"Hay gente peor que yo": por qué esta frase es una trampa que daña tu salud mental y física

Comparar tu dolor con el de otros no te hace más fuerte; te enferma. Expertos explican el alto costo de invalidar tus emociones y por qué tu malestar siempre es legítimo.

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Redacción El País
La creencia de que nuestro dolor no importa o que “otros sufren más” es un patrón común que lleva a la represión emocional y a invalidar lo que sentimos. Esta auto-invalidación emocional tiene un costo mental y físico alto, generando problemas como ansiedad, estrés crónico y afectando la salud mental.

Esta tendencia tiene raíces profundas en factores culturales, aprendizajes de la niñez y patrones psicológicos:

  • Mandatos culturales: Frases como “sé fuerte”, “los hombres no lloran” o “no cargues a los demás” enseñan que mostrar dolor o vulnerabilidad es un signo de debilidad.
  • Miedo al juicio y la debilidad: El perfeccionismo y la autoexigencia llevan a creer que debemos estar bien siempre, reprimiendo emociones para no parecer frágiles.
  • Experiencias de invalidación: Haber recibido mensajes como “no es para tanto” o “no llores” en la infancia enseña a callar el sufrimiento. En casos de trauma o negligencia, la desconexión emocional se vuelve un mecanismo de supervivencia.
  • Baja autoestima y autocrítica: Las personas con baja autoestima suelen sentir que su malestar “no cuenta” o que son “egoístas” por sentirse mal, priorizando el cuidado de otros sobre el autocuidado.

Señales de la autorepresión

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Quienes minimizan su dolor suelen manifestarlo de manera indirecta. Por ejemplo, la productividad excesiva. Se refugian en el trabajo para evitar sentir. También es común el uso del humor como una manera de evasión. A menudo, recurren a frases minimizadoras como “No es nada”, “Ya pasará” o “Siempre que llovió, paró”.

Se comparan constantemente y miden el propio sufrimiento contra el ajeno para restarle importancia. Tiene miedo a incomodar y callan por temor a ser una carga o despertar emociones incómodas en otros.

Con el tiempo, el cuerpo y la mente dan señales de alerta: irritabilidad, cansancio constante, insomnio, desconexión y problemas físicos.

El costo de reprimir y no expresar lo que sentimos

Reprimir las emociones no las elimina; las desplaza y magnifica, con graves consecuencias. Aumenta el riesgo de desarrollar depresión, ansiedad y estrés crónico. Puede llevar a un entumecimiento emocional, donde se vive en una “neblina” afectiva.

El cuerpo permanece en estado de alerta, elevando el cortisol (hormona del estrés), lo que afecta el sistema inmunológico, el sueño y la digestión.

Genera vínculos unilaterales, donde la persona parece “distante” o “siempre bien”, llevando a aislamiento y soledad. También dificulta la empatía hacia los demás.

Cómo aprender a validar nuestro dolor

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1. Reconocer y nombrar la emoción: Tomarse un momento para identificar y ponerle nombre a lo que se siente. Usar frases como “yo siento…”.

2. Practicar la autocompasión: Tratarse con la misma comprensión y amabilidad que se ofrecería a un amigo. Cuestionar el doble estándar interno.

3. Expresar de forma saludable: Buscar comunicación asertiva con personas de confianza. Si hablar cuesta, usar la escritura terapéutica o la expresión creativa (arte, música).

4. Crear un entorno seguro: Buscar una red de apoyo de amigos, familiares o grupos donde se pueda compartir sin ser juzgado.

5. Integrar prácticas mente-cuerpo: La meditación, el mindfulness y los ejercicios de respiración ayudan a conectar con las emociones y reducir la reactividad del estrés.

6. Considerar la terapia: La ayuda psicológica proporciona un espacio seguro de validación emocional profesional. Un terapeuta ayuda a procesar el dolor, entender sus raíces y desarrollar herramientas de afrontamiento.

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