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Se silenciaron los comentarios, pero no las causas que directa o indirectamente costaron cuatro vidas jóvenes, de servidores públicos en la Fuerza Aérea. ¿Habrá que esperar otro accidente, o fueron lo suficientemente graves como para actuar?

Se silenciaron los comentarios, pero no las causas que directa o indirectamente costaron cuatro vidas jóvenes, de servidores públicos en la Fuerza Aérea. ¿Habrá que esperar otro accidente, o fueron lo suficientemente graves como para actuar?

La defensa y la seguridad del país y de los uruguayos no son baratas, está claro, pero son imprescindibles. Ahora estamos desguarnecidos, regalados para ser bien claros. En el siglo XXI no se arregla esto con perros cimarrones. Si queremos vivir con una frontera absolutamente porosa y sin control, que permite el pasaje con facilidad de cualquiera sea este un delincuente de barrio, un narcotraficante o un terrorista, no hay que tocar nada, será barato. Si estamos dispuestos a regalar el trabajo de los uruguayos en nuestro mar, nuestras riquezas, la pesca, y dejar librado a la mejor suerte las calamidades que puede suponer hoy un desastre ecológico por derrames, no hagamos nada, es más barato.

Obviamente que de cumplir con nuestros compromisos de rescate que llegan casi hasta Sudáfrica, ni hablamos. Y por último, si no nos importa que los traficantes y el crimen organizado usen nuestro cielo y solo los veamos pasar mientras llevan sus aviones cargados de droga y delincuentes, tampoco nos movamos. Es de republiquetas que pase eso, y es más barato.

Hay un doble discurso hipócrita. Si se acerca la aftosa y hay que cerrar la frontera en horas, se amontona basura que no levantan los municipales, viene un tornado, hay inundaciones, cae un puente, se incendian montes amenazando gente y bienes, hay que armar un campamento de apuro, pintar una escuela o trasladar enfermos graves, ahí pitazo y los militares a la cancha. Si llega el momento de pagarles el sueldo, nos quedamos quietitos, decimos que los milicos sobran, son todos torturadores en potencia, viven de privilegios jubilatorios, y les pagamos a los soldados 15 mil pesos y que agradezcan. Así no vale. No vale porque es inmoral que un gobierno haga eso o que algunos se callen y pasen en punta de pie cuando le salvan la petisa a la sociedad, y luego desde el comité den manija contra todo lo que se mueva uniformado. Algunos son incluso más sutiles. Van armando una transferencia silenciosa pero potente, bien equipada y armada, de funciones y poder, de las Fuerzas Armadas a la Policía, para que esta supla a aquellas. Eso está pasando hoy impulsado desde la jerarquía del ministerio de Interior, armando fuerzas que dependen no de un mando superior que integra el presidente y el ministro de Defensa, sino de una sola persona. Es evidente. ¿Qué hace la Republicana en la frontera cuando se la necesita en ciudades combatiendo el delito y no haciendo cosas que corresponde a otros, con armamentos de guerra desproporcionados para su función?

El discurso fácil y políticamente correcto es decir que hay otras prioridades. Pero después hay que hacerse cargo de un Uruguay indefenso e inseguro. No vamos a hacer la guerra a nadie, no hay que decir tonterías. Pero sí defendernos de las amenazas que nos rodean, que son peligrosas, matan gente, corrompen, nos roban el trabajo y nuestras riquezas naturales. Hay que asumir que estamos al borde de la indefensión. Que hay prioridades, sí, pero cualquiera de ellas necesita un Uruguay soberano, seguro y en paz. Y esto, hoy, está en peligro. No decirlo es políticamente correcto, pero también irresponsable.

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Javier García

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