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Almagro y el TISA en el laberinto

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Cada vez que le hablan del TISA, Luis Almagro se pone en guardia. Aunque ahora carga con los problemas de la OEA, el excanciller tiene un lío pendiente con el Pit-Cnt y un sector del Frente Amplio que lo acusa de haber metido al país en el TISA sin aviso previo.

Durante su reciente visita a Montevideo, consultado por un periodista radial, Almagro juró y perjuró que les avisó a todos sobre el ingreso de Uruguay a las negociaciones del TISA, incluidos José Mujica y sus ministros, el Pit-Cnt y "la sociedad civil". Y concluye con que todos aceptaron entrar en tratos con el TISA, ese acuerdo internacional para la liberalización de los servicios.

Por ahora, los supuestos receptores del aviso previo de Almagro no se dan por aludidos y bombardean al TISA al punto de lanzar comunicados públicos en contra del acuerdo o decretar paros en cuya plataforma figura el rechazo a esas tratativas.

En el primer caso están Roberto Kreimerman y Daniel Olesker, exintegrantes del Consejo de Ministros de Mujica que, extrañamente, acompañaron ese comunicado de rechazo. Un Consejo de Ministros en el cual —lo reiteró Almagro— el asunto fue discutido y aprobado no una sino dos veces.

El excanciller añadió que la propuesta de ingresar al TISA fue aconsejada por la Comisión Interministerial para Asuntos de Comercio Exterior compuesta por cinco ministros, entre ellos el de Industria, Kreimerman, quien después figuró, como se dijo, entre las personalidades firmantes del comunicado contra la participación uruguaya en las reuniones en Ginebra.

En el segundo caso están los gremios del Pit-Cnt, entre ellos los que agrupan a los docentes que incluyeron el repudio al TISA entre las razones para dejar a sus alumnos sin clase. Almagro insistió en que comunicó verbalmente y por escrito a la central sindical la intención de sumarse a las negociaciones de liberalización de servicios y hasta presentó copia de la comunicación cursada al efecto al Pit-Cnt. Según él no hubo objeciones de parte de los sindicalistas.

Lo que exaspera a Almagro es que pese a estos cuidados nadie admite haber conocido de antemano la iniciativa. Para empezar, Tabaré Vázquez declaró que supo del tema recién al llegar a la presidencia, lo que le extraña a Almagro pues lo del TISA se había difundido hasta por los medios de comunicación. Algo similar le ocurrió con gente de su propio grupo político, el MPP, que hoy se rasga las vestiduras al hablar sobre el asunto, cuando sabía del mismo desde hacía dos años. La misma actitud de sorpresa ante el TISA adoptaron otros dirigentes del Frente Amplio que debían conocer el tema, ya fuera por aviso de cancillería, por medio de sus representantes en el Consejo de Ministros o simplemente por haberlo leído en la prensa.

Ahora que vive en Washington y puede gozar de una perspectiva más amplia sobre los problemas uruguayos es posible que el excanciller entienda al fin, si es que no lo tenía claro, cómo procesan las cosas dentro del caótico conglomerado de partidos que es el Frente Amplio. Una coalición en donde la responsabilidad suele diluirse (lo de "la culpa la tuvo el otro" es regla de oro) y las contradicciones están a la orden del día ("como te digo una cosa te digo la otra", resultó un lema contagioso).

En ese laberinto kafkiano, con una "orgánica" compleja como la del Frente Amplio en donde son tantos y hablan tanto, todo es posible. Incluso puede darse el caso que, desinformados o ignorantes de los temas internacionales de comercio, los receptores de los primeros informes de Almagro hayan dado su visto bueno inicial para después meter violín en bolsa cuando los radicales condenaron al TISA. Porque es claro que hay quienes recularon en chancletas en esta saga de asertos y desmentidos que tiene a Almagro fastidiado con sus antiguos compañeros de gobierno.

Tan fastidiado está, que en su visita a Montevideo se preocupó más por aclarar esta comedia de enredos que por narrar sus vicisitudes iniciales en la OEA, como sus fricciones con la República Dominicana (en donde quisieron declararlo "persona no grata" por sus impertinentes declaraciones) o con el presidente Nicolás Maduro (que le aconsejó convertirse en "el sepulturero de la OEA"). Pero por más que intente aclarar, en el Frente Amplio su nombre quedó pegado al del TISA que, al igual que el TLC, va camino de convertirse en mala palabra para una izquierda cerrada al mundo y proclive a marginar al Uruguay de las tratativas de un acuerdo internacional sobre servicios cuyas ventajas e inconvenientes conviene, por lo menos, explorar.

Editorial

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