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Ejercicio y diversión en las alturas: un deporte para mejorar el equilibrio y salir de la zona de confort

El slackline y el highline son actividades que permiten trabajar la percepción sobre el propio cuerpo, superar miedos y pasar un buen rato en comunidad.

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Highline en el Cerro Arequita.
Foto: Dharma Slack.

Sí, caminar en el aire es posible. Se conoce como slackline —o highline, en su modalidad de mayor altura— y es un deporte de riesgo que surgió a principios de los ‘80, pero recién comenzó a popularizarse en el nuevo milenio.

Requiere mucha práctica física y mental: “Se vuelve una forma de meditación porque demanda concentración, respiración consciente y calma, y si salís de ese punto y empezás a pensar mucho, te desequilibrás”, sostuvo Vladimir Momberger, experto en la disciplina.

Conoció el slackline a través de la escalada, deporte que practicaba con frecuencia, pero no tanto como hubiera querido: “Soy ingeniero y viajaba mucho por mi trabajo, entonces no escalaba tan seguido porque no podía hacerlo en cualquier lado; necesitaba una pared de piedra y un gimnasio para practicar”.

El slackline le vino al pelo porque es muy fácil de trasladar. Solo requiere un espacio abierto —un parque, una playa, por ejemplo—, la cinta sobre la que uno mantiene el equilibrio y dos puntos de anclaje, como pueden ser dos árboles.

El objetivo de este deporte es conservar el equilibrio mientras uno camina sobre la cinta que está suspendida en el aire, enganchada a dos puntos fijos, uno en cada extremo. Primero se empieza con cintas cortas y bajas, y luego, a medida que uno incorpora la técnica, puede probar alargar el recorrido y jugar un poco con la altura.

“Diez o 15 metros sería una buena distancia para comenzar, y lo mejor es sobre el pasto o la arena, para evitar caídas severas”, indicó Momberger, que nació en Brasil, pero vive en Uruguay desde el 2015. Y agregó: “Después, uno aprende, y en vez de caer, da el paso para salir de la cinta y termina parado”.

Slackline
Niños practicando slackline.
Foto: Dharma Slack.

Habilidades que están en juego.

“Es importante tener ganas, ser constante y manejar la frustración”, subrayó Felipe Melgar, profesor de Educación Física y cofundador, junto a Momberger e Ignacio Gutiérrez, de Punto Equilibrio, única empresa especializada en slackline y highline de Uruguay. Otra clave es la propiocepción, es decir, el sentido sobre el propio cuerpo, que permite percibir la ubicación, el movimiento y la acción de cada parte del organismo.

“Para eso precisás estar mucho tiempo arriba de la cinta”, afirmó, y añadió que la práctica también mejora la fuerza muscular, la postura, la consciencia sobre la respiración y, por supuesto, el equilibrio.

Para Melgar, uno de los principales beneficios de este deporte es el disfrute del movimiento. Momberger estuvo de acuerdo: “No tiene que ser una práctica diaria; puede ser de una o dos veces por semana, y sobre todo que sea un juego, que sea divertido”.

Eso sí: hay que tener paciencia. No es algo que se logre al primer intento (ni al segundo, ni al tercero). “Después de unas cinco a diez prácticas de dos horas u hora y media, lográs caminar más o menos 10 metros; es lo que veo con mis alumnos”, comentó Momberger. Para él, el slackline es una herramienta de autoconocimiento; de trabajar con la propia corporalidad y pasar del ‘esto es imposible para mí’ al ‘puedo hacerlo’.

Desafiarse a uno mismo.

Una vez que se domina la técnica, el siguiente desafío es llevar la práctica a la altura. En Uruguay, el único sitio preparado para highline es el Cerro Arequita, en Minas, donde hay 13 vías armadas para este deporte, expuso Momberger. La más alta tiene alrededor de 65 metros de caída directa.

En esta modalidad, la seguridad es doble. “La cinta va doble, los puntos de anclaje van dobles, las cuerdas de los mismos van dobles, la anilla que nos sostiene también es doble”, remarcó Melgar. Los deportistas usan un arnés y están conectados a una línea de vida para reducir riesgos.

Además de la altura, está la cuestión de la distancia. En el cerro, hay cintas que van desde los 20 hasta los 300 metros de largo. “Depende de la velocidad de cada persona, pero recorrer una cinta de 300 metros puede llevar media hora, ida y vuelta”, señaló el profesor.

También contó que tienen equipos de rescate por si alguien llega a quedarse a medio camino y hay que irlo a buscar, sobre todo en distancias largas. Hasta ahora, sin embargo, no han tenido ningún inconveniente.

Highline
Mujer practicando highline.
Foto: Dharma Slack.

El highline, como otros deportes extremos, pone a uno cara a cara con el miedo. “Hay personas que entran en pánico, y quizás no sea para todos; si la pasás muy mal, tal vez lo mejor es soltarlo”, expresó Momberger.

No obstante, en caso de continuar, es una gran oportunidad para trabajar el aspecto emocional: “Estoy con miedo, pero mantengo la calma y sigo adelante”.

El slackline sigue expandiéndose, y una de las modalidades más recientes es el highline freestyle, donde, además de mantener el equilibrio, el deportista realiza maniobras, como un giro hacia adelante.

“Requiere mucho entrenamiento; al menos 100 o 200 intentos para lograr un truco. Hace tres años casi no existía, y ahora es una explosión”, comentó el brasileño. Hay más variantes, como el slack yoga, que consiste en hacer posturas de yoga en la cinta, y el trickline, vinculado al mundo acrobático, entre otras.

Dormir pasa a ser un deporte extremo.

Dormir en el aire también es posible. Una diversión que surgió a partir del highline es la de colgar hamacas paraguayas en las cintas y pasar la noche en lo alto, entre los cerros o las montañas.

En Uruguay, esto comenzó a hacerse en el festival de highline Stay High, que organizan anualmente los fundadores de Punto Equilibrio en el Cerro Arequita. “Es muy hermoso; ves el amanecer porque generalmente uno se despierta con la luz del sol. Es una sensación difícil de describir con palabras”, sostuvo Melgar.

Hamacas paraguayas
Hamacas paraguayas colgadas en altura.
Foto: Dharma Slack.

Más allá de las vistas espectaculares, señaló que esta práctica sirve para perderle el miedo a la altura y así estar mejor preparado para la práctica de highline.

No es necesario tener experiencia en slackline o highline para participar de esta pijamada en las alturas. “Tenemos un dispositivo para ingresar a la gente a las hamacas”, dijo Melgar, e indicó que han brindado la experiencia a más de 120 personas que no contaban con ninguna experiencia previa.

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