Clases de cerámica: la nueva meditación que calma la mente y activa la creatividad

Modelar arcilla se volvió mucho más que una actividad artística. Las clases de cerámica invitan a conectar con el presente, soltar el estrés y reencontrarse con la calma a través de las manos y el ritmo del torno.

Cerámica.
Cerámica. Foto: Pixabay

Es sabido que meditar trae increíbles beneficios. Hoy existe una tendencia que se asemeja de alguna manera y está en pleno auge: las clases de cerámica.

Manipular arcilla nos conecta directamente con un elemento moldeable que estimula la creatividad.

La arcilla, componente principal de la cerámica, abunda en la naturaleza y es un recurso renovable, lo que convierte a esta práctica en una actividad amigable con el medioambiente.

Asistir a una clase de cerámica implica practicar la atención plena y la autocompasión a través del proceso de trabajar con las manos, lo que puede resultar una experiencia terapéutica y estabilizadora.

Es un verdadero respiro del estrés diario: centrarse en las sensaciones táctiles y en el ritmo del torno ayuda a profundizar en la conciencia del momento presente, a aceptar la imperfección y a conectar con la intuición del cuerpo.

Taller de cerámica y desarrollo personal
Taller de cerámica y desarrollo personal en la Cárcel de Mujeres Nº 5 de Colón.
Foto: gentileza Museo Gurvich

El acto físico de moldear la cerámica es una experiencia sensorial que activa el cuerpo y enfoca la mente. La concentración necesaria desvía la atención de las preocupaciones y ofrece un “descanso” mental frente a la sobrecarga de información. El movimiento repetitivo del torno puede inducir un estado meditativo, similar al de otras actividades rítmicas, que calma y aquieta la mente.

Estas clases crean un espacio de autodescubrimiento, permitiendo observar pensamientos, emociones y reacciones sin juzgar. Además, invitan a conectar con la pieza y aceptar la imperfección. Los errores y desafíos del proceso desarrollan una resiliencia que luego puede aplicarse a otros aspectos de la vida.

La práctica ofrece una forma tangible de relajarse en un mundo digital y acelerado, actuando como una “barrera física” frente al uso constante de dispositivos. Favorece la atención plena y puede traducirse en una mejor concentración y mayor capacidad para afrontar desafíos.

Cerámica.
Cerámica. Foto: Pixabay

Conectarse con la creación de una pieza es una forma excelente de meditación que brinda a la mente un descanso muy necesario. Uno de los desafíos personales que plantea esta práctica es el desorden: pocas veces nos ensuciamos tanto como cuando éramos niños. Ese desorden rompe la rutina y resulta ideal para bajar la velocidad del día a día. “La cerámica es lenta, no podemos apurar los procesos porque el resultado final se vería afectado y requiere concentración. Eso hace que muchos logren desconectarse del mundo externo y adentrarse en el modelado de la obra”, afirma Agustina De Rosa, ceramista de Yaro 975.

Agustina destaca también otro beneficio: “Es una actividad que genera pocos residuos, mientras aprendés creando objetos útiles. ¿Hiciste una taza que no te gusta? Reutilizá la cerámica y creá algo diferente. Podés usar el material una y otra vez”.

Un rato adaptándote a los tiempos de la cerámica, modelando con las manos mientras la cabeza se detiene y crea algo útil. Las clases de cerámica son la nueva meditación activa. ¿Ya te sumaste a la experiencia?

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