Los adultos son cada vez más frágiles; ante las frustraciones diarias de la vida, sucumben con mucha rapidez e intensidad.
Cuando algo no sale de acuerdo al deseo, se enojan, se ponen muy tristes y se quedan atascados en ese intento fallido, sin posibilidad de volver a intentar, tal vez con otras herramientas que podrían llevarlos a un mejor resultado. En lugar de avanzar, muchas veces se quedan detenidos, prisioneros de la decepción.
La fragilidad emocional cierra puertas con candados y la vida es un constante abrir caminos.
Niños y adultos son cada vez más frágiles psicológicamente, vale decir que presentan baja tolerancia a la frustración. Algo está sucediendo en la educación de los más pequeños que vemos seres débiles emocionalmente.
Observamos con gran preocupación que muchos padres piensan casi exclusivamente en complacer a sus hijos, brindándoles todo lo que desean de manera inmediata. Así, evitando el “no”, sin darse cuenta, plantan la semilla de la eterna frustración, esa que luego se transforma en fragilidad emocional. El punto central es detenerse y pensar qué lleva a un padre a complacer a su descendencia en lugar de educarlo con firmeza y amor.
Temor a perder el amor de los hijos.
En primera instancia está el temor de perder el amor de sus hijos, ya que temen que si ponen un límite no los querrán más. El amor necesita límites para expresarse, poner límites es un acto de amor. Complacer es satisfacer sin pensar en las consecuencias negativas que pueden causar en sus hijos.
El progenitor complaciente puede sentir culpa por distintos motivos: personales, poco tiempo que le dedica a su descendencia por temas laborales, no pueden brindar todos los productos que la publicidad muestra diariamente y otros amigos de sus hijos lo tienen. Si se divorcia y siente que no le ha podido brindar la familia que hubiera deseado para su descendencia, etcétera.
Poner límites.
Algunos autores sostienen que fijar límites es difícil; sostenerlos es más complicado por varias causas. Los padres necesitan tiempo y paciencia, dos cualidades importantes pero que no abundan en nuestro tiempo. Los niños actuales son más demandantes y rebeldes. Por lo tanto los padres necesitan mucha energía y firmeza en sostener los límites.
complacer. El progenitor complaciente muestra una intensa necesidad de complacer al otro, pero se olvida de sus propias necesidades, gira en torno a su pequeño, pero no tiene en cuenta sus propios deseos y en ciertas situaciones llega a posponer en sus propios proyectos.
La pregunta conductora es para qué complacés a tu hijo, qué pasa que no puedes educarlo y ver lo que realmente necesita y lo que tu puedes otorgarle.
La complacencia no tiene ningún fin educativo, solamente es la satisfacción inmediata del deseo infantil.
Saber diferenciar.
Hay que saber distinguir entre complacer y mimar. En la primera solo se busca satisfacer los deseos, en la segunda el padre premia, brinda algo que le gusta, pero no pensando solo en el deseo del niño, sino en alegrarlo. El adulto que complace no tiene en cuenta lo que realmente necesita su hijo, en cambio el que mima tiene consciencia de lo que necesita, de lo que le gusta a su pequeño y quiere dar un mimo, una prueba de cariño.
Los padres, a pesar de la vertiginosidad de la vida actual tienen que tener en el foco la una diferencia entre necesidad y deseo. Si hace muchas horas que no comés, tendrás necesidad de comida ya que te sentirás mal. En cambio, deseo tal o cual comida. La necesidad necesita ser satisfecha, pero el deseo no siempre encuentra su satisfacción.
La frustración en la infancia es un antídoto que permite crear anticuerpos para poder adaptarse a los distintos desafíos de la vida. El niño necesita límites, comida, abrigo, contención. En cambio, puede tener muchos juguetes y desear más, no los necesita. Esta diferencia es muy útil a la hora de educar hijos fuertes emocionalmente.
Herramientas para tener hijos fuertes.
A continuación, te cuento algunas herramientas que ayudarán a fortalecer a tus hijos.
Lo primero es preguntarse si el niño necesita realmente lo que desea. Si un niño quiere, por ejemplo, tener una tercera campera y presiona para que se la compren, es deseo, no es necesidad.
En segundo lugar, hay que saber sostener el límite, teniendo en cuenta que a la larga eso lo fortalecerá como persona.
Luego, hay que evitar las comparaciones. Si el niño dice que su amigo o primo tiene dos celulares o puede ver pantallas hasta tarde y é también quiere hacerlo, se le puede decir que fulano sí, pero acá en casa las reglas son distintas.
Los legados materiales que pasan de los padres a los hijos pueden perderse, pero la fortaleza emocional es una herencia que nunca se olvida pues sirve para enfrentar las dificultades de la vida.
La complacencia parental programa hijos frágiles, débiles emocionalmente que se han acostumbrado que siempre obtienen lo que desean.
Cuando un progenitor corre a satisfacer a su hijo, lo pone en un sitio como si fuera un rey, y él se sitúa como vasallo que le debe brindar todo lo que quiere. Esto terminará debilitando a tu pequeño.