"No pasa nada", "¡Sos el mejor!", "¡Qué inteligente sos!", son algunas de las frases que suelen usar los padres, y aunque parezcan inofensivas o incluso bienintencionadas, muchas pueden dejar huellas profundas en la autoestima de los niños. Así lo advierten psicólogos y sociólogos que han estudiado los efectos del lenguaje cotidiano en el desarrollo emocional de los niños.
De acuerdo con la psicóloga Becky Kennedy, experta en crianza y vínculos afectivos, es fundamental que los padres revisen los mensajes que transmiten en su intento de criar hijos "exitosos" o "felices". Hay ciertos cumplidos y frases que, aunque suenen alentadoras, pueden crear presión, angustia o una falsa imagen de sí mismos en los menores.
Una de las expresiones más comunes es "¡Sos el mejor!". Esta frase instala en el niño la creencia de que debe destacarse por encima de los demás para obtener aprobación. “Les hace sentir que tienen que esforzarse más de lo necesario para recibir amor o reconocimiento, y eso en la adultez se traduce en perfeccionismo, miedo al fracaso y ansiedad social”, señala.
Otra expresión que recomienda evitar es "¡Qué inteligente sos!". Aunque parece un halago positivo, este tipo de comentario puede llevar al niño a pensar que su valor está atado a sus logros académicos o capacidades intelectuales. Esto puede generar inseguridad cuando enfrentan retos que no pueden resolver fácilmente, porque temen dejar de ser inteligentes.
En lugar de estos cumplidos, se sugieren frases como: "Te vi muy concentrado en eso que hiciste, estoy orgulloso de tu esfuerzo, no importa el resultado y ¿Qué aprendiste hoy, aunque no te haya salido bien?". Este tipo de lenguaje refuerza la autonomía, la perseverancia y la autoestima sin generar dependencia del éxito externo o la aprobación ajena.
Por su parte, el sociólogo estadounidense John Duffy ha identificado una frase particularmente dañina que muchos padres repiten sin notar sus efectos: “Estoy orgulloso de vos”. Aunque parece positiva, Duffy advierte que esta declaración puede condicionar el amor y la validación a los logros del niño, en lugar de su esencia como persona.
"El mensaje implícito es: 'Estoy orgulloso de vos porque hiciste algo bien'. Pero, ¿qué pasa si no lo logran? El niño puede sentir que decepciona a sus padres o que no es digno de su amor", explicó. Para evitar este impacto emocional, recomienda usar una versión más saludable de esta frase, centrada en el afecto incondicional y la validación personal: "Debés estar muy orgulloso de vos, ¿cómo te sentís?, me encanta ver lo feliz que estás con lo que hiciste, te quiero, sin importar lo que pase".
Ambos expertos coinciden en que la base de una adultez emocionalmente sana comienza en la infancia con una comunicación afectiva clara, empática y libre de condiciones. En lugar de enfocarse en resultados, recomiendan prestar atención al proceso, a las emociones que vive el niño y a su capacidad de aprender de las experiencias.
Kennedy y Duffy también resaltan la importancia de evitar frases que nieguen las emociones infantiles, como "No llores", "Eso no es nada" o "Los niños grandes no se enojan". Estas expresiones, aunque buscan calmar, pueden invalidar las emociones y dificultar el desarrollo de habilidades socioemocionales. Al contrario, aconsejan frases como: "Entiendo que estés triste, aquí estoy contigo, está bien sentir miedo a veces, podés estar enojado, pero vamos a hablar de eso con calma".
Según las consideraciones de los expertos, criar niños emocionalmente sanos no se trata de llenarlos de elogios vacíos ni de protegerlos del fracaso, sino de acompañarlos con un lenguaje que construya su autoestima, que valide sus emociones y que les permita entender que su valor no depende de ser los mejores, sino de ser ellos mismos.
Ángela María Paez Rodríguez, El Tiempo/GDA