Los adultos tienen que propiciar instancias para que el pequeño pueda expresar sus preocupaciones.
2. El padre tiene que mostrarle al niño que su mente está llena de pensamientos negativos que todavía no han sucedido y tal vez no pasarán, aunque el pequeño sienta como reales.
3. Si le preocupa determinado tema, mostrarle lo que él podrá realizar para sentirse más seguro y por lo tanto menos preocupado. Siguiendo con el ejemplo anterior sobre intervenir en la clase, pueden ayudarlo a que se dé cuenta de cómo él se imagina escenarios negativos como la burla, la equivocación. Si tu hijo se da cuenta de que es su mente la creadora de la preocupación, podrá sentirse más tranquilo antes de levantar la mano en la clase.
4. Es necesario que el niño se centre en el aquí y ahora, las preocupaciones siempre están en el futuro. Ayudarlo a que conecte con sus sentidos, su cuerpo, su respiración y así se tranquilizará.
5. Es importante que el adulto muestre firmeza y convencimiento para que el pequeño se sienta contenido.
6. Presten atención sobre los temas que hablan en cercanía de los niños, consideren que ellos abren sus antenas auditivas y visuales y a veces interpretan las conversaciones de sus padres con gran preocupación porque no entienden ciertas palabras y/o conceptos.
7. Los adultos significativos con altos niveles de ansiedad pueden sentir miedo o tensión ante ciertos desafíos, pero ante los niños no tienen que compartir sus preocupaciones.
Las figuras de apego son un modelo para poder enfrentar las dificultades y transformarlas en desafíos y no en problemas. Si el adulto se ocupa en lugar de preocuparse, le estará mostrando un ejemplo de fortaleza emocional.
Tanto para adultos como para niños anticipar una situación es peor que enfrentarla. Lo importante es ayudar al niño a que pueda enfrentar los acontecimientos diarios, con sus recursos personales, en el presente, para poder sentirse fuerte ante los desafíos que siempre se le presentarán a lo largo de su vida.
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