Redacción El País
Cuando se habla del síndrome de piernas inquietas (SPI), muchos imaginan a alguien que no puede dejar de mover las piernas antes de dormir. Sin embargo, este trastorno neurológico puede afectar también brazos, tronco e incluso el rostro, generando sensaciones incómodas que interfieren con el descanso.
Se calcula que entre el 5 % y el 10 % de la población mundial experimentará síntomas de SPI en algún momento de su vida. Aun así, suele pasar desapercibido o confundirse con calambres o estrés muscular. La diferencia principal es que aparece en reposo, mejora al mover la zona afectada y tiende a intensificarse durante la tarde y la noche.
Quienes lo padecen lo describen como hormigueo, picazón, presión interna o quemazón. Estas molestias generan una necesidad irresistible de mover las extremidades para aliviar la incomodidad, aunque el efecto dura poco y regresa en cuanto la persona vuelve a estar quieta. Este ciclo impacta de lleno en el sueño y puede provocar insomnio, fatiga, irritabilidad y problemas de concentración.
Por ello, además de considerarse un trastorno neurológico, muchos especialistas lo clasifican también como un trastorno del sueño. Los principales síntomas son:
- Cosquilleo, tirones, picazón o sensación de calor en las piernas u otras partes del cuerpo.
- Necesidad de movimiento para encontrar alivio.
- Empeoramiento de los síntomas en reposo, sobre todo por la noche.
- Dificultad para dormir de manera continua.
- Somnolencia, falta de concentración e irritabilidad durante el día.
El diagnóstico debe realizarlo un médico, pero algunas medidas pueden ayudar a reducir los síntomas:
- Ejercicio moderado: caminar, estirarse o hacer yoga en su justa medida.
- Rutinas de sueño regulares: horarios fijos, menos pantallas y un ambiente relajante en la habitación.
- Reducir estimulantes: limitar cafeína, alcohol y tabaco.
- Relajación antes de dormir: masajes, baños tibios, meditación o respiración profunda.
- Revisar la salud general: en algunos casos está vinculado a déficit de hierro, diabetes o insuficiencia renal.
El SPI es más frecuente en mujeres y adultos mayores, aunque también puede presentarse en jóvenes y suele tener un componente hereditario. Muchos nunca reciben un diagnóstico porque los síntomas se minimizan o se atribuyen al cansancio.
Detectar el SPI a tiempo puede mejorar de forma notable la calidad de vida. Si las molestias nocturnas son recurrentes, lo recomendable es consultar a un profesional. Con un diagnóstico temprano y cambios en el estilo de vida, es posible recuperar el descanso y el bienestar.
En base a El Tiempo/GDA