Los seres humanos debemos familiarizarnos con los imprevistos. No se trata de desear que los mismos ocurran, sino de entender que son una parte ineludible de la vida y que nuestra capacidad de afrontarlos puede mejorar significativamente si nos amigamos con ellos.
La vida es inherentemente impredecible. Por mucho que planeemos y controlemos, siempre habrá factores externos o situaciones inesperadas que irrumpirán en nuestros planes.
Desde un cambio repentino en el clima, una enfermedad inesperada, una dificultad técnica, hasta un giro en una relación personal o profesional, los imprevistos están a la orden del día. Aceptar esta realidad es el primer gran paso para realizar una gestión adecuada.
Cuando no estamos familiarizados con la idea de los imprevistos, nuestra reacción inicial tiende a ser de shock, negación o pánico. Esto puede paralizarnos o llevarnos a tomar decisiones impulsivas y menos efectivas. Por el contrario, si consideramos que es esperable que las cosas pueden no salir como planeamos, podemos activar mecanismos de afrontamiento que sean más saludables y eficientes.
Acostumbrarnos a los imprevistos significa desarrollar resiliencia, que es la capacidad de recuperarse de las adversidades y adaptarse a los cambios. No se trata de evitar el problema, sino de aprender a transitarlo y, si es posible, salir fortalecido de él. En estos momentos se vuelve patente que la vida rara vez sigue un guión preestablecido. Estar abierto a los imprevistos nos ayuda a ser más flexibles en nuestro pensamiento, a tener la capacidad de ajustar planes, cambiar de estrategia o incluso replantearnos nuestros objetivos cuando la situación lo requiere. La rigidez mental, por el contrario, nos hace más vulnerables al estrés y la frustración ante lo inesperado.
Muchas veces, los imprevistos nos obligan a pensar fuera de la caja. Cuando un camino se cierra, nos vemos forzados a encontrar nuevas soluciones, a innovar y a ser creativos. Grandes avances y descubrimientos han surgido precisamente de la necesidad de resolver problemas inesperados. Habituarse a los imprevistos nos abre la puerta a nuevas oportunidades de aprendizaje y crecimiento. Y si bien los imprevistos pueden generar estrés, una mente que está acostumbrada a considerarlos puede tomar decisiones más racionales y menos emocionales bajo presión. Esto implica haber reflexionado previamente sobre posibles escenarios y haber desarrollado planes de contingencia, incluso si son básicos.
En resumen:
• No se trata de obsesionarse con lo que podría salir mal, sino de desarrollar una mentalidad de preparación y adaptabilidad.
• Entendamos cómo funciona nuestra mente cuando estamos bajo presión y qué sesgos cognitivos nos afectan.
• Aunque no intentemos preverlo todo, también podemos imaginar “qué pasaría si...” en ciertas áreas de nuestra vida.
• Practiquemos la gestión del estrés, la resolución de los problemas y la flexibilidad mental.
• Cada vez que enfrentemos un imprevisto y lo superemos, evaluemos cuánta confianza y aplomo ganamos.
No se trata de volverse fatalista, sino de ser realista y proactivo. Es una habilidad esencial en este mundo complejo y en constante cambio, y una clave para una vida con mayor capacidad de adaptación.
El afrontamiento.
Cuando nos enfrentamos a un imprevisto, la primera respuesta que surge suele ser una reacción de estrés. Nos preparamos para la lucha o huida, lo cual es útil ante ciertos peligros inminentes, pero puede ser contraproducente en situaciones cotidianas, llevándonos a un pensamiento menos claro.
Además, nuestra mente tiende a caer en sesgos cognitivos al procesar las situaciones inesperadas:
• Sesgo de normalidad: tendemos a subestimar la posibilidad de eventos disruptivos y a creer que la vida continuará con normalidad, incluso ante las amenazas claras. Este sesgo puede retrasar o incluso hacer inadecuada nuestra respuesta inicial.
• Sesgo de negatividad: solemos prestar mayor atención y recordar con más intensidad las experiencias negativas que las que son positivas. Un imprevisto, especialmente si es adverso, puede amplificarse en nuestra percepción debido a este sesgo.
• Sesgo de confirmación: es cuando buscamos e interpretamos la información de manera que confirme nuestras creencias preexistentes. Ante un hecho imprevisto, podríamos ignorar información que contradiga nuestra visión inicial, dificultando una evaluación objetiva.
• Efecto de disponibilidad: jugamos con la facilidad con la que un evento o ejemplo viene a nuestra mente. Si hemos experimentado o escuchado de eventos similares recientemente, podríamos sobreestimar la probabilidad de que el imprevisto actual sea igualmente grave o fácil de resolver.
Las claves.
Es natural preguntarse: ¿qué hace que algunas personas parezcan lidiar con los imprevistos con más soltura que otras?
Primero, hablemos de la flexibilidad cognitiva. Imaginen su cerebro como un GPS. Cuando se encuentran con un desvío inesperado en la ruta, ¿su GPS se bloquea o recalcula una nueva dirección? La flexibilidad cognitiva es precisamente esa capacidad de ajustar nuestros pensamientos y planes en respuesta a nueva información. Las personas que son más flexibles mentalmente tienden a adaptarse mejor, porque no se aferran rígidamente al plan original, sino que están abiertas a explorar nuevas posibilidades.
Luego, tenemos la resiliencia. No se trata de evitar el golpe del imprevisto, sino de la habilidad para recuperarnos de la adversidad y salir fortalecidos. La resiliencia no elimina el impacto inicial, claro que no, pero sí permite una recuperación mucho más rápida y efectiva. Es como la capacidad de un árbol para doblarse con el viento fuerte sin romperse.
Nuestras experiencias previas también juegan un papel enorme. Si ya hemos superado situaciones inesperadas antes, y especialmente si lo hicimos con éxito, es mucho más probable que nos sintamos competentes y capaces de afrontar el desafío actual. Es esa voz interna que nos dice: “Ya pasé por algo similar, y lo logré”.
Finalmente, y no menos importante, está el apoyo social. Contar con una red de apoyo, ya sean familiares, amigos o colegas, es un verdadero amortiguador ante el estrés de lo imprevisto. Saber que no estamos solos, que hay personas que nos pueden ofrecer consuelo, consejos o incluso ayuda práctica, puede marcar una diferencia abismal en cómo experimentamos y superamos una situación difícil.
Desafíos
1. Descubre las palabras que responden a las siguientes pistas.
· Intención.
· Antagonista.
· Sostengo.
· Licitador.
· Tórax.
· Bosque.
· Carraspeo.
Cada palabra se forma quitándole una letra a la anterior. Con las letras descartadas se forma una palabra que responde a la siguiente definición: “Lisonja.”
2. Descubre las palabras que responden a las siguientes pistas. Todas tienen comienzan con la combinación “Cin”.
· Listón.
· Descarado.
· Flor.
· Correa.
· Número.
3. A – C – E – L – M – N – O
Utiliza estas letras para formar dos palabras de 7 letras.
Respuestas
1. Propósito. Opositor. Soporto. Postor. Torso. Soto. Tos. Palabra Extra: Piropo.
2. Cinta. Cínico. Cinia. Cinto. Cinco.
3. Colmena. Malecón.