Redacción El País
Los peligros ocultos de un hogar caótico son más profundos de lo que parece. Una vivienda donde predominan el ruido constante y la falta de orden puede generar estrés para toda la familia, pero en especial afecta a los niños, quienes aún están desarrollando sus herramientas emocionales y cognitivas. Lo que para algunos adultos puede ser parte de la vida moderna, para los más chicos puede convertirse en un entorno difícil de sobrellevar.
Cuando el desorden deja de ser anecdótico
Un hogar caótico suele caracterizarse por ambientes abarrotados y rutinas imprevisibles. Psicólogos vienen señalando desde hace tiempo que vivir en estas condiciones durante la infancia se asocia con peores resultados en el desarrollo posterior.
Las razones son varias. Por ejemplo, el ruido y el movimiento constante dificultan encontrar un espacio tranquilo para concentrarse en el estudio, hacer tareas escolares o simplemente descansar. En Uruguay y el mundo, el desempeño educativo es una pieza clave para construir una vida adulta con mayores oportunidades laborales y sociales. Desde esa perspectiva, crecer en el desorden puede limitar opciones futuras, aun si al principio parece algo menor.
Un estudio reciente realizado en el Reino Unido, con más de 7.000 niños evaluados durante su crecimiento, confirmó que quienes percibían mayor caos en sus hogares a los 9 y 12 años tendían a obtener calificaciones más bajas en los siguientes años escolares. Sin embargo, el hallazgo incluyó una sorpresa: los estudiantes que mejoraban su rendimiento también tendían a percibir menos caos con el tiempo. Una posible explicación, según los autores, es que las habilidades organizativas aprendidas en la escuela se trasladan al ámbito familiar, ayudando a ordenar el entorno.
Cuando el caos se vuelve un riesgo emocional
Para entender si el caos del hogar es la causa directa de las malas calificaciones o simplemente se asocia con otros factores —como el nivel socioeconómico o las características individuales de los niños— los investigadores analizaron pares de gemelos idénticos y fraternos. Este tipo de estudio permite distinguir si una variable influye en otra o si ambas están determinadas por influencias externas.
Los resultados indicaron que la asociación entre hogar desordenado y bajo rendimiento escolar no era causal; es decir, no era el caos en sí el que explicaba las notas más bajas. Pero el estudio también reveló algo más preocupante: el caos sí tenía efectos causales sobre la salud mental en la adultez.
Investigaciones posteriores encontraron que, aun entre gemelos criados en la misma casa, aquel que percibía un entorno más caótico era más propenso a desarrollar problemas emocionales en la adultez joven. Ansiedad, estrés y dificultades para gestionar emociones fueron algunas de las consecuencias observadas.
Cómo bajar el ruido y subir el bienestar
La buena noticia es que siempre se pueden dar pasos concretos para reducir el caos en casa y proteger el equilibrio emocional de toda la familia. Algunas estrategias simples incluyen:
- Evitar tener varios dispositivos emitiendo imagen y sonido a la vez. Apostar a menos estímulos simultáneos ayuda a bajar la carga mental.
- Ordenar regularmente. Menos objetos visibles y menos cosas fuera de lugar facilitan la concentración y la calma.
- Tomarse pausas. Después de días cargados de trabajo, estudio o visitas, hacer tiempo para descansar o compartir en familia sin prisa es clave para recuperar el eje.
Es cierto: un poco de desorden forma parte de la vida cotidiana. Siempre habrá un cajón para ordenar o una pila que se desbordó. Pero cuando el caos se vuelve permanente, ya no es un rasgo pintoresco del hogar: puede dañar la salud emocional, especialmente en los niños. Mantener el orden razonable, en la medida de lo posible, es una forma simple y poderosa de cuidar el bienestar desde las paredes de casa.
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